/ lunes 5 de febrero de 2024

Odisea 2024: el panorama de la seguridad internacional

Por Mauricio D. Aceves.

Durante de seis décadas, la Conferencia de Seguridad de Múnich (CSM) ha sido testigo de alternancias de brisas y tormentas para la seguridad internacional. En su edición número 60, a celebrarse del 16 al 18 de febrero, la obertura no es diferente. El panorama geopolítico navega abrumado por una agenda multidimensional poblada de riesgos.

Las proyecciones optimistas son limitadas debido a diversos elementos, entre ellos, las inercias de conflictos de alta intensidad y los retos de fondo para la reestructuración del sistema internacional que han impedido el éxito de los medios diplomáticos para la solución de conflictos, en ocasiones, involucrando estancamientos en instancias de organismos internacionales. Por otro lado, la incertidumbre relativa al calendario electoral global marcará la pauta de decisiones definitorias para muchas crisis.

Los conflictos en Gaza, Sudán, Ucrania, Myanmar continúan bajo dinámicas en las que no existen condiciones que motiven el establecimiento de negociaciones que permitan un alto al fuego próximo, aunque la necesidad de evitar escalamientos a conflictos regionales es una realidad. Aquellos conflictos que aparentan transitar a una fase de enfriamiento, como es el caso de Libia, Nagorno Karabaj, Siria, Etiopia o Afganistán, y los relativos a recientes revoluciones y golpes de Estado a lo largo del Sahel, no demuestran signos de mejoras significativas respecto a las situaciones humanitarias, riesgos a la población civil, o certeza de mayor estabilidad. Incluso, algunos de ellos adoptarán nuevos componentes, como es el caso del aumento de tensiones entre Etiopia y Somalia, posterior un alto al fuego delicado alcanzado en el Tigray en 2022 y en el que la Unión Africana fue medular.

Por otro lado, la gran cantidad de conflictos internacionales también presta espacio para el despliegue de esfuerzos individuales o colectivos de índole diplomática. Los intercambios de prisiones entre Ucrania y Rusia, en mediaciones impulsadas por Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, y la apertura de corredores para el tránsito de granos en el Mar Negro, en los que Türkiye presento aportaciones sustantivas, o el ingreso de ayuda humanitaria y liberación de prisioneros de Israel y Hamás, mediado por Egipto y Qatar, son ejemplos de algunos de los prácticas diplomáticas que, sin desestimar los alivios logrados, principalmente, han orbitado en la mitigación de los efectos más adversos. Hasta el momento, no ha sido posible consolidar esfuerzos diplomáticos con la cadencia suficiente para lograr treguas duraderas en los principales conflictos.

En contraste, hitos diplomáticos que habían sido escenarios para generar condiciones más estables transitan por una etapa distinta a aquella en la que fueron cimentados, por lo que pueden ser reevaluados. Los Acuerdos de Abraham en 2020, la Declaración Trilateral Conjunta entre Arabia Saudita, Irán y China en 2023, la delicadas rondas de conversaciones entre Yemen y Arabia Saudita, e incluso, tenues actos de entendimiento entre Estados Unidos e Irán a través de intercambios de detenidos y la mención de ciertas concesiones respecto a las sanciones económicas durante el año pasado, son un conjunto de avances temporales que actualmente se encuentran en frente a nuevos contextos, en algunos casos, comprometiendo su avance debido a la emergencia de nuevas tensiones regionales y una recalibración de prioridades geopolíticas.

Un frente temporal abierto en el Golfo de Adén y el Mar Rojo, con implicaciones en las rutas de navegación y las cadenas de suministro, así como, las fricciones en las inmediaciones fronterizas entre Irán y Pakistán o Argelia y Mali son piezas de domino que cuentan con el potencial de iniciar reacciones con límites difíciles de predecir para la estabilidad internacional.

Por su parte, actores no estatales permanecen en una tendencia en la que progresivamente aumentan su peso en diversos conflictos, funcionando como reguladores de temperatura, escalando y des escalando tensiones, en favor o en oposición a influencias externas, a fin de conseguir objetivos o concesiones particulares y tratando de adquirir legitimidad.

Así, la comunidad internacional está envuelta en un entorno convulso. La propia CSM o foros como el G20, actualmente bajo la presidencia de Brasil, serán espacios clave para el multilateralismo y la estabilidad. Por un lado, se traducirán en espacios únicos de reconocimiento de alcances, posturas, puntos de acuerdo o para establecer canales de comunicación. Por otro lado, los acercamientos bilaterales que se desarrollen paralelamente en estas cumbres se comportan, tradicionalmente, como momentos estratégicos, que, en 2024, por la complejidad de desarrollo geopolíticos e intersecciones de intereses, serán vertebrales para mantener equilibrios. La reunión bilateral entre Joe Biden y Xi Jingping en Bali en 2022 significó el enfriamiento de un momento crítico en el Pacífico, en 2024 se esperan encuentros de alto nivel que serán igualmente decisivos.

Más allá de lo explícito, cumbres y foros internacionales, entrelíneas, serán cruciales durante este año, puesto que serán marco de presentaciones oficiales de aquellas administraciones que comenzarán sus gestiones en próximos meses. Siete de los diez países más poblados del mundo sostendrán elecciones durante el 2024, del mismo modo que casi la mitad de los estados miembros del G20 -Estados Unidos India, Indonesia y México entre ellos-, además la mitad de los BRICS, e, inclusive, se esperan las elecciones al Parlamento Europeo, al inicio del segundo semestre.

En otros escenarios, ante los probables diques que limiten resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, al menos, respecto a los conflictos de mayor intensidad, instancias como la Corte Internacional de Justicia o la Corte Penal Internacional, comenzarán a contar con un mayor protagonismo en la resolución de controversias, a través del ordenamiento de medidas e incluso incidiendo en el resguardo del orden.

Mauricio D. Aceves es analista de asuntos migratorios y fronterizos, y temas contemporáneos del este de Europa y el Medio Oriente. Pueden seguirlo en X como @DaanMaur

Por Mauricio D. Aceves.

Durante de seis décadas, la Conferencia de Seguridad de Múnich (CSM) ha sido testigo de alternancias de brisas y tormentas para la seguridad internacional. En su edición número 60, a celebrarse del 16 al 18 de febrero, la obertura no es diferente. El panorama geopolítico navega abrumado por una agenda multidimensional poblada de riesgos.

Las proyecciones optimistas son limitadas debido a diversos elementos, entre ellos, las inercias de conflictos de alta intensidad y los retos de fondo para la reestructuración del sistema internacional que han impedido el éxito de los medios diplomáticos para la solución de conflictos, en ocasiones, involucrando estancamientos en instancias de organismos internacionales. Por otro lado, la incertidumbre relativa al calendario electoral global marcará la pauta de decisiones definitorias para muchas crisis.

Los conflictos en Gaza, Sudán, Ucrania, Myanmar continúan bajo dinámicas en las que no existen condiciones que motiven el establecimiento de negociaciones que permitan un alto al fuego próximo, aunque la necesidad de evitar escalamientos a conflictos regionales es una realidad. Aquellos conflictos que aparentan transitar a una fase de enfriamiento, como es el caso de Libia, Nagorno Karabaj, Siria, Etiopia o Afganistán, y los relativos a recientes revoluciones y golpes de Estado a lo largo del Sahel, no demuestran signos de mejoras significativas respecto a las situaciones humanitarias, riesgos a la población civil, o certeza de mayor estabilidad. Incluso, algunos de ellos adoptarán nuevos componentes, como es el caso del aumento de tensiones entre Etiopia y Somalia, posterior un alto al fuego delicado alcanzado en el Tigray en 2022 y en el que la Unión Africana fue medular.

Por otro lado, la gran cantidad de conflictos internacionales también presta espacio para el despliegue de esfuerzos individuales o colectivos de índole diplomática. Los intercambios de prisiones entre Ucrania y Rusia, en mediaciones impulsadas por Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, y la apertura de corredores para el tránsito de granos en el Mar Negro, en los que Türkiye presento aportaciones sustantivas, o el ingreso de ayuda humanitaria y liberación de prisioneros de Israel y Hamás, mediado por Egipto y Qatar, son ejemplos de algunos de los prácticas diplomáticas que, sin desestimar los alivios logrados, principalmente, han orbitado en la mitigación de los efectos más adversos. Hasta el momento, no ha sido posible consolidar esfuerzos diplomáticos con la cadencia suficiente para lograr treguas duraderas en los principales conflictos.

En contraste, hitos diplomáticos que habían sido escenarios para generar condiciones más estables transitan por una etapa distinta a aquella en la que fueron cimentados, por lo que pueden ser reevaluados. Los Acuerdos de Abraham en 2020, la Declaración Trilateral Conjunta entre Arabia Saudita, Irán y China en 2023, la delicadas rondas de conversaciones entre Yemen y Arabia Saudita, e incluso, tenues actos de entendimiento entre Estados Unidos e Irán a través de intercambios de detenidos y la mención de ciertas concesiones respecto a las sanciones económicas durante el año pasado, son un conjunto de avances temporales que actualmente se encuentran en frente a nuevos contextos, en algunos casos, comprometiendo su avance debido a la emergencia de nuevas tensiones regionales y una recalibración de prioridades geopolíticas.

Un frente temporal abierto en el Golfo de Adén y el Mar Rojo, con implicaciones en las rutas de navegación y las cadenas de suministro, así como, las fricciones en las inmediaciones fronterizas entre Irán y Pakistán o Argelia y Mali son piezas de domino que cuentan con el potencial de iniciar reacciones con límites difíciles de predecir para la estabilidad internacional.

Por su parte, actores no estatales permanecen en una tendencia en la que progresivamente aumentan su peso en diversos conflictos, funcionando como reguladores de temperatura, escalando y des escalando tensiones, en favor o en oposición a influencias externas, a fin de conseguir objetivos o concesiones particulares y tratando de adquirir legitimidad.

Así, la comunidad internacional está envuelta en un entorno convulso. La propia CSM o foros como el G20, actualmente bajo la presidencia de Brasil, serán espacios clave para el multilateralismo y la estabilidad. Por un lado, se traducirán en espacios únicos de reconocimiento de alcances, posturas, puntos de acuerdo o para establecer canales de comunicación. Por otro lado, los acercamientos bilaterales que se desarrollen paralelamente en estas cumbres se comportan, tradicionalmente, como momentos estratégicos, que, en 2024, por la complejidad de desarrollo geopolíticos e intersecciones de intereses, serán vertebrales para mantener equilibrios. La reunión bilateral entre Joe Biden y Xi Jingping en Bali en 2022 significó el enfriamiento de un momento crítico en el Pacífico, en 2024 se esperan encuentros de alto nivel que serán igualmente decisivos.

Más allá de lo explícito, cumbres y foros internacionales, entrelíneas, serán cruciales durante este año, puesto que serán marco de presentaciones oficiales de aquellas administraciones que comenzarán sus gestiones en próximos meses. Siete de los diez países más poblados del mundo sostendrán elecciones durante el 2024, del mismo modo que casi la mitad de los estados miembros del G20 -Estados Unidos India, Indonesia y México entre ellos-, además la mitad de los BRICS, e, inclusive, se esperan las elecciones al Parlamento Europeo, al inicio del segundo semestre.

En otros escenarios, ante los probables diques que limiten resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, al menos, respecto a los conflictos de mayor intensidad, instancias como la Corte Internacional de Justicia o la Corte Penal Internacional, comenzarán a contar con un mayor protagonismo en la resolución de controversias, a través del ordenamiento de medidas e incluso incidiendo en el resguardo del orden.

Mauricio D. Aceves es analista de asuntos migratorios y fronterizos, y temas contemporáneos del este de Europa y el Medio Oriente. Pueden seguirlo en X como @DaanMaur