/ miércoles 6 de marzo de 2019

La política educativa como pedagogía para la paz

Diócesis de Cuernavaca

73. La violencia portadora no sólo de dolor, sino de otros vicios, trae la pérdida de la paz, está no sólo es una conquista del hombre, sino para nosotros como hombres de fe, es don de Dios, es decir como corresponsables de constructores de paz, lo primero que debemos hacer, es abrir el corazón, para que el mal sea vencido a fuerza de bien, es educarnos para la paz. Directrices de Pastoral de la Diócesis de Cuernavaca

La iglesia como madre y maestra, nos ha mostrado ser una institución que promueve en todo momento la formación para la educación y práctica para la paz. Hoy nuestra nación se encuentra en un colapso ético respecto a las violencias que se viven en todos los ámbitos sociales. Por lo cual es preponderante relanzar nuevas propuestas de paz. Nuestro episcopado mexicano al reflexionar sobre la violencia en nuestro país, logró tocar el tema de fondo cuando nos dice: “Las relaciones familiares también explican la predisposición a una personalidad violenta (…) La violencia intrafamiliar es escuela de resentimiento y odio en las relaciones humanas básicas.” Creo que esta anotación es referencial para reelaborar a partir de ella una pedagogía para la paz.

Toda pedagogía cristiana es sin duda, una pedagogía de paz por toda su fundamentación axiológica, pero necesitamos sistematizar de manera concreta propuestas de quehacer pastoral para la paz. Recientemente el Papa Francisco en su mensaje de paz para la 50 Jornada Mundial para la Paz, ha sido sumamente perspicaz en su discurso al titularlo: “La no-violencia: un estilo de política para la paz” Aquí nuestro santo padre nos da dos claves significativas para nuestra praxis pastoral a favor de la paz: la no-violencia y un estilo de política.

La iglesia peregrina de Morelos está comprometida y tiene el reto de continuar en su formación evangélica, que en esencia promueve la no-violencia al ser consoladora de tantas violencias que aquejan al pueblo de Dios, y por otro lado, estamos convocados a la realización de una pastoral para la paz y para ello implica el ejercicio de la política en su sentido más loable. Es decir, en generar propuestas sociales que involucren a otras instituciones a favor de la reconstrucción del tejido social, especialmente en el campo educativo. El reto es crucial, la iglesia ha de seguir estrechando vínculos con las organizaciones civiles y el gobierno para realizar un trabajo colaborativo con programas de intervención y prevención que permitan atender especialmente a las nuevas generaciones desde un acompañamiento psico-afectivo, no como charlas masivas ni imponiendo una moral específica, sino como un modelo de escucha y cercanía con el adolescente para generar procesos de restauración familiar. Podríamos así, detectar a tiempo las personalidades violentas y construir ciudadanía, sujetos afectivamente capaces y sensibles para detonar procesos de transformación. Los Jesuitas de México junto con jóvenes profesionistas lo están realizando con gran éxito en varios ámbitos comunitarios y familiares por medio del CIAS (Centro de Investigación y Acción Social) En nuestra Diócesis se han implementado los centros de escucha como una propuesta de reconciliación para nuestro pueblo violentado.

¿Utópico?...sí, pero es referencial. Sigamos pensando en voz alta: ¿qué pasaría si promoviéramos que en nuestras escuelas de educación básica en conjunto con educación física recibiéramos disciplina scout, y en sinergia con las materias de civismo recibiéramos talleres de perdón y reconciliación? Tendríamos inmediatamente generaciones que harían la diferencia y no tendríamos que gastar tantos millones de pesos en programas de prevención del delito que suelen ser obsoletos según hemos evaluado los resultados.

Como bien dijo el papa emérito estamos en una “emergencia educativa”. La educación es clave para la resolución de nuestros problemas sociales, como bien decía el pedagogo de la liberación Paulo Freire “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” y ante desafíos extraordinarios como los que vivimos, requerimos acciones extraordinarias. Que el Amor de Cristo, consolador de los corazones violentados, nos reivindique como sociedad.

73. La violencia portadora no sólo de dolor, sino de otros vicios, trae la pérdida de la paz, está no sólo es una conquista del hombre, sino para nosotros como hombres de fe, es don de Dios, es decir como corresponsables de constructores de paz, lo primero que debemos hacer, es abrir el corazón, para que el mal sea vencido a fuerza de bien, es educarnos para la paz. Directrices de Pastoral de la Diócesis de Cuernavaca

La iglesia como madre y maestra, nos ha mostrado ser una institución que promueve en todo momento la formación para la educación y práctica para la paz. Hoy nuestra nación se encuentra en un colapso ético respecto a las violencias que se viven en todos los ámbitos sociales. Por lo cual es preponderante relanzar nuevas propuestas de paz. Nuestro episcopado mexicano al reflexionar sobre la violencia en nuestro país, logró tocar el tema de fondo cuando nos dice: “Las relaciones familiares también explican la predisposición a una personalidad violenta (…) La violencia intrafamiliar es escuela de resentimiento y odio en las relaciones humanas básicas.” Creo que esta anotación es referencial para reelaborar a partir de ella una pedagogía para la paz.

Toda pedagogía cristiana es sin duda, una pedagogía de paz por toda su fundamentación axiológica, pero necesitamos sistematizar de manera concreta propuestas de quehacer pastoral para la paz. Recientemente el Papa Francisco en su mensaje de paz para la 50 Jornada Mundial para la Paz, ha sido sumamente perspicaz en su discurso al titularlo: “La no-violencia: un estilo de política para la paz” Aquí nuestro santo padre nos da dos claves significativas para nuestra praxis pastoral a favor de la paz: la no-violencia y un estilo de política.

La iglesia peregrina de Morelos está comprometida y tiene el reto de continuar en su formación evangélica, que en esencia promueve la no-violencia al ser consoladora de tantas violencias que aquejan al pueblo de Dios, y por otro lado, estamos convocados a la realización de una pastoral para la paz y para ello implica el ejercicio de la política en su sentido más loable. Es decir, en generar propuestas sociales que involucren a otras instituciones a favor de la reconstrucción del tejido social, especialmente en el campo educativo. El reto es crucial, la iglesia ha de seguir estrechando vínculos con las organizaciones civiles y el gobierno para realizar un trabajo colaborativo con programas de intervención y prevención que permitan atender especialmente a las nuevas generaciones desde un acompañamiento psico-afectivo, no como charlas masivas ni imponiendo una moral específica, sino como un modelo de escucha y cercanía con el adolescente para generar procesos de restauración familiar. Podríamos así, detectar a tiempo las personalidades violentas y construir ciudadanía, sujetos afectivamente capaces y sensibles para detonar procesos de transformación. Los Jesuitas de México junto con jóvenes profesionistas lo están realizando con gran éxito en varios ámbitos comunitarios y familiares por medio del CIAS (Centro de Investigación y Acción Social) En nuestra Diócesis se han implementado los centros de escucha como una propuesta de reconciliación para nuestro pueblo violentado.

¿Utópico?...sí, pero es referencial. Sigamos pensando en voz alta: ¿qué pasaría si promoviéramos que en nuestras escuelas de educación básica en conjunto con educación física recibiéramos disciplina scout, y en sinergia con las materias de civismo recibiéramos talleres de perdón y reconciliación? Tendríamos inmediatamente generaciones que harían la diferencia y no tendríamos que gastar tantos millones de pesos en programas de prevención del delito que suelen ser obsoletos según hemos evaluado los resultados.

Como bien dijo el papa emérito estamos en una “emergencia educativa”. La educación es clave para la resolución de nuestros problemas sociales, como bien decía el pedagogo de la liberación Paulo Freire “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” y ante desafíos extraordinarios como los que vivimos, requerimos acciones extraordinarias. Que el Amor de Cristo, consolador de los corazones violentados, nos reivindique como sociedad.

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