/ domingo 27 de diciembre de 2020

La línea de frente sigue dando batalla

El especialista en urgencias, Sergio Zárate Guerrero, recuerda con tristeza a su primer paciente que falleció al iniciar la pandemia

—¿En estos nueve meses de estar en el primer frente de la batalla contra la Covid-19 ha pensado en tirar la toalla?

—No, nunca. La esperanza, la fortaleza ha seguido. Yo estoy acostumbrado a atener la muerte todos los días. Es algo a lo que me enfrento a diario; no le tengo miedo a morir porque sé que es algo natural, es lo único que tenemos garantizado en el momento que nacemos, pero esta experiencia con la Covid me ha hecho ver lo vulnerables que somos.

Son parte de las experiencias que el médico especialista en urgencias del Hospital General de Cuernavaca Dr. José G. Parres, Sergio Zárate Guerrero comparte al tomar la entrevista telefónica para El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla aprovechando uno de los pocos momentos de descanso que el médico toma al salir del área Covid.

Al estudiar la carrera de medicina y luego la especialidad en Urgencias, conversa, son formados para estar listos ante cualquier epidemia o emergencia sanitaria, pero a diferencia de estas, ahora han enfrentado un sinfín de sentimientos que a decir de él “no son fáciles de resumir”, pues incluso han tenido que ver morir a pacientes en soledad a causa del virus.

“Tengo 14 años de servicio, aquí para Morelos, tengo 10; la diferencia es que el paciente fallece en soledad, porque es un aislamiento total, donde a pesar de que se tiene el apoyo del personal de enfermería y de nosotros como médicos, no es lo mismo, porque mueren lejos de sus familiares, no tienen contacto con ellos, a diferencia de antes de la pandemia cuando un paciente fallecía o estaba moribundo, le dábamos la oportunidad de poder estar con sus familiares, de poder tener una muerte digna y ahora esa posibilidad no se ha podido brindar a todos los pacientes, mueren solitos”.

Recuerda con tristeza el primer paciente que falleció al iniciar la pandemia, mientras se reclama a sí mismo por haberle prometido algo que no estaba en sus manos, lo cual generó una profunda impotencia.

“Lo recuerdo claramente, me generó un shock”, responde a secas sobre un paciente al cual atendió por dos días antes de morir.

—¿Cómo fue?

—Es un paciente al cual tontamente yo le prometí que iba a estar todo bien, cuando verdaderamente no estaba en mis posibilidades. Ese momento me expresan mucho miedo, me expresan el temor de que sean sus últimos momentos conscientes y lamentablemente para algunos de ellos sí lo son, a partir de ahí a todos los pacientes que me ha tocado intubar les prometo que medicamente haré todo lo posible.

En estos nueve meses ha habido momentos de quiebre, no sólo por lo difícil que es Intubar a un paciente grave, sino por ver a sus compañeros y compañeras enfermarse, o incluso perder la vida.

Un 80% de quienes están hospitalizados por Covid-19 se contagiaron en una reunión social, en espacios cerrados; en su mayoría son hombres los que se encuentran en estado grave por tener además diabetes, hipertensión y obesidad.

Aun con todo ello, su profesión le hace sentir orgullo; "pongo mi granito de arena, siento orgullo por todo el personal de salud que está trabajando en esto, los de intendencia, por los ciudadanos que se han cuidado, pero también otros sentimientos como incertidumbre de que en cualquier momento me puedo contagiar; miedo porque con el virus todo cambia, las mutaciones que se presentan; la indiferencia de la gente, la soledad por no poder ver a mi familia y la conciencia por valorar lo que tenemos y lo que teníamos antes de la pandemia”.

A casi un año de haber iniciado la contingencia sanitaria el personal de salud no ha parado, ha soportado de todo, desde actos de discriminación, aislamiento voluntario para no infectar a sus familiares, contagios y decesos, y a pesar de todo siguen dando la batalla.

—¿En estos nueve meses de estar en el primer frente de la batalla contra la Covid-19 ha pensado en tirar la toalla?

—No, nunca. La esperanza, la fortaleza ha seguido. Yo estoy acostumbrado a atener la muerte todos los días. Es algo a lo que me enfrento a diario; no le tengo miedo a morir porque sé que es algo natural, es lo único que tenemos garantizado en el momento que nacemos, pero esta experiencia con la Covid me ha hecho ver lo vulnerables que somos.

Son parte de las experiencias que el médico especialista en urgencias del Hospital General de Cuernavaca Dr. José G. Parres, Sergio Zárate Guerrero comparte al tomar la entrevista telefónica para El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla aprovechando uno de los pocos momentos de descanso que el médico toma al salir del área Covid.

Al estudiar la carrera de medicina y luego la especialidad en Urgencias, conversa, son formados para estar listos ante cualquier epidemia o emergencia sanitaria, pero a diferencia de estas, ahora han enfrentado un sinfín de sentimientos que a decir de él “no son fáciles de resumir”, pues incluso han tenido que ver morir a pacientes en soledad a causa del virus.

“Tengo 14 años de servicio, aquí para Morelos, tengo 10; la diferencia es que el paciente fallece en soledad, porque es un aislamiento total, donde a pesar de que se tiene el apoyo del personal de enfermería y de nosotros como médicos, no es lo mismo, porque mueren lejos de sus familiares, no tienen contacto con ellos, a diferencia de antes de la pandemia cuando un paciente fallecía o estaba moribundo, le dábamos la oportunidad de poder estar con sus familiares, de poder tener una muerte digna y ahora esa posibilidad no se ha podido brindar a todos los pacientes, mueren solitos”.

Recuerda con tristeza el primer paciente que falleció al iniciar la pandemia, mientras se reclama a sí mismo por haberle prometido algo que no estaba en sus manos, lo cual generó una profunda impotencia.

“Lo recuerdo claramente, me generó un shock”, responde a secas sobre un paciente al cual atendió por dos días antes de morir.

—¿Cómo fue?

—Es un paciente al cual tontamente yo le prometí que iba a estar todo bien, cuando verdaderamente no estaba en mis posibilidades. Ese momento me expresan mucho miedo, me expresan el temor de que sean sus últimos momentos conscientes y lamentablemente para algunos de ellos sí lo son, a partir de ahí a todos los pacientes que me ha tocado intubar les prometo que medicamente haré todo lo posible.

En estos nueve meses ha habido momentos de quiebre, no sólo por lo difícil que es Intubar a un paciente grave, sino por ver a sus compañeros y compañeras enfermarse, o incluso perder la vida.

Un 80% de quienes están hospitalizados por Covid-19 se contagiaron en una reunión social, en espacios cerrados; en su mayoría son hombres los que se encuentran en estado grave por tener además diabetes, hipertensión y obesidad.

Aun con todo ello, su profesión le hace sentir orgullo; "pongo mi granito de arena, siento orgullo por todo el personal de salud que está trabajando en esto, los de intendencia, por los ciudadanos que se han cuidado, pero también otros sentimientos como incertidumbre de que en cualquier momento me puedo contagiar; miedo porque con el virus todo cambia, las mutaciones que se presentan; la indiferencia de la gente, la soledad por no poder ver a mi familia y la conciencia por valorar lo que tenemos y lo que teníamos antes de la pandemia”.

A casi un año de haber iniciado la contingencia sanitaria el personal de salud no ha parado, ha soportado de todo, desde actos de discriminación, aislamiento voluntario para no infectar a sus familiares, contagios y decesos, y a pesar de todo siguen dando la batalla.

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