/ domingo 11 de marzo de 2018

El lugar cálido y sin memoria de Andy Dufresne

Asuntos Pendientes Antes de Morir

En el tercio final de la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), Andy Dufresne (Tim Robbins) pregunta a su amigo Red (Morgan Freeman) si cree que abandonará alguna vez la prisión de Shawshank en la que ambos están recluidos. Red le responde que sí: “…un día, cuando tenga una larga barba blanca y dos o tres tornillos sueltos, me dejarán salir”.

Con una mueca que forcejea por convertirse en sonrisa, Dufresne replica: “Te diré a donde iría yo… Zihuatanejo (…) está en México. Un lugar pequeño en el Océano Pacífico. ¿Sabes qué dicen los mexicanos del Pacífico?”.

Extrañado por las palabras de Andy, Red responde que no. Dufresne entonces concluye: “Dicen que no tiene memoria… ahí es donde quiero vivir el resto de mi vida: un lugar cálido sin memoria”.

Días después, Andy Dufresne realiza la fuga más poética que ha existido en la historia de la literatura después de la de Edmond Dantès en El Conde de Montecristo (la historia de Dufresne está basada en el relato Rita Hayworth and Shawshank Redemption del escritor estadounidense Stephen King).

El año es 1966 y Andy Dufresne eventualmente llegará a Zihuatanejo; Red habrá de alcanzarlo un año más tarde. En la trama ideada por King y Darabont, la historia de Dufresne y Red es una ficción, no así ese lugar pequeño en el Oceáno Pacífico: “Un lugar cálido y sin memoria”.

Zihuatanejo es tan solo uno de los cientos de lugares, cálidos y sin memoria, que existen en México. Y pese a las objeciones que seguramente esgrimirían Frank Darabont y Stephen King, bien podríamos sustituirlo por cualquier otro sitio. San Miguel de Allende, por ejemplo. Ese otrora pueblo, hoy ciudad, que hace ya varias décadas se convirtió en un cementerio de elefantes en tanto cientos de ciudadanos estadounidenses de la tercera edad lo convirtieron en su residencia de retiro.

En otro tiempo (las décadas de 1960, 1970, 1980 y acaso 1990) Acapulco habría sido el lugar elegido por Andy Dufresne. En tiempos más recientes, Puerto Vallarta y Veracruz. En el pasado inmediato Los Cabos, Cancún, Morelia, Playa del Carmen, Cozumel. Y, todavía y por fortuna, Puebla, Huatulco, Mérida, Oaxaca.

¿Sabes qué dicen los mexicanos del Pacífico? Dicen que no tiene memoria…

Cuando eres feliz, la falta de memoria es un defecto virtuoso en tanto aquello que contemplas, y que te contempla, no será un recuerdo adquirido tiempo antes ni un pecado cometido el día de hoy. No olvidarás, porque no tendrás nada que olvidar, ni serás el protagonista de un recuerdo feliz o doloroso. Siendo apenas un grano de arena al que el mar puede mojar o no, serás tan sólo una partícula infinitesimal de un todo que no te importará comprender ni entender. Y, sin embargo, por una absurda ecuación filosófica, serás al mismo tiempo el todo: casi el Universo. O, si lo ambicionas lo suficiente, el Universo mismo.

En días recientes, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en algo menos de 24 horas, 15 personas fueron asesinadas, ocho de ellas mutiladas en cada articulación posible, y abandonadas en una camioneta como si fueran basura.

En días recientes, un ferry que cruza de Playa del Carmen a la isla de Cozumel, registró una explosión en la que resultaron heridas al menos tres decenas de personas, entre mexicanos y extranjeros. Poco después, en otro ferry que cubría la misma ruta, fueron descubiertos explosivos adosados al casco del barco.

En días más o menos recientes, los gobiernos de Estados Unidos, Alemania y Canadá emitieron mensajes de alerta en los que advertían a sus ciudadanos evitar o abstenerse de visitar ciertas ciudades de México, cuando no cancelar cualquier viaje de vacaciones o negocios a este país.

Hace unos días, un estudio hecho público por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, una asociación civil de México, situó a la ciudad de Los Cabos, en Baja California Sur, como la más violenta del mundo durante el año 2017. Y a otras cuatro ciudades de México (Acapulco, Tijuana, La Paz, Ciudad Victoria) dentro del top ten de las ciudades más violentas del planeta. Motivados políticamente por las cercanas elecciones presidenciales en México quizá exageraron. Quizá no.

La falta de memoria, la ambición del futuro, mantiene a los políticos mexicanos y a sus esbirros, empecinados en una lucha por desacreditar a sus oponentes políticos mientras el país se desangra, de manera literal, y no precisamente poco a poco, sino de manera obscena.

México hoy es la Colombia de las décadas de 1980 y 1990, pero a Andrés Manuel López Obrador, a Ricardo Anaya, a José Antonio Meade, a Margarita Zavala, a Jaime Rodríguez, candidatos a la Presidencia de México, eso no les importa.

Pese a todo, este país —por una o varias razones que hoy resultan incomprensibles— sigue atrayendo a los extranjeros.

Hacia el final de The Shawshank Redemption, Red compra un billete de autobús con rumbo a Fort Hancock, Texas, con la esperanza de cruzar la frontera, y encontrarse más tarde con Andy en ese “lugar pequeño del Oceáno Pacífico: Zihuatanejo”.

Mientras un autobús atraviesa pueblos, caminos y ciudades, una voz en off se escucha: “Ojalá pueda cruzar la frontera. Ojalá pueda ver a mi amigo y darle la mano. Ojalá que el Océano Pacífico sea tan azul como lo vi en mis sueños. Ojalá…”

Ojalá, alguna vez —y ojalá sea pronto—, ese lugar del que hablaba Andy Dufresne vuelva a ser ese sitio “cálido y sin memoria… en el que quiero vivir el resto de mi vida”.

Ojalá

Asuntos Pendientes Antes de Morir

En el tercio final de la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), Andy Dufresne (Tim Robbins) pregunta a su amigo Red (Morgan Freeman) si cree que abandonará alguna vez la prisión de Shawshank en la que ambos están recluidos. Red le responde que sí: “…un día, cuando tenga una larga barba blanca y dos o tres tornillos sueltos, me dejarán salir”.

Con una mueca que forcejea por convertirse en sonrisa, Dufresne replica: “Te diré a donde iría yo… Zihuatanejo (…) está en México. Un lugar pequeño en el Océano Pacífico. ¿Sabes qué dicen los mexicanos del Pacífico?”.

Extrañado por las palabras de Andy, Red responde que no. Dufresne entonces concluye: “Dicen que no tiene memoria… ahí es donde quiero vivir el resto de mi vida: un lugar cálido sin memoria”.

Días después, Andy Dufresne realiza la fuga más poética que ha existido en la historia de la literatura después de la de Edmond Dantès en El Conde de Montecristo (la historia de Dufresne está basada en el relato Rita Hayworth and Shawshank Redemption del escritor estadounidense Stephen King).

El año es 1966 y Andy Dufresne eventualmente llegará a Zihuatanejo; Red habrá de alcanzarlo un año más tarde. En la trama ideada por King y Darabont, la historia de Dufresne y Red es una ficción, no así ese lugar pequeño en el Oceáno Pacífico: “Un lugar cálido y sin memoria”.

Zihuatanejo es tan solo uno de los cientos de lugares, cálidos y sin memoria, que existen en México. Y pese a las objeciones que seguramente esgrimirían Frank Darabont y Stephen King, bien podríamos sustituirlo por cualquier otro sitio. San Miguel de Allende, por ejemplo. Ese otrora pueblo, hoy ciudad, que hace ya varias décadas se convirtió en un cementerio de elefantes en tanto cientos de ciudadanos estadounidenses de la tercera edad lo convirtieron en su residencia de retiro.

En otro tiempo (las décadas de 1960, 1970, 1980 y acaso 1990) Acapulco habría sido el lugar elegido por Andy Dufresne. En tiempos más recientes, Puerto Vallarta y Veracruz. En el pasado inmediato Los Cabos, Cancún, Morelia, Playa del Carmen, Cozumel. Y, todavía y por fortuna, Puebla, Huatulco, Mérida, Oaxaca.

¿Sabes qué dicen los mexicanos del Pacífico? Dicen que no tiene memoria…

Cuando eres feliz, la falta de memoria es un defecto virtuoso en tanto aquello que contemplas, y que te contempla, no será un recuerdo adquirido tiempo antes ni un pecado cometido el día de hoy. No olvidarás, porque no tendrás nada que olvidar, ni serás el protagonista de un recuerdo feliz o doloroso. Siendo apenas un grano de arena al que el mar puede mojar o no, serás tan sólo una partícula infinitesimal de un todo que no te importará comprender ni entender. Y, sin embargo, por una absurda ecuación filosófica, serás al mismo tiempo el todo: casi el Universo. O, si lo ambicionas lo suficiente, el Universo mismo.

En días recientes, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en algo menos de 24 horas, 15 personas fueron asesinadas, ocho de ellas mutiladas en cada articulación posible, y abandonadas en una camioneta como si fueran basura.

En días recientes, un ferry que cruza de Playa del Carmen a la isla de Cozumel, registró una explosión en la que resultaron heridas al menos tres decenas de personas, entre mexicanos y extranjeros. Poco después, en otro ferry que cubría la misma ruta, fueron descubiertos explosivos adosados al casco del barco.

En días más o menos recientes, los gobiernos de Estados Unidos, Alemania y Canadá emitieron mensajes de alerta en los que advertían a sus ciudadanos evitar o abstenerse de visitar ciertas ciudades de México, cuando no cancelar cualquier viaje de vacaciones o negocios a este país.

Hace unos días, un estudio hecho público por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, una asociación civil de México, situó a la ciudad de Los Cabos, en Baja California Sur, como la más violenta del mundo durante el año 2017. Y a otras cuatro ciudades de México (Acapulco, Tijuana, La Paz, Ciudad Victoria) dentro del top ten de las ciudades más violentas del planeta. Motivados políticamente por las cercanas elecciones presidenciales en México quizá exageraron. Quizá no.

La falta de memoria, la ambición del futuro, mantiene a los políticos mexicanos y a sus esbirros, empecinados en una lucha por desacreditar a sus oponentes políticos mientras el país se desangra, de manera literal, y no precisamente poco a poco, sino de manera obscena.

México hoy es la Colombia de las décadas de 1980 y 1990, pero a Andrés Manuel López Obrador, a Ricardo Anaya, a José Antonio Meade, a Margarita Zavala, a Jaime Rodríguez, candidatos a la Presidencia de México, eso no les importa.

Pese a todo, este país —por una o varias razones que hoy resultan incomprensibles— sigue atrayendo a los extranjeros.

Hacia el final de The Shawshank Redemption, Red compra un billete de autobús con rumbo a Fort Hancock, Texas, con la esperanza de cruzar la frontera, y encontrarse más tarde con Andy en ese “lugar pequeño del Oceáno Pacífico: Zihuatanejo”.

Mientras un autobús atraviesa pueblos, caminos y ciudades, una voz en off se escucha: “Ojalá pueda cruzar la frontera. Ojalá pueda ver a mi amigo y darle la mano. Ojalá que el Océano Pacífico sea tan azul como lo vi en mis sueños. Ojalá…”

Ojalá, alguna vez —y ojalá sea pronto—, ese lugar del que hablaba Andy Dufresne vuelva a ser ese sitio “cálido y sin memoria… en el que quiero vivir el resto de mi vida”.

Ojalá

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