[Extranjeros en Morelos] Tepoztlán, tierra de curanderos y mágicos

En el Pueblo Mágico existen tres tipos de practicantes de la salud, escribió en 1943, el antropólogo estadounidense Oscar Lewis

José N. Iturriaga | Colaborador El Sol de Cuernavaca

  · miércoles 1 de junio de 2022

“En Tepoztlán existen tres tipos de practicantes de la salud: los curanderos, los ‘mágicos’ y el doctor". / Archivo | El Sol de Cuernavaca

El antropólogo estadounidense Oscar Lewis, famoso por su libro Los hijos de Sánchez basado en México, escribió un ensayo titulado “Tepoztlán en 1943”. De él son estos fragmentos:

“En el poblado se hablan tanto el castellano como el náhuatl, lenguas de los indígenas nativos. Casi la mitad de los habitantes son bilingües y los demás sólo hablan español”.

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“El poblado está dividido en siete barrios, cada uno con su santo patrono, organización religiosa interna, festivales y terrenos que trabajan colectivamente los hombres del barrio para el mantenimiento de la capilla. Existe un considerable espíritu de equipo en los habitantes de cada barrio, lo que lleva a trabajar en forma de una unidad cooperativa”.

“En Tepoztlán existen tres tipos de practicantes de la salud: los curanderos, los ‘mágicos’ y el doctor. Los curanderos son los más numerosos: son principalmente mujeres y reciben visitas de pacientes con mayor frecuencia, cobran pequeños honorarios de 25 o 50 centavos. Existen dos mágicos, hombres que usan las hierbas empleadas por los curanderos, pero también recurren al espiritismo y la magia, a ellos se les teme por su gran poder; sus honorarios son más cuantiosos y varían entre uno y diez pesos. Los curanderos y los mágicos son, por supuesto, tepoztecos. El doctor es un fuereño que reside en el poblado, se anuncia como médico, pero no tiene adiestramiento profesional; sus honorarios llegan hasta cien pesos”.

“Los remedios tradicionales para el ‘mal de ojo’ y los ‘sustos’ entrañan una combinación de creencias populares, la antigua herbolaria y las costumbres católicas. Se cree que un niño es víctima del mal de ojo si llega a casa llorando y muy alterado; se abre un huevo y se coloca la yema en un vaso: el causante del mal de ojo es hombre si aparécese en la yema una mancha larga en forma de ojo, y mujer si la mancha es redonda. Se cambia de vestimenta al niño y se le hace una ‘limpia’. A algunos niños se les cura haciéndoles la limpia en la frente, trazando con la lengua una cruz”.

“El susto es una enfermedad por la cual los niños se tornan tristes o pálidos, la curan mujeres que pueden ‘alejar a las sombras’ que los afligen. Estas curanderas guardan una cantidad de cedro en polvo, palma y laurel bendito, que arrojan sobre la cabeza, el pecho, las muñecas, las palmas de la mano, la nuca y los orificios nasales del niño enfermo. Al tiempo que hace esto último, la mujer reza el credo, al terminar sujeta la cabeza del niño y grita que la sombra debe alejarse y ya no debe asustar al niño. Algunas curan el susto haciendo que el sacerdote lea los evangelios sobre el niño en presencia del padrino de este último, el cual corresponde a su sexo”.

“El curandero más famoso de Tepoztlán es Rosalino Vargas, a quien se conoce como don Rosas. Se cree que es un brujo poderoso y muchos lugareños le temen. Algunas personas afirman haberlo visto cabalgar por el poblado a la media noche, con una larga capa negra echando chispas por sus ojos y su boca. Don Rosas, quien usa frecuentemente el miedo que inspira para su propio provecho, tiene varios enemigos y por lo menos tres de ellos han intentado asesinarlo en años recientes. Don Rosas tiene una posición económica acomodada y su práctica como curandero es floreciente. Le ayudan siete mujeres, se rumora que son sus queridas y duermen con él en forma alternada, una cada día de la semana”.

“Las personas del poblado, con base en su propia interpretación de las enfermedades, se acercan a los médicos con desconfianza, bajo el supuesto de que no conocen completamente algunos tipos de enfermedades, como las resultantes de humores malos o algunas vinculadas con la diferencia entre lo frío y lo caliente”.





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Miriam Estrada Dorantes

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