/ miércoles 2 de septiembre de 2020

[VIDEO] Nace Roomie Lua’as de la pandemia

Más que una crisis para la familia Ballesteros, l contingencia fue una oportunidad para vender comida a domicilio

Hay gente que en los momentos difíciles decide parar. Y están quienes ven las crisis como una oportunidad para el aplomo y el optimismo. Daniel Ballesteros y Rosa María Lúa, madre e hijo, pudieron haber sido de los primeros: durante diez años la familia ha estado detrás de los proyectos del “Turibús 279” y el “Yecabús”, empresas que ofrecen recorridos turísticos por los sitios históricos de Cuautla y Yecapixtla. Desde luego, la pandemia del Covid-19 les cambió la vida.

“El sector turístico ha sido de los más golpeados, por el tema de que se maneja afluencia de personas, el cierre de los municipios y la parte de los semáforos, que al ser una actividad que aglomera personas, es de las últimas en reabrir en este esquema: cuando inicio la pandemia las personas dejaron de salir y esto nos pegó, y que a la fecha el sector no se ha reactivado como debería”, explica Daniel.

Si los recorridos turísticos constituyen la base de la empresa familiar, la pasión por preparar comida les ofreció a madre e hijo una alternativa para sobrellevar el impacto económico de la pandemia. No fue sencillo dar el salto. De hecho, mucho influyeron los comentarios positivos de sus amigos hacia la sazón de su madre en la cocina.

“Al saber unos amigos que nos quedamos sin trabajo hicieron la recomendación de que vendiéramos comida, ya que la cocina de mi mamá es de buen gusto para otras personas que la han probado, y es ahí donde decidimos lanzar un menú de venta a través de las redes sociales”, relata.

Lo hicieron. Y si alguna vez hubo suspenso por saber cuáles serían los resultados del nuevo negocio fue sólo al principio, porque pronto el talento de su madre, el apoyo constante de él se encargaron del resto. Cada fin de semana, ambos salen de casa a la una de la tarde para entregar los platillos a domicilio, sin costo para quienes viven en Cuautla.

“Tuvimos gran aceptación y buscamos darle un nombre. Le pusimos ‘Roomie (nombre asignado a dos o más personas que comparten una habitación) Lua’s’ porque de broma hemos dicho que somos roomies”, cuenta.


¿Cómo lograron el éxito?

Puede que la pregunta no tenga una respuesta concreta. El éxito siempre dependerá de muchos factores y casi siempre son cosas que están fuera del control de quien lo consigue. La perseverancia, claro, juega un papel fundamental. Y para “Roomie Lua’s” fue una pizca de varias cosas: perseverancia, creatividad, calidad e ingenio.

Acaso uno de los aspectos más importantes sea, según la experiencia de esta familia, creérsela. Porque podrían simplemente preparar los platillos en la cocina de su casa, como de hecho siguen haciéndolo, y enviarlos a los domicilios de sus clientes sin más que hacer de su parte. Pero, en cambio, lo hacen como lo haría un restaurante en toda forma: con un logotipo, un uniforme para la cocina, las medidas de higiene que exige la pandemia del Covid-19 y un vehículo con la publicidad adecuada.

“Tenemos un uniforme para procesar los alimentos y el coche en el que repartimos ya tiene su publicidad para identificarlo al momento de la entrega. Nos ha ido bien al grado de que ya tenemos una alianza con los restauranteros, porque ellos nos preguntaban cómo le habíamos hecho y se los compartimos, desde nuestra poca experiencia para meter un platillo a una plataforma comercial, donde una persona pueda hacer su pedido y demás, lo hicimos considerándonos novatos, porque no es nuestro fuerte”, relata Daniel.

La cocina

Antes de poner los ingredientes sobre la mesa, Daniel y su madre, abogada de profesión, tienen claro lo que quieren lograr: preparar un platillo que deje satisfecho a quien lo probará. No sólo se trata del precio y la variedad del menú, sino también de los ingredientes. Y a la hora de elegirlos han querido apostarle a lo mejor.

“Nuestro valor agregado son los productos locales: por ejemplo, usamos el Arroz Morelos, que tiene denominación de origen, para contribuir a una cadena de valor que apoye la economía local; si hacemos pozole, compramos el grano en Totolapan (municipio de la región de Los Altos donde el cultivo de maíz es toda una tradición); para las carnes, acudimos a lugares que nos den la seguridad de vender productos de primera mano, de buena calidad, para que los clientes sepan que están comiendo algo de calidad”.

La cocina del hogar que comparten es el lugar donde ocurre todo. Hasta hace poco, este pequeño espacio era donde la señora Rosa María cocinaba para ambos, pero hoy ha tenido que ser adaptado para soportar un proceso de preparación de alimentos de proporciones casi industriales. De nuevo, nada es imposible cuando en verdad se quiere lograr algo. Almacenadas en casa, Rosa María hizo uso de las ollas que le había heredado su madre, mientras que, en una visita, uno de sus hermanos le dejó otras ‘en comodato’, como ella misma expresa.

“La pandemia me ha hecho hacer comida en cantidades industriales. El otro día ya llorábamos porque compramos 20 kilos de carne de cerdo para hacer la cochinita pibil y ya le sufría con la deshebrada, el tiempo, los pedidos, el calcular las cantidades...”, recuerda hoy con una sonrisa.

Con platillos como las manitas de cerdo a la vinagreta, filete de pescado a los tres quesos, alambre a la roomie y albondigón, por poner algunos ejemplos, su intención es ofrecer alimentos distintos a los que podrían encontrarse en cualquier otra fonda o mercado, agregarles ingredientes que le den el sello de la casa, y sobre todo hacer felices a sus clientes:

“Hemos tratado de que sea una comida de fiesta, por decirlo así, y en la pandemia ha funcionado porque otra cosa que le he dicho a mi hijo es que hemos hecho hogares felices, llevarles un buen platillo, que lo degusten y les agrade”.

Además de los ingredientes con los que preparan los alimentos, hay otras cosas que se han vuelto indispensables en el hogar de esta familia, como los recipientes en los que entregan los alimentos, hechos con fécula de maíz. Incluso en la pandemia, uno de los objetivos de “Roomie Lua’s” es perjudicar lo menos posible el medio ambiente, optando por este tipo de materiales y por el uso de los “Roomiecilindros”, que los clientes tienen la opción de comprar y seguir reutilizando las veces que quieran, ya sea para recibir futuros pedidos o para lo que deseen.

¿Un futuro restaurante?

Gracias a este proyecto, madre e hijo han encontrado la forma de solventar los gastos personales de cada uno y los indispensables para el hogar. Si bien las ganancias son prudentes, el éxito que ha tenido el servicio que ofrecen los ha llevado a pensar en la idea de consolidar a “Roomie Lua’s” en un restaurante abierto al público, agradable para la gente, en el que puedan delegar responsabilidades y, con ello, crear también nuevas fuentes de empleo.

Por lo pronto, de lo que están seguros es que el negocio tiene que continuar incluso cuando reanuden sus recorridos turísticos.

“La idea es buscar un establecimiento físico donde las personas puedan ir a disfrutar de los platillos que nosotros ofrecemos. De entrada, mantener ahorita el servicio a domicilio, los menús semanales; viendo la activación y la aceptación que se tiene, sí queremos formalizar un negocio físico y poder atender a las personas que ya nos lo demandan”, cuenta Daniel.

Actualmente, “Roomie Lua’s” ya cuenta con servicio de banquetes y todo va marchando bien.

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Hay gente que en los momentos difíciles decide parar. Y están quienes ven las crisis como una oportunidad para el aplomo y el optimismo. Daniel Ballesteros y Rosa María Lúa, madre e hijo, pudieron haber sido de los primeros: durante diez años la familia ha estado detrás de los proyectos del “Turibús 279” y el “Yecabús”, empresas que ofrecen recorridos turísticos por los sitios históricos de Cuautla y Yecapixtla. Desde luego, la pandemia del Covid-19 les cambió la vida.

“El sector turístico ha sido de los más golpeados, por el tema de que se maneja afluencia de personas, el cierre de los municipios y la parte de los semáforos, que al ser una actividad que aglomera personas, es de las últimas en reabrir en este esquema: cuando inicio la pandemia las personas dejaron de salir y esto nos pegó, y que a la fecha el sector no se ha reactivado como debería”, explica Daniel.

Si los recorridos turísticos constituyen la base de la empresa familiar, la pasión por preparar comida les ofreció a madre e hijo una alternativa para sobrellevar el impacto económico de la pandemia. No fue sencillo dar el salto. De hecho, mucho influyeron los comentarios positivos de sus amigos hacia la sazón de su madre en la cocina.

“Al saber unos amigos que nos quedamos sin trabajo hicieron la recomendación de que vendiéramos comida, ya que la cocina de mi mamá es de buen gusto para otras personas que la han probado, y es ahí donde decidimos lanzar un menú de venta a través de las redes sociales”, relata.

Lo hicieron. Y si alguna vez hubo suspenso por saber cuáles serían los resultados del nuevo negocio fue sólo al principio, porque pronto el talento de su madre, el apoyo constante de él se encargaron del resto. Cada fin de semana, ambos salen de casa a la una de la tarde para entregar los platillos a domicilio, sin costo para quienes viven en Cuautla.

“Tuvimos gran aceptación y buscamos darle un nombre. Le pusimos ‘Roomie (nombre asignado a dos o más personas que comparten una habitación) Lua’s’ porque de broma hemos dicho que somos roomies”, cuenta.


¿Cómo lograron el éxito?

Puede que la pregunta no tenga una respuesta concreta. El éxito siempre dependerá de muchos factores y casi siempre son cosas que están fuera del control de quien lo consigue. La perseverancia, claro, juega un papel fundamental. Y para “Roomie Lua’s” fue una pizca de varias cosas: perseverancia, creatividad, calidad e ingenio.

Acaso uno de los aspectos más importantes sea, según la experiencia de esta familia, creérsela. Porque podrían simplemente preparar los platillos en la cocina de su casa, como de hecho siguen haciéndolo, y enviarlos a los domicilios de sus clientes sin más que hacer de su parte. Pero, en cambio, lo hacen como lo haría un restaurante en toda forma: con un logotipo, un uniforme para la cocina, las medidas de higiene que exige la pandemia del Covid-19 y un vehículo con la publicidad adecuada.

“Tenemos un uniforme para procesar los alimentos y el coche en el que repartimos ya tiene su publicidad para identificarlo al momento de la entrega. Nos ha ido bien al grado de que ya tenemos una alianza con los restauranteros, porque ellos nos preguntaban cómo le habíamos hecho y se los compartimos, desde nuestra poca experiencia para meter un platillo a una plataforma comercial, donde una persona pueda hacer su pedido y demás, lo hicimos considerándonos novatos, porque no es nuestro fuerte”, relata Daniel.

La cocina

Antes de poner los ingredientes sobre la mesa, Daniel y su madre, abogada de profesión, tienen claro lo que quieren lograr: preparar un platillo que deje satisfecho a quien lo probará. No sólo se trata del precio y la variedad del menú, sino también de los ingredientes. Y a la hora de elegirlos han querido apostarle a lo mejor.

“Nuestro valor agregado son los productos locales: por ejemplo, usamos el Arroz Morelos, que tiene denominación de origen, para contribuir a una cadena de valor que apoye la economía local; si hacemos pozole, compramos el grano en Totolapan (municipio de la región de Los Altos donde el cultivo de maíz es toda una tradición); para las carnes, acudimos a lugares que nos den la seguridad de vender productos de primera mano, de buena calidad, para que los clientes sepan que están comiendo algo de calidad”.

La cocina del hogar que comparten es el lugar donde ocurre todo. Hasta hace poco, este pequeño espacio era donde la señora Rosa María cocinaba para ambos, pero hoy ha tenido que ser adaptado para soportar un proceso de preparación de alimentos de proporciones casi industriales. De nuevo, nada es imposible cuando en verdad se quiere lograr algo. Almacenadas en casa, Rosa María hizo uso de las ollas que le había heredado su madre, mientras que, en una visita, uno de sus hermanos le dejó otras ‘en comodato’, como ella misma expresa.

“La pandemia me ha hecho hacer comida en cantidades industriales. El otro día ya llorábamos porque compramos 20 kilos de carne de cerdo para hacer la cochinita pibil y ya le sufría con la deshebrada, el tiempo, los pedidos, el calcular las cantidades...”, recuerda hoy con una sonrisa.

Con platillos como las manitas de cerdo a la vinagreta, filete de pescado a los tres quesos, alambre a la roomie y albondigón, por poner algunos ejemplos, su intención es ofrecer alimentos distintos a los que podrían encontrarse en cualquier otra fonda o mercado, agregarles ingredientes que le den el sello de la casa, y sobre todo hacer felices a sus clientes:

“Hemos tratado de que sea una comida de fiesta, por decirlo así, y en la pandemia ha funcionado porque otra cosa que le he dicho a mi hijo es que hemos hecho hogares felices, llevarles un buen platillo, que lo degusten y les agrade”.

Además de los ingredientes con los que preparan los alimentos, hay otras cosas que se han vuelto indispensables en el hogar de esta familia, como los recipientes en los que entregan los alimentos, hechos con fécula de maíz. Incluso en la pandemia, uno de los objetivos de “Roomie Lua’s” es perjudicar lo menos posible el medio ambiente, optando por este tipo de materiales y por el uso de los “Roomiecilindros”, que los clientes tienen la opción de comprar y seguir reutilizando las veces que quieran, ya sea para recibir futuros pedidos o para lo que deseen.

¿Un futuro restaurante?

Gracias a este proyecto, madre e hijo han encontrado la forma de solventar los gastos personales de cada uno y los indispensables para el hogar. Si bien las ganancias son prudentes, el éxito que ha tenido el servicio que ofrecen los ha llevado a pensar en la idea de consolidar a “Roomie Lua’s” en un restaurante abierto al público, agradable para la gente, en el que puedan delegar responsabilidades y, con ello, crear también nuevas fuentes de empleo.

Por lo pronto, de lo que están seguros es que el negocio tiene que continuar incluso cuando reanuden sus recorridos turísticos.

“La idea es buscar un establecimiento físico donde las personas puedan ir a disfrutar de los platillos que nosotros ofrecemos. De entrada, mantener ahorita el servicio a domicilio, los menús semanales; viendo la activación y la aceptación que se tiene, sí queremos formalizar un negocio físico y poder atender a las personas que ya nos lo demandan”, cuenta Daniel.

Actualmente, “Roomie Lua’s” ya cuenta con servicio de banquetes y todo va marchando bien.

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