/ jueves 20 de julio de 2017

Se juegan la vida en cada salto

A dos mil 500 pies de altura, la vista que ofrece el mundo es deuna belleza impactante. Ese paisaje, ajeno a la mayoría de loshombres, fue lo último que vieron los ojos de aquel soldado.

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Al arrojarse, su arma se quedó colgada con la cinta estáticay, aunque hizo todo lo posible por liberarse, ya no pudo abrir suparacaídas. Desde el avión, sus compañeros vieron cómo sucuerpo se fue dando de golpes en la plataforma, hasta que quedóinconsciente.

Tomás Rosales Martínez tenía entonces 20 años y hacía sóloseis meses que se había incorporado a la Brigada de FusilerosParacaidistas de la Fuerza Aérea Mexicana. Para él, fue laprimera vez que vio morir a un compañero tras lanzarse desde elcielo, deseando, con todo su corazón, que nunca le pasara lomismo.

◗ Brigada de águilas Creada en 1946 como una unidad deparacaidistas del Ejército Mexicano, la Brigada de FusilerosParacaidistas nació oficialmente el 15 de mayo de 1952 y es ungrupo de élite o de "sangre fría", llamado así porque susmisiones siempre son cumplidas, sin importar su tipo, naturaleza,complejidad, irregularidad o clandestinidad.

Al ver entrenar a aquellos hombres en el III Regimiento Blindadode Cuernavaca, el joven Tomás supo que el destino lo estaballamando y no pudo decirle que no.

"Llegaban de todas las unidades... de infantería, caballería yparacaidismo, y vi que ellos sobresalían porque los traían conacondicionamiento más pesado, así que me acerqué a preguntar.Solicité el curso y me lo dieron", recuerda don Tomás, a sus 46años de edad.

Después de haber pasado por un duro entrenamiento en el CampoMilitar No. 1, en el entonces Distrito Federal, finalmente segraduó como paracaidista en 1991. Durante los tres años queestuvo en servicio, Tomás formó parte de varias misionesrelacionadas con la lucha contra el narcotráfico en Chihuahua,Guerrero, Sinaloa, Oaxaca y Michoacán, realizando un total de 25saltos.

"Cuando uno va a pisar tierra empieza la preocupación deencomendarse a Dios, pedirle caer bien, porque solamente Dios sabelo que pasará", explica.

Para él, dejarse caer y acariciar por el viento es laexperiencia más cercana a volar. Estando en el aire, Tomás hacíagiros hacia un lado y otro, en cada uno de los cuales semaravillaba de poder sentirse cercano a las águilas y a lapresencia de Dios. Él, sin alas, tenía la oportunidad deconvertirse en algo más cada vez que daba un salto:

"Es algo muy bonito, porque te das el gusto de ver hasta dondealcanza tu vista; y haces un giro y volteas a ver al otro lado, yves más... Esto ocurre por cerca de un minuto y medio, que es loque dura el salto, y es ahí donde uno se da cuenta que forma partede la hermandad de las águilas, porque a lo mejor no tenemos alas,pero podemos volar en el aire con esa satisfacción, con esegusto...", relata.

◗ La hermandad en las alturas Con el corazón palpitandofuerte, Tomás habla de lo mucho que aprendió sirviendo en elEjército mexicano.

Aunque formaba parte de una de las unidades más prestigiosas dela Fuerza Aérea, cuyos integrantes sólo le responden alsecretario de Defensa y al presidente de la República, estar allíle permitió explorar los ámbitos más sensibles de la naturalezahumana, a través de la humildad y la amistad.

"Me gustó tanto, que si volviera a nacer lo volvería a hacer,porque ahí es donde uno aprende a tener la hermandad con losdemás, donde un pan se lo pueden comer entre cinco o seispersonas", recuerda.

A la par del compañerismo, su creencia en Dios también sefortaleció. Ocurrió en instantes en donde, antes de darse porvencido, Tomás recobró sus sentidos durante un salto que lohabía condenado a la muerte, pero del que logró sobrevivir sinningún rasguño:

◗ Pedalear en el aire para sobrevivir Aquel día, después delanzarse del avión, Tomás hizo un giro inesperado, demasiadoligero como para ser descrito, pero suficiente para que sus pies seenredaran con las cuerdas del paracaídas. "Me enredé, pero sabíaqué tenía que hacer".

Mientras caía en picada, con el paracaídas enredado desde suspies, lo único que se le ocurrió fue tratar de pedalear. Como sicondujera una bicicleta en dirección vertical, sus piernasfinalmente lograron desenredarse y el paracaídas se abrió encimade él. ¡Lo había logrado!

"Siempre puede haber una incidencia: puedes caer en árboles, yel viento te puede llevar a lugares donde no debe: a cables de altatensión, construcciones y agua, pero es en los árboles donde unocae con más frecuencia.

A dos mil 500 pies de altura, la vista que ofrece el mundo es deuna belleza impactante. Ese paisaje, ajeno a la mayoría de loshombres, fue lo último que vieron los ojos de aquel soldado.

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Al arrojarse, su arma se quedó colgada con la cinta estáticay, aunque hizo todo lo posible por liberarse, ya no pudo abrir suparacaídas. Desde el avión, sus compañeros vieron cómo sucuerpo se fue dando de golpes en la plataforma, hasta que quedóinconsciente.

Tomás Rosales Martínez tenía entonces 20 años y hacía sóloseis meses que se había incorporado a la Brigada de FusilerosParacaidistas de la Fuerza Aérea Mexicana. Para él, fue laprimera vez que vio morir a un compañero tras lanzarse desde elcielo, deseando, con todo su corazón, que nunca le pasara lomismo.

◗ Brigada de águilas Creada en 1946 como una unidad deparacaidistas del Ejército Mexicano, la Brigada de FusilerosParacaidistas nació oficialmente el 15 de mayo de 1952 y es ungrupo de élite o de "sangre fría", llamado así porque susmisiones siempre son cumplidas, sin importar su tipo, naturaleza,complejidad, irregularidad o clandestinidad.

Al ver entrenar a aquellos hombres en el III Regimiento Blindadode Cuernavaca, el joven Tomás supo que el destino lo estaballamando y no pudo decirle que no.

"Llegaban de todas las unidades... de infantería, caballería yparacaidismo, y vi que ellos sobresalían porque los traían conacondicionamiento más pesado, así que me acerqué a preguntar.Solicité el curso y me lo dieron", recuerda don Tomás, a sus 46años de edad.

Después de haber pasado por un duro entrenamiento en el CampoMilitar No. 1, en el entonces Distrito Federal, finalmente segraduó como paracaidista en 1991. Durante los tres años queestuvo en servicio, Tomás formó parte de varias misionesrelacionadas con la lucha contra el narcotráfico en Chihuahua,Guerrero, Sinaloa, Oaxaca y Michoacán, realizando un total de 25saltos.

"Cuando uno va a pisar tierra empieza la preocupación deencomendarse a Dios, pedirle caer bien, porque solamente Dios sabelo que pasará", explica.

Para él, dejarse caer y acariciar por el viento es laexperiencia más cercana a volar. Estando en el aire, Tomás hacíagiros hacia un lado y otro, en cada uno de los cuales semaravillaba de poder sentirse cercano a las águilas y a lapresencia de Dios. Él, sin alas, tenía la oportunidad deconvertirse en algo más cada vez que daba un salto:

"Es algo muy bonito, porque te das el gusto de ver hasta dondealcanza tu vista; y haces un giro y volteas a ver al otro lado, yves más... Esto ocurre por cerca de un minuto y medio, que es loque dura el salto, y es ahí donde uno se da cuenta que forma partede la hermandad de las águilas, porque a lo mejor no tenemos alas,pero podemos volar en el aire con esa satisfacción, con esegusto...", relata.

◗ La hermandad en las alturas Con el corazón palpitandofuerte, Tomás habla de lo mucho que aprendió sirviendo en elEjército mexicano.

Aunque formaba parte de una de las unidades más prestigiosas dela Fuerza Aérea, cuyos integrantes sólo le responden alsecretario de Defensa y al presidente de la República, estar allíle permitió explorar los ámbitos más sensibles de la naturalezahumana, a través de la humildad y la amistad.

"Me gustó tanto, que si volviera a nacer lo volvería a hacer,porque ahí es donde uno aprende a tener la hermandad con losdemás, donde un pan se lo pueden comer entre cinco o seispersonas", recuerda.

A la par del compañerismo, su creencia en Dios también sefortaleció. Ocurrió en instantes en donde, antes de darse porvencido, Tomás recobró sus sentidos durante un salto que lohabía condenado a la muerte, pero del que logró sobrevivir sinningún rasguño:

◗ Pedalear en el aire para sobrevivir Aquel día, después delanzarse del avión, Tomás hizo un giro inesperado, demasiadoligero como para ser descrito, pero suficiente para que sus pies seenredaran con las cuerdas del paracaídas. "Me enredé, pero sabíaqué tenía que hacer".

Mientras caía en picada, con el paracaídas enredado desde suspies, lo único que se le ocurrió fue tratar de pedalear. Como sicondujera una bicicleta en dirección vertical, sus piernasfinalmente lograron desenredarse y el paracaídas se abrió encimade él. ¡Lo había logrado!

"Siempre puede haber una incidencia: puedes caer en árboles, yel viento te puede llevar a lugares donde no debe: a cables de altatensión, construcciones y agua, pero es en los árboles donde unocae con más frecuencia.

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