Hubo en tiempo en que Morelos era conocido como la capital del conocimiento, colocándose entre las mejores siete entidades federativas del país en cuanto a potencial innovador, llegando a posicionarse en el noveno lugar con 36 patentes solicitadas cada año, según datos del Índice Mexicano de Competitividad.
La ciencia, la tecnología y la innovación han cobrando creciente relevancia en los últimos años y se han transformado en un determinante fundamental de las posibilidades para crecer y competir en el mercado mundial.
De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la innovación es un elemento central en la estrategia de desarrollo de los países. Esta es definida como un proceso dinámico de interacción que une agentes que trabajan guiados por incentivos de mercado (como las empresas) y otras instituciones (como los centros públicos de investigación y las instituciones académicas) que actúan de acuerdo a estrategias y reglas que responden a otros mecanismos y esquemas de incentivos. Sin embargo, en la actualidad su explotación económica y financiamiento han disminuido por cuestiones políticas, como ocurrió en noviembre de 2020 cuando la Cámara de Diputados federal aprobó modificaciones a la Ley de Ciencia y Tecnología estatal, que extinguieron todos los fondos para la investigación del país.
A nivel nacional, de acuerdo a una última medición con fecha de 2018, la participación de las actividades científicas y tecnológicas al PIB alcanzaron el .59 por ciento, incluyendo aquí las aportaciones federales, estatales, de universidades y del sector privado.
Brenda Valderrama Blanco, secretaria de Vinculación del Instituto de Biotecnología de la UNAM, confirmó que al día de hoy, a nivel estatal, trabajan en la ciencia mil 597 investigadores, de los cuales mil 157 forman parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
En su columna para El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla con fecha 13 de febrero de 2022 y titulada Más ciencia, menos obediencia, la expresidenta de la Academia de la Ciencia de Morelos, expresó que la formación de jóvenes en la investigación científica en México se constituyó con tres componentes.
El primero era la detección y formación de talentos en sus etapas iniciales, el segundo el fomento a la formación de los jóvenes investigadores con becas y apoyos, y el tercero su instalación y acompañamiento con financiamiento para proyectos de investigación.
Si bien en los últimos años se había logrado un avance significativo en lo relativo a becas y apoyos a estudiantes, -durante el periodo 2012-2018 el Conacyt benefició a 198 mil jóvenes, incluyendo dos mil 400 especializados en el sector energético-, manifestó que ven con preocupación que entre 2018 y 2020 se redujeron las becas nuevas de posgrado en un ocho por ciento, pasando de 25 mil a 23 mil.
Esta tendencia, aseguró la doctora, ha sido aún más severa en lo relativo a las becas al extranjero, donde la disminución ha sido del 86 por ciento, pasando de mil 443 en 2018 a tan solo 191 en 2021 “priorizando, además, la formación de especialistas en salud en Cuba”. Esto se tradujo a que en el año pasado el Conacyt asignó solo una beca de repatriación “habiendo miles de jóvenes investigadores mexicanos varados en el extranjero”.
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