/ martes 2 de marzo de 2021

"El Tizón" supera su momento más difícil a causa de la pandemia

El deseo de estar cerca de su padre llevó a los hermanos Rosales a emprender un negocio que se convirtió en uno de los restaurantes predilectos para los cuautlenses

En 2007, el estado de salud de su padre llevó a Oskar a volver a casa. Oskar Rosales, que entonces trabajaba en el corporativo nacional Farmapronto en la ciudad de Cuernavaca, decidió regresar para estar cerca de él y ocuparse de los negocios familiares. Fue entonces cuando, junto a su hermano, tomaron la decisión que, años después, los llevaría a estar a cargo de uno de los restaurantes predilectos de los cuautlenses: “El Tizón”.

“Junto con mi hermano estábamos en la decisión de elegir los bienes y raíces o buscar un tema relacionado con la comida. Teníamos un Chevy rojo que era de ambos, empezamos a platicar una noche y decidimos venderlo. Se vendió de un día para otro. Compramos una parrilla y empezamos a generar un concepto, que era tener un lugar donde la gente se sintiera cómoda de ir a comer”, recuerda Oskar, sentado en la terraza del restaurante, un sitio desde el cual cada tarde se puede apreciar la puesta del sol.

“El Tizón” se encuentra en la calle Álvaro Obregón de la colonia Emiliano Zapata, casi en el Centro Histórico del municipio. Desde la terraza se puede ver la región poniente de Cuautla.

“Tenemos clientes que han estado con nosotros desde que abrimos, hace ya catorce años, pero también hemos renovado. Hay mucha gente a la que le gusta nuestro concepto, el sazón, el lugar, que a mí me gusta mucho porque me relaja también”, agrega Óskar, acompañado de Verónica, su esposa.

En los catorce años de historia de este lugar Óskar y Rafael, los dos hermanos, han estado acompañados por los familiares y amigos que confiaron en el proyecto desde sus orígenes y cuya confianza sigue siendo una de las bases para su crecimiento: en sus inicios, “El Tizón” se limitaba a una sola terraza, con una carta de carnes al carbón que con el paso del tiempo fue expandiéndose. Hoy en día el restaurante está compuesto de tres zonas, y su carta abarca casi 180 platillos distintos, algunos de ellos recetas originales de los hermanos Rosales.

“Cuando lo pusimos, a mi padre le gustó mucho el sazón y siempre nos impulsó a que fuéramos mejorando. Hoy cumplimos catorce años. Los dos primeros fueron los más fuertes, porque un negocio familiar es muy absorbente y el tema de la comida también es a veces muy complicado. En aquella época yo me encargaba de la caja de la barra, y mi hermano se encargaba de la cocina, otro amigo mesereaba éramos los tres que estábamos aquí de manera permanente”.

Se hicieron una familia. Y hasta el día de hoy, incluso cuando ambos hermanos han complementado su vida con otras ocupaciones (Óskar, por ejemplo, llegó a ser síndico municipal en la administración 2013-2015), tratan de estar la mayor parte del tiempo en el restaurante y seguir atendiendo a la gente con la calidez de un amigo.

“Tratamos de estar el mayor tiempo posible aquí, y nos gusta que nuestros clientes nos vean como amigos”, afirma.

El momento más difícil

En trece años de historia, los pasos que había dado “El Tizón” sólo habían sido hacia adelante, a lo largo de cada una de las tres etapas con las que el restaurante se fue ampliando. Cuando Óskar piensa en las circunstancias más difíciles que han tenido que enfrentar no menciona los primeros años, que sin duda fueron decisivos, sino en un momento mucho más reciente: la pandemia del Covid-19, que ha supuesto una crisis para prácticamente todos los restaurantes.

“Estuvo complicado, pero una de las bondades del comercio local es que a tus compañeros de trabajo los ves como amigos, así que hicimos el esfuerzo de adaptarnos a la nueva etapa del comercio, a través del sistema de envío a domicilio, aunque sí tuvimos que cerrar en el punto más crítico, porque así lo establecieron las autoridades, y eso fue durante veinte días”, recuerda.

Mientras que otros lugares se vieron obligados a cerrar sus puertas no sólo temporalmente, sino de manera definitiva, Óskar asegura que el factor que permitió al equipo salir avante de la contingencia sanitaria fue la relación casi familiar que existe entre sus integrantes.

“Siempre como familia, saliendo adelante, no dejándonos solos. Todos los compañeros apoyan, y ellos también nos han respaldado. Creo que sí fue esa la etapa donde sentimos que estaba complicado, como todos, no sólo para los restaurantes, sino todo el comercio ha sufrido un momento crítico. La pandemia ha sido lo más fuerte que hemos vivido”, afirma.

Con el cambio del semáforo epidémico a la fase naranja, actualmente “El Tizón” presta servicio en el establecimiento con varias medidas que buscan garantizar la salud de los comensales, desde la desinfección de alto espectro que se realiza cada 15 días, hasta la disposición de gel antibacterial para los clientes y la distancia adecuada entre una mesa y otra.

“Implementamos varias medidas para que la gente ingrese con seguridad, aplicamos una desinfección de amplio espectro, que dura en los muebles, el piso y los baños durante quince días”, cuenta Rosales.

Además, el restaurante mantiene vigente la opción para que sus clientes hagan sus pedidos a distancia y, una vez preparados, puedan recoger sus alimentos en la ubicación del lugar.

Resistir a las crisis

“Yo creo que parte del éxito es la calidez humana. Hay que echarle muchas ganas a la atención, el servicio, dar lo mejor de sí. Nosotros somos muy competitivos por el trato, la atención personalizada, y ahí está la clave. Todo es posible. Los primeros meses o años son muy difíciles, pero si no te rindes puedes lograr algo muy importante”, afirma Óscar, a manera de consejo, a catorce años de haberse enfrentado a aquellas primeras decisiones: regresar a casa, vender el Chevy rojo, abrir un restaurante junto a Rafael.

Mientras que puede haber jóvenes que llegan a descartar Cuautla como un buen lugar para vivir y emprender, Óskar cree lo contrario. Su confianza en la economía local lo ha llevado a hacer de “El Tizón” un lugar que prefiere comprar sus insumos con los vendedores locales que fuera del municipio. Y así es como lo ha visto crecer.

“Tenemos casi ciento ochenta platillos diferentes, entre bebidas, postres. Ahorita en nuestro esquema estamos manejando desde carnes, mariscos y estamos enfocados en la producción de mezcal, que es de un amigo también de Morelos. Nos gusta impulsar el tema de apoyar a los productores locales, así que todo lo compramos aquí. Compramos lo más que se puede en los mercados, y nos gusta porque todo es fresco, todo es al momento. Además, nos motiva porque conocemos a la señora del pollo, el carnicero, el panadero, los chavos de la verdura, que también son emprendedores. Entre todos hacemos un equipo”, concluye.

En 2007, el estado de salud de su padre llevó a Oskar a volver a casa. Oskar Rosales, que entonces trabajaba en el corporativo nacional Farmapronto en la ciudad de Cuernavaca, decidió regresar para estar cerca de él y ocuparse de los negocios familiares. Fue entonces cuando, junto a su hermano, tomaron la decisión que, años después, los llevaría a estar a cargo de uno de los restaurantes predilectos de los cuautlenses: “El Tizón”.

“Junto con mi hermano estábamos en la decisión de elegir los bienes y raíces o buscar un tema relacionado con la comida. Teníamos un Chevy rojo que era de ambos, empezamos a platicar una noche y decidimos venderlo. Se vendió de un día para otro. Compramos una parrilla y empezamos a generar un concepto, que era tener un lugar donde la gente se sintiera cómoda de ir a comer”, recuerda Oskar, sentado en la terraza del restaurante, un sitio desde el cual cada tarde se puede apreciar la puesta del sol.

“El Tizón” se encuentra en la calle Álvaro Obregón de la colonia Emiliano Zapata, casi en el Centro Histórico del municipio. Desde la terraza se puede ver la región poniente de Cuautla.

“Tenemos clientes que han estado con nosotros desde que abrimos, hace ya catorce años, pero también hemos renovado. Hay mucha gente a la que le gusta nuestro concepto, el sazón, el lugar, que a mí me gusta mucho porque me relaja también”, agrega Óskar, acompañado de Verónica, su esposa.

En los catorce años de historia de este lugar Óskar y Rafael, los dos hermanos, han estado acompañados por los familiares y amigos que confiaron en el proyecto desde sus orígenes y cuya confianza sigue siendo una de las bases para su crecimiento: en sus inicios, “El Tizón” se limitaba a una sola terraza, con una carta de carnes al carbón que con el paso del tiempo fue expandiéndose. Hoy en día el restaurante está compuesto de tres zonas, y su carta abarca casi 180 platillos distintos, algunos de ellos recetas originales de los hermanos Rosales.

“Cuando lo pusimos, a mi padre le gustó mucho el sazón y siempre nos impulsó a que fuéramos mejorando. Hoy cumplimos catorce años. Los dos primeros fueron los más fuertes, porque un negocio familiar es muy absorbente y el tema de la comida también es a veces muy complicado. En aquella época yo me encargaba de la caja de la barra, y mi hermano se encargaba de la cocina, otro amigo mesereaba éramos los tres que estábamos aquí de manera permanente”.

Se hicieron una familia. Y hasta el día de hoy, incluso cuando ambos hermanos han complementado su vida con otras ocupaciones (Óskar, por ejemplo, llegó a ser síndico municipal en la administración 2013-2015), tratan de estar la mayor parte del tiempo en el restaurante y seguir atendiendo a la gente con la calidez de un amigo.

“Tratamos de estar el mayor tiempo posible aquí, y nos gusta que nuestros clientes nos vean como amigos”, afirma.

El momento más difícil

En trece años de historia, los pasos que había dado “El Tizón” sólo habían sido hacia adelante, a lo largo de cada una de las tres etapas con las que el restaurante se fue ampliando. Cuando Óskar piensa en las circunstancias más difíciles que han tenido que enfrentar no menciona los primeros años, que sin duda fueron decisivos, sino en un momento mucho más reciente: la pandemia del Covid-19, que ha supuesto una crisis para prácticamente todos los restaurantes.

“Estuvo complicado, pero una de las bondades del comercio local es que a tus compañeros de trabajo los ves como amigos, así que hicimos el esfuerzo de adaptarnos a la nueva etapa del comercio, a través del sistema de envío a domicilio, aunque sí tuvimos que cerrar en el punto más crítico, porque así lo establecieron las autoridades, y eso fue durante veinte días”, recuerda.

Mientras que otros lugares se vieron obligados a cerrar sus puertas no sólo temporalmente, sino de manera definitiva, Óskar asegura que el factor que permitió al equipo salir avante de la contingencia sanitaria fue la relación casi familiar que existe entre sus integrantes.

“Siempre como familia, saliendo adelante, no dejándonos solos. Todos los compañeros apoyan, y ellos también nos han respaldado. Creo que sí fue esa la etapa donde sentimos que estaba complicado, como todos, no sólo para los restaurantes, sino todo el comercio ha sufrido un momento crítico. La pandemia ha sido lo más fuerte que hemos vivido”, afirma.

Con el cambio del semáforo epidémico a la fase naranja, actualmente “El Tizón” presta servicio en el establecimiento con varias medidas que buscan garantizar la salud de los comensales, desde la desinfección de alto espectro que se realiza cada 15 días, hasta la disposición de gel antibacterial para los clientes y la distancia adecuada entre una mesa y otra.

“Implementamos varias medidas para que la gente ingrese con seguridad, aplicamos una desinfección de amplio espectro, que dura en los muebles, el piso y los baños durante quince días”, cuenta Rosales.

Además, el restaurante mantiene vigente la opción para que sus clientes hagan sus pedidos a distancia y, una vez preparados, puedan recoger sus alimentos en la ubicación del lugar.

Resistir a las crisis

“Yo creo que parte del éxito es la calidez humana. Hay que echarle muchas ganas a la atención, el servicio, dar lo mejor de sí. Nosotros somos muy competitivos por el trato, la atención personalizada, y ahí está la clave. Todo es posible. Los primeros meses o años son muy difíciles, pero si no te rindes puedes lograr algo muy importante”, afirma Óscar, a manera de consejo, a catorce años de haberse enfrentado a aquellas primeras decisiones: regresar a casa, vender el Chevy rojo, abrir un restaurante junto a Rafael.

Mientras que puede haber jóvenes que llegan a descartar Cuautla como un buen lugar para vivir y emprender, Óskar cree lo contrario. Su confianza en la economía local lo ha llevado a hacer de “El Tizón” un lugar que prefiere comprar sus insumos con los vendedores locales que fuera del municipio. Y así es como lo ha visto crecer.

“Tenemos casi ciento ochenta platillos diferentes, entre bebidas, postres. Ahorita en nuestro esquema estamos manejando desde carnes, mariscos y estamos enfocados en la producción de mezcal, que es de un amigo también de Morelos. Nos gusta impulsar el tema de apoyar a los productores locales, así que todo lo compramos aquí. Compramos lo más que se puede en los mercados, y nos gusta porque todo es fresco, todo es al momento. Además, nos motiva porque conocemos a la señora del pollo, el carnicero, el panadero, los chavos de la verdura, que también son emprendedores. Entre todos hacemos un equipo”, concluye.

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