/ sábado 1 de agosto de 2020

[Especial] ¡Adiós al adióóós!

El piropo fue considerado hasta mediados del siglo pasado una práctica de galantería; ahora buscan erradicarlo al ser evidenciado como un primer signo de violencia sexual contra las mujeres

Perpetrado durante décadas como una costumbre (y hasta un arte) que requería de inteligencia y perspicacia, el piropo es una práctica que muchos hombres siguen considerando como un signo de la galantería, pero que cada vez atrae a menos mujeres. Si en el pasado enaltecer verbalmente las cualidades de una mujer podía consistir en un acierto con miras a conquistarla, la alzamiento feminista ha advertido en este tipo de expresiones la antesala de la violencia sexual.

Antes de que entrara el desuso, el piropo gozó de gran aceptación como una expresión de la galantería y el arte de la conquista, convirtiéndose en una técnica para la que muy pocos llegaron a ser buenos. En el siglo XX, el argentino Fernando Albiero Bertapelle (1875-1963), popularmente conocido como Jardín Florido, se convirtió en una figura célebre debido a los elogios que dirigía a las mujeres que transitaban en las calles de la ciudad de Córdoba, a principios del siglo pasado.

En México, hacia la mitad del siglo pasado, nadie se alarmaba cuando los clásicos del cine repetían piropos en una escena sí y a la siguiente también. “Ay, mamacita linda, si como lo meneas lo bates, qué sabroso chocolate”, le gritaba alguien a la gigante María Félix en la película La Valentina.

Antesala de la violencia de género

Entre los siglos XX y XXI, el cambio de paradigmas morales y la reinterpretación de las conductas sociales con perspectiva de género convirtió al piropo no sólo en un tema de debate, sino que ha evidenciado en él un primer signo de la violencia sexua.

“Se entiende que en la mayoría de las veces, la aceptación que tiene el piropo en las mujeres se debe a la manera en que fuimos educadas, pues desde pequeñas nos enseñan o ‘acostumbran’ a recibir comentarios acerca de nuestra belleza, la cual tiene que ser reconocida por los demás”, escribía Celia Ramírez en 2017 en su artículo Los piropos: ¿halago o violencia contra las mujeres?, difundido por el gobierno federal.

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Hay quienes no necesariamente ven en el piropo un acto de acoso, pero sí un tema de educación:“Una buena educación sexual frenaría muchas de las actitudes de los hombres hacia las mujeres en cuanto al acoso callejero, puesto que los hombres tendrían en cuenta que, más que objetos de sus deseos, las mujeres son personas”, opina Eva Castañeda, del colectivo “Heroicas e Históricas”.

El piropo

El término hace referencia a un mineral que es considerado una piedra preciosa, y que en la España antigua los jóvenes obsequiaban a las mujeres que querían conquistar. Esta práctica de galanteria se originó entre los siglos XII y XIII en las cortes reales de Europa.

Si la violencia no se ve en un golpe, un moretón o algo físico, creemos que no existe, y el lenguaje que se emplea en los piropos es sexista, misógino y nos violenta. El piropo nos cosifica.


Andrea Carlón, integrante del colectivo Heroicas e Históricas

Perpetrado durante décadas como una costumbre (y hasta un arte) que requería de inteligencia y perspicacia, el piropo es una práctica que muchos hombres siguen considerando como un signo de la galantería, pero que cada vez atrae a menos mujeres. Si en el pasado enaltecer verbalmente las cualidades de una mujer podía consistir en un acierto con miras a conquistarla, la alzamiento feminista ha advertido en este tipo de expresiones la antesala de la violencia sexual.

Antes de que entrara el desuso, el piropo gozó de gran aceptación como una expresión de la galantería y el arte de la conquista, convirtiéndose en una técnica para la que muy pocos llegaron a ser buenos. En el siglo XX, el argentino Fernando Albiero Bertapelle (1875-1963), popularmente conocido como Jardín Florido, se convirtió en una figura célebre debido a los elogios que dirigía a las mujeres que transitaban en las calles de la ciudad de Córdoba, a principios del siglo pasado.

En México, hacia la mitad del siglo pasado, nadie se alarmaba cuando los clásicos del cine repetían piropos en una escena sí y a la siguiente también. “Ay, mamacita linda, si como lo meneas lo bates, qué sabroso chocolate”, le gritaba alguien a la gigante María Félix en la película La Valentina.

Antesala de la violencia de género

Entre los siglos XX y XXI, el cambio de paradigmas morales y la reinterpretación de las conductas sociales con perspectiva de género convirtió al piropo no sólo en un tema de debate, sino que ha evidenciado en él un primer signo de la violencia sexua.

“Se entiende que en la mayoría de las veces, la aceptación que tiene el piropo en las mujeres se debe a la manera en que fuimos educadas, pues desde pequeñas nos enseñan o ‘acostumbran’ a recibir comentarios acerca de nuestra belleza, la cual tiene que ser reconocida por los demás”, escribía Celia Ramírez en 2017 en su artículo Los piropos: ¿halago o violencia contra las mujeres?, difundido por el gobierno federal.

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Hay quienes no necesariamente ven en el piropo un acto de acoso, pero sí un tema de educación:“Una buena educación sexual frenaría muchas de las actitudes de los hombres hacia las mujeres en cuanto al acoso callejero, puesto que los hombres tendrían en cuenta que, más que objetos de sus deseos, las mujeres son personas”, opina Eva Castañeda, del colectivo “Heroicas e Históricas”.

El piropo

El término hace referencia a un mineral que es considerado una piedra preciosa, y que en la España antigua los jóvenes obsequiaban a las mujeres que querían conquistar. Esta práctica de galanteria se originó entre los siglos XII y XIII en las cortes reales de Europa.

Si la violencia no se ve en un golpe, un moretón o algo físico, creemos que no existe, y el lenguaje que se emplea en los piropos es sexista, misógino y nos violenta. El piropo nos cosifica.


Andrea Carlón, integrante del colectivo Heroicas e Históricas

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