/ viernes 30 de julio de 2021

Los amigos, esos pasajeros incómodos en la política

Para muchos políticos morelenses, su gente más cercana ha sido motivo de cuestionamientos y hasta defenestración

Cicerón decía: “La amistad verdadera difícilmente se encuentra en los que siguen la carrera política porque los que fueron antes tratables se mudan con el poder".

Para algunos, en política o incluso en otra actividad de raíces sociales, “unen más las complicidades que las amistades”. El tema de la amistad, el poder político y la complicidad fue muy analizado en la época antigua; aunque hoy no se debate y se escribe poco, hay ejemplos claros, sobre todo en la toma de decisiones políticas. Éstos, los binomios, prevalecen, y son conocidos en el ámbito local como “Los amigos incómodos”, incluso los poderosos mantienen y sostienen a estos personajes cerca, aún a costa de su buena fama pública.

Los ejemplos en Morelos son constantes, y desafortunadamente para los ciudadanos se repiten en cada ciclo, allí están: Carrillo Olea y Peredo; Estrada Cajigal y Eduardo Becerra; a Graco lo perdió su familia y amigos; recientemente, Cuauhtémoc Blanco y José Manuel Sanz, ¿pero qué hay detrás de todo esto?, ¿amistad verdadera o complicidades?

Julián Aguilar, articulista de prensa, explicaba en su artículo “Amistad contra complicidad” lo siguiente: “Un amigo decía: ‘cuando dos personas o más se ponen de acuerdo para hacer el bien, a eso se le llama, amistad, pero si es para hacer el mal, a eso se le llama complicidad’.

Al abundar sobre este tópico, Rogelio de la Mora V., en Poder Político y Amistad, explica: “Los gobernantes rara vez aceptan como colaboradores cercanos --amigos o no—a quienes luzcan más inteligentes que ellos; quieren ser ayudados, no rebasados. La desconfianza que les inspiran los cultivados y los hombres de letras --en principio virtuosos-- se vuelve un criterio de selección. Si acaso, el lugar de estos es allí, en donde no son visibles y reina la discreción: como asesores o consejeros”.

Para los especialistas como Rogelio de la Mora, los asistentes son más inteligentes que los jefes; por eso son jefes. Platón lo fue de Dionisio; Maquiavelo, de Lorenzo de Médicis, y Diderot, de Catalina la Grande. Prefieren a su lado personas con evidentes faltas de recursos, siempre dispuestos a complacerlos. "La complacencia nos concilia amigos. No gana la verdad, sino enemigos", decía Terencio.

Y así seguramente pasa en el ejercicio del poder político, sobre todo, como con Sergio Estrada Cajigal y Eduardo Becerra, el todo poderoso secretario de gobierno en su administración.

Jesús Ramírez Cuevas escribía sobre un “grupo de Tobi”, los cuates o el "círculo íntimo" de amigos del entonces gobernador morelense, que en su momento controlaba las decisiones de su administración a través de la fuerza pública estatal para imponerlas. “Ese círculo lo forman los amigos de juventud del gobernador Sergio Estrada y funcionarios con tenebrosos antecedentes de violaciones a los derechos humanos. Ese círculo gobierna, denuncian en Morelos, para favorecer intereses económicos y los caprichos de un mandatario que, rebasado por los conflictos, ha vuelto la represión una norma. Aquí, un breve recuento de las acciones de un gobierno que mezcla la diversión y las macanas”.

Y es que Eduardo Becerra de ser administrador de verificentros pasó a ser vicegobernador, y por medio de la fuerza pública imponía los caprichos del entonces mandatario, hoy señalado como represor por culpa del funcionario antes mencionado. Este, respaldado en la mente maquiavélica del Agustín Montiel como jefe de la policía ministerial. A pesar de muchas denuncias y señalamientos los aguanto dentro de la administración estatal siempre a costa del descredito personal.

Algo parecido publicó la revista “ESPACIOS” al respecto en “amistada por utilidad”; señala: “los malos buscan compañeros con quienes compartir los días para intentar escapar de sí mismos; cuando están solos recuerdan muchas cosas desagradables; a veces cuando están con otros, se olvidan de las cosas malas; no tienen nada amable, no generan sentimientos de amistad hacia sí mismos (Garcés y Murillo, 2016); su alma está dividida y sufre si se aparta de ciertos placeres y pueden también afligirse por sentirlo; los malos están llenos de arrepentimiento”.

Y es lo que probablemente ocurrió con el exgobernador Graco Ramírez, que, a diferencia de otros exgobernadores que apostaron a la complicad entre amigos, el le dio prioridad a la familia. Aún hoy Graco Ramírez, su esposa, Elena Cepeda Ponce de León; su hijastro, Rodrigo Gayosso Cepeda y el notario Alberto Barona Lavín fueron denunciados ante la Fiscalía General de la República. Los delitos que les imputan son delincuencia organizada, defraudación fiscal y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Al ser el primer mandatario de izquierda, la población albergó esperanzas que las cosas cambiarían, sin embargo, fue todo lo contrario, ya no fueron alianzas con delincuencia, fue más bien una delincuencia dentro del gobierno, además de beneficiar a toda su familia en primero y segundo grado, mantuvo a costa de todo en su cargo a un jefe policiaco traído desde el norte del país, y a pesar de la violencia campeante y reiterada se negó a destituirlo.

Además de tolerar la violencia en contra de los ciudadanos, benefició antes que nada a sus hijos, nueras, exesposas, hijastros y por supuesto a sus hermanos. Mientras el desorden administrativo era evidente y solo beneficiaba a la “familia real”, Alberto Capella resultó inamovible. Además del abuso en el uso de los recursos públicos fue tolerante y permitió al jefe policiaco en mención hacer de las suyas sin control ni evaluación.

El caso más reciente es el del gobernador Cuauhtémoc Blanco y el jefe de la oficina de la gubernatura, José Manuel Sanz Rivera; al inicio de la administración estatal, se convirtió en el jefe del gabinete. Ordenada las reuniones con los secretarios, despachaba los asuntos en primer orden, y hasta mandaba mensajes mediáticos al mandatario sobre las acciones a seguir dentro del gobierno estatal.

Una presunta investigación por depósitos extraordinarios en cuentas en el extranjero proveniente de la presidencia de la república obligó al mandatario, pedirle a su jefe de la oficina, que se abstenga de hacer declaraciones y guardar un bajo perfil. Sin hablar, ni declarar, solo actuar desde adentro. Hoy encabeza una oficina con un presupuesto millonario pero que en realidad no hace nada, aunque tiene el mismo sueldo que el secretario de Gobierno.

No obstante, los llamados a desaparecer esa oficina inútil, el mandatario morelense se ha negado, y ha señalado que son los detractores quienes no quieren el avance del estado, porque incluso desde el inicio acordaron todos no solaparse ni encubrirse para no terminar en el descredito como Graco Ramírez y su sequito. Pero apenas comienza la segunda parte de su administración y la historia no termina, para saber si Cuauhtémoc Blanco y su exrepresentante en el futbol no serán ese binomio que ocurre trágicamente cada seis años en Morelos.


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Cicerón decía: “La amistad verdadera difícilmente se encuentra en los que siguen la carrera política porque los que fueron antes tratables se mudan con el poder".

Para algunos, en política o incluso en otra actividad de raíces sociales, “unen más las complicidades que las amistades”. El tema de la amistad, el poder político y la complicidad fue muy analizado en la época antigua; aunque hoy no se debate y se escribe poco, hay ejemplos claros, sobre todo en la toma de decisiones políticas. Éstos, los binomios, prevalecen, y son conocidos en el ámbito local como “Los amigos incómodos”, incluso los poderosos mantienen y sostienen a estos personajes cerca, aún a costa de su buena fama pública.

Los ejemplos en Morelos son constantes, y desafortunadamente para los ciudadanos se repiten en cada ciclo, allí están: Carrillo Olea y Peredo; Estrada Cajigal y Eduardo Becerra; a Graco lo perdió su familia y amigos; recientemente, Cuauhtémoc Blanco y José Manuel Sanz, ¿pero qué hay detrás de todo esto?, ¿amistad verdadera o complicidades?

Julián Aguilar, articulista de prensa, explicaba en su artículo “Amistad contra complicidad” lo siguiente: “Un amigo decía: ‘cuando dos personas o más se ponen de acuerdo para hacer el bien, a eso se le llama, amistad, pero si es para hacer el mal, a eso se le llama complicidad’.

Al abundar sobre este tópico, Rogelio de la Mora V., en Poder Político y Amistad, explica: “Los gobernantes rara vez aceptan como colaboradores cercanos --amigos o no—a quienes luzcan más inteligentes que ellos; quieren ser ayudados, no rebasados. La desconfianza que les inspiran los cultivados y los hombres de letras --en principio virtuosos-- se vuelve un criterio de selección. Si acaso, el lugar de estos es allí, en donde no son visibles y reina la discreción: como asesores o consejeros”.

Para los especialistas como Rogelio de la Mora, los asistentes son más inteligentes que los jefes; por eso son jefes. Platón lo fue de Dionisio; Maquiavelo, de Lorenzo de Médicis, y Diderot, de Catalina la Grande. Prefieren a su lado personas con evidentes faltas de recursos, siempre dispuestos a complacerlos. "La complacencia nos concilia amigos. No gana la verdad, sino enemigos", decía Terencio.

Y así seguramente pasa en el ejercicio del poder político, sobre todo, como con Sergio Estrada Cajigal y Eduardo Becerra, el todo poderoso secretario de gobierno en su administración.

Jesús Ramírez Cuevas escribía sobre un “grupo de Tobi”, los cuates o el "círculo íntimo" de amigos del entonces gobernador morelense, que en su momento controlaba las decisiones de su administración a través de la fuerza pública estatal para imponerlas. “Ese círculo lo forman los amigos de juventud del gobernador Sergio Estrada y funcionarios con tenebrosos antecedentes de violaciones a los derechos humanos. Ese círculo gobierna, denuncian en Morelos, para favorecer intereses económicos y los caprichos de un mandatario que, rebasado por los conflictos, ha vuelto la represión una norma. Aquí, un breve recuento de las acciones de un gobierno que mezcla la diversión y las macanas”.

Y es que Eduardo Becerra de ser administrador de verificentros pasó a ser vicegobernador, y por medio de la fuerza pública imponía los caprichos del entonces mandatario, hoy señalado como represor por culpa del funcionario antes mencionado. Este, respaldado en la mente maquiavélica del Agustín Montiel como jefe de la policía ministerial. A pesar de muchas denuncias y señalamientos los aguanto dentro de la administración estatal siempre a costa del descredito personal.

Algo parecido publicó la revista “ESPACIOS” al respecto en “amistada por utilidad”; señala: “los malos buscan compañeros con quienes compartir los días para intentar escapar de sí mismos; cuando están solos recuerdan muchas cosas desagradables; a veces cuando están con otros, se olvidan de las cosas malas; no tienen nada amable, no generan sentimientos de amistad hacia sí mismos (Garcés y Murillo, 2016); su alma está dividida y sufre si se aparta de ciertos placeres y pueden también afligirse por sentirlo; los malos están llenos de arrepentimiento”.

Y es lo que probablemente ocurrió con el exgobernador Graco Ramírez, que, a diferencia de otros exgobernadores que apostaron a la complicad entre amigos, el le dio prioridad a la familia. Aún hoy Graco Ramírez, su esposa, Elena Cepeda Ponce de León; su hijastro, Rodrigo Gayosso Cepeda y el notario Alberto Barona Lavín fueron denunciados ante la Fiscalía General de la República. Los delitos que les imputan son delincuencia organizada, defraudación fiscal y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Al ser el primer mandatario de izquierda, la población albergó esperanzas que las cosas cambiarían, sin embargo, fue todo lo contrario, ya no fueron alianzas con delincuencia, fue más bien una delincuencia dentro del gobierno, además de beneficiar a toda su familia en primero y segundo grado, mantuvo a costa de todo en su cargo a un jefe policiaco traído desde el norte del país, y a pesar de la violencia campeante y reiterada se negó a destituirlo.

Además de tolerar la violencia en contra de los ciudadanos, benefició antes que nada a sus hijos, nueras, exesposas, hijastros y por supuesto a sus hermanos. Mientras el desorden administrativo era evidente y solo beneficiaba a la “familia real”, Alberto Capella resultó inamovible. Además del abuso en el uso de los recursos públicos fue tolerante y permitió al jefe policiaco en mención hacer de las suyas sin control ni evaluación.

El caso más reciente es el del gobernador Cuauhtémoc Blanco y el jefe de la oficina de la gubernatura, José Manuel Sanz Rivera; al inicio de la administración estatal, se convirtió en el jefe del gabinete. Ordenada las reuniones con los secretarios, despachaba los asuntos en primer orden, y hasta mandaba mensajes mediáticos al mandatario sobre las acciones a seguir dentro del gobierno estatal.

Una presunta investigación por depósitos extraordinarios en cuentas en el extranjero proveniente de la presidencia de la república obligó al mandatario, pedirle a su jefe de la oficina, que se abstenga de hacer declaraciones y guardar un bajo perfil. Sin hablar, ni declarar, solo actuar desde adentro. Hoy encabeza una oficina con un presupuesto millonario pero que en realidad no hace nada, aunque tiene el mismo sueldo que el secretario de Gobierno.

No obstante, los llamados a desaparecer esa oficina inútil, el mandatario morelense se ha negado, y ha señalado que son los detractores quienes no quieren el avance del estado, porque incluso desde el inicio acordaron todos no solaparse ni encubrirse para no terminar en el descredito como Graco Ramírez y su sequito. Pero apenas comienza la segunda parte de su administración y la historia no termina, para saber si Cuauhtémoc Blanco y su exrepresentante en el futbol no serán ese binomio que ocurre trágicamente cada seis años en Morelos.


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