/ lunes 1 de agosto de 2022

Las máquinas no podrán ser conscientes

Especialistas plantean que los escenarios distópicos que se nos plantean sobre la Inteligencia Artificial son exagerados y que estas tecnologías no serán una amenaza para los humanos

La Inteligencia Artificial (IA) se encuentra cada vez más presente en nuestra cotidianidad, ya sea en las herramientas de reconocimiento facial, la traducción de textos instantánea, los bots conversacionales o los análisis para afinar en la detección precoz del cáncer, ¿pero hasta dónde llegarán los algoritmos y realmente tendrán la capacidad de ser inteligentes y conscientes, como suele decirse?

Los humanos tenemos claro lo que es lo artificial, pero no tanto lo que es la inteligencia y la consciencia en el ser humano, así lo ven los expertos alrededor de los augurios de la IA, además de una cierta exageración que está alimentada por el imaginario colectivo y por los intereses de determinadas tecnológicas.

Según la agencia informativa Efe, desde que llegó la digitalización, la proliferación y la revolución de los datos, la IA se encuentra cada vez más extendida, aunque su presencia es más sutil de lo que tenemos en mente.

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José Manuel Molina López, de la Universidad Carlos III de Madrid, señaló que uno de los mayores problemas que tiene este tipo de tecnología es la idea equivocada que ofrece la ciencia ficción, además destacó que es muy complicado lograr que un robot mueva las manos.

Este profesor de Ciencias de la Computación, explicó que la IA es algo muy abstracto, pero que aún así hay consenso en el sector sobre qué es la inteligencia artificial: Algoritmos que sirven para resolver problemas de una manera muy parecida a como lo haría un humano.


Un término añejo

Fue en el año de 1956, en la conferencia de Dartmouth, cuando por primera vez se habló de la Inteligencia Artificial, y lo hizo John McCarthy, un pionero de la informática que terminó recibiendo el premio Turing y desde entonces se ha logrado avanzar muchísimo en el aprendizaje automático.

Molina señaló que estas técnicas de inteligencia artificial existen desde la década de los setentas del siglo pasado, pero hizo hincapié en que el salto real llegó con la multiplicación de los datos, y agregó:

"Cuando nosotros empezamos, trabajamos con 20 imágenes y ahora Google, por ejemplo, dispone de millones y encima etiquetadas por los usuarios", y para que estos sistemas afinen sus funciones, deben de tener datos, cuantos más mejor. Los sistemas de IA se adaptan a la información que se tiene.

Lo despiden

El ingeniero Blake Lemoine, hizo pública una transcripción de una conversación que mantuvo con el sistema de IA de Google, LaMDA, y afirmó que éste había alcanzado la consciencia, por lo que la compañía optó por despedirlo.

Y es que el gigante de la tecnología sostiene que sus sistemas imitan intercambios conversacionales y que pueden llegar a hablar sobre distintos temas, pero jamás tener consciencia.

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Álex Gómez-Marín, físico teórico y neurocientífico del Instituto Neurociencias de Alicante, tiene bien claro que la consciencia humana sigue siendo un misterio y puntualizó:

"No hay unanimidad en la definición de consciencia, hay tantas definiciones y teorías como cepillos de dientes, cada quien tiene el suyo y nadie quiere usar el del otro".

El investigador también sostuvo que la consciencia es la experiencia subjetiva y el gran reto para conocerla científicamente es cómo medirla en el laboratorio. Su estudio es un campo muy joven y las teorías sostienen que las distintas zonas del cerebro tienen un rol muy importante para sostenerla, ya que hay algunas que dicen que tiene que ver con la parte frontal mientras que otras hablan de la parte de atrás del cerebro.

Gómez-Marín argumentó que la tecnología avanza exponencialmente pero las máquinas jamás serán humanas. En un estudio reciente se constató que cuando los robots parecen interactuar con las personas y muestran emociones parecidas, el observador puede percibirlos como capaces de pensar o actuar según sus propias creencias y deseos y no sus algoritmos y millones de datos y patrones.

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Los humanos tenemos claro lo que es lo artificial, pero no tanto lo que es la inteligencia y la consciencia en el ser humano, así lo ven los expertos alrededor de los augurios de la IA, además de una cierta exageración que está alimentada por el imaginario colectivo y por los intereses de determinadas tecnológicas.

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Un término añejo

Fue en el año de 1956, en la conferencia de Dartmouth, cuando por primera vez se habló de la Inteligencia Artificial, y lo hizo John McCarthy, un pionero de la informática que terminó recibiendo el premio Turing y desde entonces se ha logrado avanzar muchísimo en el aprendizaje automático.

Molina señaló que estas técnicas de inteligencia artificial existen desde la década de los setentas del siglo pasado, pero hizo hincapié en que el salto real llegó con la multiplicación de los datos, y agregó:

"Cuando nosotros empezamos, trabajamos con 20 imágenes y ahora Google, por ejemplo, dispone de millones y encima etiquetadas por los usuarios", y para que estos sistemas afinen sus funciones, deben de tener datos, cuantos más mejor. Los sistemas de IA se adaptan a la información que se tiene.

Lo despiden

El ingeniero Blake Lemoine, hizo pública una transcripción de una conversación que mantuvo con el sistema de IA de Google, LaMDA, y afirmó que éste había alcanzado la consciencia, por lo que la compañía optó por despedirlo.

Y es que el gigante de la tecnología sostiene que sus sistemas imitan intercambios conversacionales y que pueden llegar a hablar sobre distintos temas, pero jamás tener consciencia.

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"No hay unanimidad en la definición de consciencia, hay tantas definiciones y teorías como cepillos de dientes, cada quien tiene el suyo y nadie quiere usar el del otro".

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Gómez-Marín argumentó que la tecnología avanza exponencialmente pero las máquinas jamás serán humanas. En un estudio reciente se constató que cuando los robots parecen interactuar con las personas y muestran emociones parecidas, el observador puede percibirlos como capaces de pensar o actuar según sus propias creencias y deseos y no sus algoritmos y millones de datos y patrones.

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