/ martes 23 de junio de 2020

Changos

Mirar hacia adentro

En el ánimo de continuar abonando lecturas sobre mitos y leyendas de la cultura morelense que se pueden hacer en familia, e inspirado en el aguacero torrencial de inicio de semana, les presento mi versión del Mito del Chango o Mono, procedente de Tetelcingo, basado en la que aparece en el “Atlas Etnográfico de Los Pueblos Nahuas de Morelos”:

En cierta ocasión, la gente comenzó a reunirse a orar en las iglesias. En ese tiempo, un marido se dio cuenta que su mujer lo abandonaba por las noches. Al principio no le dio importancia, pero como esto seguía sucediendo comenzó a preocuparse, decidiendo seguirla y averiguar a dónde se dirigía en sus salidas nocturnas. Esa noche él se hizo el dormido y su esposa se levantó del lecho y salió de la casa. El marido la siguió sin que ella se diera cuenta y así se enteró que ella se dirigía a una iglesia donde la gente se reunía para bailar y cantar al Señor. Después de esto regresó a su casa y se hizo el dormido. Al regresar ella, no le dijo nada así es que ambos durmieron. Al pasar de los días, una mañana el esposo comenzó a cantarle a su hijo tal y como había escuchado que lo hacían en la iglesia; al escucharlo su mujer, con lágrimas en los ojos le preguntó que dónde había oído esos cantos. Él le respondió que en ningún lado y que nomás los había inventado. “Nosotras no nomás cantamos porque cantamos, lo hacemos porque el mundo se va a perder, va a cambiar” le contestó llorando su esposa, sintiendo lástima por la renovación del mundo. Oyendo esto, el marido le repuso: “Estás loca, cómo va a renovarse el mundo, cómo se va a perder”. Entonces ella le contó sobre la fecha en que esto sucedería, le dijo también que ella se iba a ir, pero que él se tendría que quedar, que sucedería un gran diluvio y que para que no le pasara nada cortara el tronco más ancho y más largo que pudiera encontrar, que en él pusiera sus cosas y allí se guareciera hasta que el tronco no se mueva o menee más y que hasta entonces saliera.

El diluvio comenzó y así hizo el marido, saliendo del tronco hasta que se estuvo quieto. Al salir vio la tierra muy brillante, la tierra brillaba mucho y el mar estaba repleto de peces, así es que comenzó a hacer fuego y comer pescados. La tierra se fue llenando de humo y el Señor, desde el cielo, vio esa humareda y se preguntó quién está allí abajo y humea tanto. Mandó entonces un halcón para que fuera a ver y le avisara, pero al bajar el ave y ver al hombre, éste lo invitó a comer junto a él, así es que el halcón ya no volvió más al Señor. Como no tuvo respuesta y el humo continuaba, el Señor del Cielo mandó otra ave, esta vez un zopilote y le dijo que fuera a ver quién continuaba humeando, advirtiéndole que no comiera nada allá en la tierra, pero lo mismo ocurrió y el zopilote no volvió. Llamó entonces una paloma blanca y le dijo:” Ve allá en la tierra y observa quién es el que humea y regresa; me dices quién es y qué hace”. Bajó la paloma y vio lo que se hacía y quién lo hacía y al regresar con el Señor le dijo que era una persona la que hacía el humo y que se alimentaba de peces y estaba sola. Entonces el Señor le envió una pareja para que le hiciera compañía, pero para que no platicase todo lo vivido en el diluvio, los convirtió en changos y continuó creando otras especies.

En el ánimo de continuar abonando lecturas sobre mitos y leyendas de la cultura morelense que se pueden hacer en familia, e inspirado en el aguacero torrencial de inicio de semana, les presento mi versión del Mito del Chango o Mono, procedente de Tetelcingo, basado en la que aparece en el “Atlas Etnográfico de Los Pueblos Nahuas de Morelos”:

En cierta ocasión, la gente comenzó a reunirse a orar en las iglesias. En ese tiempo, un marido se dio cuenta que su mujer lo abandonaba por las noches. Al principio no le dio importancia, pero como esto seguía sucediendo comenzó a preocuparse, decidiendo seguirla y averiguar a dónde se dirigía en sus salidas nocturnas. Esa noche él se hizo el dormido y su esposa se levantó del lecho y salió de la casa. El marido la siguió sin que ella se diera cuenta y así se enteró que ella se dirigía a una iglesia donde la gente se reunía para bailar y cantar al Señor. Después de esto regresó a su casa y se hizo el dormido. Al regresar ella, no le dijo nada así es que ambos durmieron. Al pasar de los días, una mañana el esposo comenzó a cantarle a su hijo tal y como había escuchado que lo hacían en la iglesia; al escucharlo su mujer, con lágrimas en los ojos le preguntó que dónde había oído esos cantos. Él le respondió que en ningún lado y que nomás los había inventado. “Nosotras no nomás cantamos porque cantamos, lo hacemos porque el mundo se va a perder, va a cambiar” le contestó llorando su esposa, sintiendo lástima por la renovación del mundo. Oyendo esto, el marido le repuso: “Estás loca, cómo va a renovarse el mundo, cómo se va a perder”. Entonces ella le contó sobre la fecha en que esto sucedería, le dijo también que ella se iba a ir, pero que él se tendría que quedar, que sucedería un gran diluvio y que para que no le pasara nada cortara el tronco más ancho y más largo que pudiera encontrar, que en él pusiera sus cosas y allí se guareciera hasta que el tronco no se mueva o menee más y que hasta entonces saliera.

El diluvio comenzó y así hizo el marido, saliendo del tronco hasta que se estuvo quieto. Al salir vio la tierra muy brillante, la tierra brillaba mucho y el mar estaba repleto de peces, así es que comenzó a hacer fuego y comer pescados. La tierra se fue llenando de humo y el Señor, desde el cielo, vio esa humareda y se preguntó quién está allí abajo y humea tanto. Mandó entonces un halcón para que fuera a ver y le avisara, pero al bajar el ave y ver al hombre, éste lo invitó a comer junto a él, así es que el halcón ya no volvió más al Señor. Como no tuvo respuesta y el humo continuaba, el Señor del Cielo mandó otra ave, esta vez un zopilote y le dijo que fuera a ver quién continuaba humeando, advirtiéndole que no comiera nada allá en la tierra, pero lo mismo ocurrió y el zopilote no volvió. Llamó entonces una paloma blanca y le dijo:” Ve allá en la tierra y observa quién es el que humea y regresa; me dices quién es y qué hace”. Bajó la paloma y vio lo que se hacía y quién lo hacía y al regresar con el Señor le dijo que era una persona la que hacía el humo y que se alimentaba de peces y estaba sola. Entonces el Señor le envió una pareja para que le hiciera compañía, pero para que no platicase todo lo vivido en el diluvio, los convirtió en changos y continuó creando otras especies.

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