/ sábado 7 de agosto de 2021

[Especial] Maximiliano descubrió el paraíso en El Olindo

Todos los días el emperador de México visitaba su casa en Acapantzingo, hoy el Jardín Etnobotánico

Hermano del emperador Francisco José del imperio austrohúngaro, Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) fue fusilado en Querétaro como desenlace de su aventura mexicana, a la cual lo arrastró su ambiciosa esposa Carlota, ansiosa por coronarse emperatriz. Los siguientes fragmentos de cartas que le envió el desventurado austriaco a su consorte belga, contrastan en su afectuoso lenguaje con un hecho históricamente demostrado: esa pareja no mantuvo, cuando menos en México, una vida marital. Dormían en habitaciones separadas y los rumores oscilaban desde la homosexualidad o impotencia de Maximiliano, hasta las amantes que se le atribuían, una de ellas cuernavacense. También a su esposa se le achacó una relación extramatrimonial.

Desde la capital del actual estado de Morelos, así le escribía a Carlota en febrero de 1866: “Hoy comimos todos en Acapatzingo, es decir, en Olindo [actual Jardín Etnobotánico], donde antes de la comida puse la primera piedra de la nueva casa. Con este motivo, ofrecí una pequeña fiesta popular, con comida y baile, a mis nuevos vecinos”.

En marzo, le decía: “Después de haber pasado 12 horas en el camino, hemos llegado sin novedad a Cuernavaca, que está más hermosa que nunca […]”

“Lo paradisíaco consiste en la incomparablemente bella naturaleza. El aire es sano y bienhechor […] El profesor [Billimeck] de nuevo ha encontrado los más bellos insectos y, lo que es más valioso, totalmente nuevos. Todos los días voy a Acapatzingo, que es seductoramente bello y donde Knechtel [el jardinero] ha logrado maravillas de trabajo y buen gusto. El calor resulta ahora ya benéfico como en junio en Miramar y, gracias a Dios, se suda ya en firme. Hoy tomé por primera vez café de Olindo que, desde luego, encontré excelente […]”

“Tenemos aquí un clima hermosísimo y todos se sienten bien y renovados […] Cómo lamento su mal clima [en la ciudad de México], ¡si pudiera mandarles un poquito de nuestro calor de aquí! […]”

El clima de Cuernavaca para Maximiliano era paradisiaco / Maritza Cuevas | El Sol de Cuernavaca

“Aquí hasta la lluvia es bella y olorosa […] un clima siempre bello, un aire siempre acariciador; una vida siempre tranquila y callada y todos los días uno o dos paseos a caballo. Olindo progresa mucho y se convertirá de hecho en un pequeño paraíso, lleno de las más bellas flores y de los arbustos más florecientes. El profesor [Billimeck] apresa una y otra vez a los animales más curiosos […]”

“Ayer dimos una pequeña fiesta en los ojos de agua [¿de Gualupita?] a los valientes húsares de Khevenhüller [la escolta de Maximiliano], que salió muy bien y en la que reinó gran entusiasmo. Por el mucho trabajo casi no pude ir al bello y paradisíaco Olindo.”

En mayo de ese 1866, Maximiliano estaba en México y era Carlota la que disfrutaba nuestra ciudad: “Qué contento estoy de saber que llegaste felizmente a la bella y amable Cuernavaca. La estancia te hará bien, pues es un verdadero bálsamo para todos […]”

“Cómo me alegro de que la encantadora Cuernavaca te haga de nuevo tanto bien y de que te alegre, vida mía, esta estancia tranquila y florida. Ojalá pudiera yo compartir pronto contigo esas calladas alegrías; cuento las horas y los días para poder escapar nuevamente de aquí. En mi próxima estancia yo también visitaré un poco de los bellos alrededores, que no conozco hasta ahora. También deberías empezar a pintar de nuevo, en Cuernavaca hay tantos motivos tan bellos e interesantes.”

De vuelta en esta ciudad, escribía el frustrado emperador (o como el pueblo le decía, empeorador): “Ayer trabajé todo el día y sólo ya anocheciendo fui con todo mi séquito al encantador Olindo, que gana cada día en belleza y encanto […] Cada vez está más agradable y es de esperar que podamos habitarlo ya en noviembre”.

Los ojos de agua de Gualupita, hoy el Parque Melchor Ocampo, fueron testigos de varias fiestas ofrecidas por la pareja / Adrián Oliván | El Sol de Cuernavaca

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Hermano del emperador Francisco José del imperio austrohúngaro, Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) fue fusilado en Querétaro como desenlace de su aventura mexicana, a la cual lo arrastró su ambiciosa esposa Carlota, ansiosa por coronarse emperatriz. Los siguientes fragmentos de cartas que le envió el desventurado austriaco a su consorte belga, contrastan en su afectuoso lenguaje con un hecho históricamente demostrado: esa pareja no mantuvo, cuando menos en México, una vida marital. Dormían en habitaciones separadas y los rumores oscilaban desde la homosexualidad o impotencia de Maximiliano, hasta las amantes que se le atribuían, una de ellas cuernavacense. También a su esposa se le achacó una relación extramatrimonial.

Desde la capital del actual estado de Morelos, así le escribía a Carlota en febrero de 1866: “Hoy comimos todos en Acapatzingo, es decir, en Olindo [actual Jardín Etnobotánico], donde antes de la comida puse la primera piedra de la nueva casa. Con este motivo, ofrecí una pequeña fiesta popular, con comida y baile, a mis nuevos vecinos”.

En marzo, le decía: “Después de haber pasado 12 horas en el camino, hemos llegado sin novedad a Cuernavaca, que está más hermosa que nunca […]”

“Lo paradisíaco consiste en la incomparablemente bella naturaleza. El aire es sano y bienhechor […] El profesor [Billimeck] de nuevo ha encontrado los más bellos insectos y, lo que es más valioso, totalmente nuevos. Todos los días voy a Acapatzingo, que es seductoramente bello y donde Knechtel [el jardinero] ha logrado maravillas de trabajo y buen gusto. El calor resulta ahora ya benéfico como en junio en Miramar y, gracias a Dios, se suda ya en firme. Hoy tomé por primera vez café de Olindo que, desde luego, encontré excelente […]”

“Tenemos aquí un clima hermosísimo y todos se sienten bien y renovados […] Cómo lamento su mal clima [en la ciudad de México], ¡si pudiera mandarles un poquito de nuestro calor de aquí! […]”

El clima de Cuernavaca para Maximiliano era paradisiaco / Maritza Cuevas | El Sol de Cuernavaca

“Aquí hasta la lluvia es bella y olorosa […] un clima siempre bello, un aire siempre acariciador; una vida siempre tranquila y callada y todos los días uno o dos paseos a caballo. Olindo progresa mucho y se convertirá de hecho en un pequeño paraíso, lleno de las más bellas flores y de los arbustos más florecientes. El profesor [Billimeck] apresa una y otra vez a los animales más curiosos […]”

“Ayer dimos una pequeña fiesta en los ojos de agua [¿de Gualupita?] a los valientes húsares de Khevenhüller [la escolta de Maximiliano], que salió muy bien y en la que reinó gran entusiasmo. Por el mucho trabajo casi no pude ir al bello y paradisíaco Olindo.”

En mayo de ese 1866, Maximiliano estaba en México y era Carlota la que disfrutaba nuestra ciudad: “Qué contento estoy de saber que llegaste felizmente a la bella y amable Cuernavaca. La estancia te hará bien, pues es un verdadero bálsamo para todos […]”

“Cómo me alegro de que la encantadora Cuernavaca te haga de nuevo tanto bien y de que te alegre, vida mía, esta estancia tranquila y florida. Ojalá pudiera yo compartir pronto contigo esas calladas alegrías; cuento las horas y los días para poder escapar nuevamente de aquí. En mi próxima estancia yo también visitaré un poco de los bellos alrededores, que no conozco hasta ahora. También deberías empezar a pintar de nuevo, en Cuernavaca hay tantos motivos tan bellos e interesantes.”

De vuelta en esta ciudad, escribía el frustrado emperador (o como el pueblo le decía, empeorador): “Ayer trabajé todo el día y sólo ya anocheciendo fui con todo mi séquito al encantador Olindo, que gana cada día en belleza y encanto […] Cada vez está más agradable y es de esperar que podamos habitarlo ya en noviembre”.

Los ojos de agua de Gualupita, hoy el Parque Melchor Ocampo, fueron testigos de varias fiestas ofrecidas por la pareja / Adrián Oliván | El Sol de Cuernavaca

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