/ miércoles 19 de agosto de 2020

[VIDEO] Vuelve Don Pancho Gómez por amor a sus clientes

Durante los primeros meses de la pandemia, el restaurante se vio en la necesidad de cerrar sus puertas, sin embargo por su buena reputación decidió volver a abrir sus instalaciones coloniales

Tlayacapan, uno de los sitios que más place visitar por sus construcciones coloniales, sus artesanías de cerámica y barro y la calidez de su gente, no la ha pasado bien últimamente. Todo empezó el 19 de septiembre de 2019, cuando los sitios que más visitas recibían fueron cerrados debido a los daños que dejó el sismo. Caso tres años después, el pueblo no termina de recuperar el aliento que lo hizo respirar en épocas mejores, situación que se ha recrudecido con la contingencia sanitaria del Covid-19, pero la gente confía en que esas épocas volverán.

La pandemia

Para el restaurante "Don Pancho Gómez", la contingencia sanitaria provocó una serie de acontecimientos que fue difícil afrontar: en primer lugar, las restricciones de higiene emitidas por las autoridades de salud, que prohibieron la reunión de personas en lugares cerrados, hizo que la familia se viera en la necesidad de suspender el servicio de manera indefinida y con altas probabilidades de no tener una segunda oportunidad. De antemano, Norma tuvo que cesar a cuatro de los trabajadores que brindaban el servicio del restaurante. Si dentro de lo negativo hubo gestos que contribuyeron a no perder la esperanza uno de ellos fue el apoyo del arrendador del espacio, como la propia reconoció a través de sus redes sociales.

Hacia mediados de mayo, en uno de los momentos más críticos, cuando la balanza parecía inclinarse a un cierre definitivo, Norma hizo una pregunta de cuya respuesta dependían muchas cosas: preguntó a la gente su opinión del restaurante y sobre su posible reapertura. La respuesta de sus clientes fue muy buena.

"Ya en los últimos días ha empezado la recuperación, pero es algo que va despacio", cuenta, sentada, junto a la ventana mientras su hijo atiende a un grupo de visitantes que acaba de llegar.

Dentro, el restaurante recibe a sus comensales con un tapete desinfectante, gel antibacterial y un aviso que recuerda las medidas sanitarias para evitar contagios de Covid-19.

“Don Pancho Gómez”

A un costado de la antigua cerería, en el merco centro de Tlayacapan, Norma Gómez y su familia atienden el restaurante “Don Pancho Gómez”, un proyecto que, desde sus orígenes en 2018, busca cumplir tres funciones principales: en primer lugar, desde luego, ser un espacio en el que los visitantes puedan pasar a desayunar, comer o cenar mientras recorren el pueblo; pero es también un sitio que llega a abastecer lo que en 2017 dejó de haber: un espacio cultural. Más específicamente, un museo.

“Después del terremoto no había que visitar aquí. La Casa de Cultura (la cerería) la ocuparon para el ayuntamiento (la alcaldía también se vino abajo con el sismo y hoy espera su reconstrucción), así que estamos cooperando con algo cultural en el pueblo”, explica Norma.

Pero el de este restaurante no es cualquier museo. Se enfoca en la vida y obra de Francisco Gómez González, uno de los precursores del color en el cine mexicano, pero cuyo nombre ha sido olvidado por la industria cinematográfica actual. Por eso, el tercer propósito de la familia Gómez es ofrecer un permanente homenaje al legado de aquel hombre
.

El museo

A través de sus fotografías y los objetos que exhibe, entre los que se encuentra una antigua grabadora de discos de acetato, el museo de la familia Gómez cuenta una historia escrita por un hombre que nació en una familia de escasos de recursos, pero que, a fuerza de su ingenio, talento y persistencia, logró adentrarse en la industria cinematográfica del momento y fundar el primer taller de impresión de película de 16 y 35 milímetros a color en México, con sus propios medios.

“Él estudió fotografía y fue perfeccionando su técnica; inventó cosas para el cine y la fotografía. Después de ver una impresora en Estados Unidos, él regresa y la hace más pequeña, y aunque al principio no le creían, finalmente hubo quien le dio la oportunidad de trabajar”, relata su nieta.

La oportunidad la tuvo de la mano del realizador Raúl de Anda y el filme “Bataclán Mexicano”, protagonizado por Agustín de Anda y Christiane Martel y cuyas imágenes hoy ocupan un lugar especial en el pequeño museo. En adelante, Francisco Gómez tuvo una carrera prolífica que derivó en la obtención de dos Arieles y artículos en periódicos que reconocieron en vida su aporte a la industria.

El restaurante

Enmarcado en un sitio por demás histórico, el restaurante “Don Pancho Gómez” ofrece comida mexicana tradicional con un estilo personal que recuerda a la sazón de la abuela, y bebidas de todo tipo. El lugar, explica Norma, busca imitar la decoración que usó su abuelo en la sala que ocupaba con su esposa: con una vitrina al fondo que en este lugar es la barra en la que se preparan las bebidas, el escritorio donde se sentaba a desarrollar sus proyectos, la antigua grabadora y el violín que le gustaba tocar: a pesar de tener dificultades auditivas, Francisco Gómez tocaba el piano y el violín, entre otros instrumentos. Era, pues, un hombre enamorado del arte.

Arrachera marinada, cecina rasurada, cerdo en verdolagas, salsa de pápalo, mole Tlayacapan y el chile Don Pancho son algunos de los platillos que, cada fin de semana, pueden degustarse en las mesas del lugar, con la particularidad de que algunas están en el exterior y permiten disfrutar de la vista del zócalo del pueblo.

Tlayacapan, pueblo mágico y fílmico

Desde 2011, Tlayacapan es, junto con Tepoztlán, uno de los dos pueblos mágicos que existen en Morelos, categoría que la Secretaría de Turismo adjudica a aquellas localidades que preservan su patrimonio cultural como pocas y donde, además, los pobladores han conservado muchas de sus tradiciones.

“Aquí seguido son días de fiesta en los que se celebra algo”, cuenta Norma y tiene razón.

Independientemente de las fiestas patronales que se realizan en cada uno de los barrios y capillas (en este lugar hay 23 y dicen que en el pasado llegaron a ser 32) y del carnaval que se realiza en las semanas previas a la cuaresma, el lugar suele ser visitado por personas interesadas en conocer su patrimonio histórico, así como por quienes buscan lugares atractivos en los cuales beber, este último un fenómeno que ha llevado al pueblo a estar en riesgo de perder el nombramiento federal.

En el corazón de Tlayacapan, el principal atractivo de este sitio es el Exconvento de San Juan Bautista, un centro religioso construido en el siglo XVI por la orden agustina como parte de la labor de evangelización de nativos y que actualmente, para mal de la gente que vive del turismo, está cerrado al público debido a los trabajos de reconstrucción que realiza el Instituto Nacional de Antropología e Historia para reparar los daños que causó el sismo del 19-S, un proceso en el que también han participado especialistas de la Unión Europea.

La forma en que el pueblo de Tlayacapan ha conservado su patrimonio colonial les ha valido la dicha de apreciar sus calles y construcciones en películas, videoclips y documentales: a través de las décadas, varios realizadores de cine nacionales e internacionales han llegado aquí buscando las locaciones ideales para contar sus historias. Jon Bon Jovi, Paul Newman, Diego Luna, Clint Eastwood y la banda de rock “The Killers” son sólo algunas de las personalidades que se han paseado por sus calles entre toma y toma, por mencionar sólo a las más famosas, pero la lista es larga.

Francisco Gómez

Francisco Gómez González nació el 4 de junio de 1905 en el Distrito Federal. El hecho de que haber pasado gran parte de su infancia entre la hacienda de San Nicolás Peralta, en el Estado de México, y la colonia San Rafael hizo que los acontecimientos de la Revolución Mexicana se grabaran de forma definitiva en su memoria, según relata su hijo Pablo Francisco en la biografía que elaboró con base en los datos que recopiló dentro y fuera de la familia.

Antes de consagrar su trabajo a la introducción y perfeccionamiento del color en el cine mexicano, Gómez González trabajó en un taller de carpintería, lugar donde, siendo todavía joven, tuvo la oportunidad no sólo de reparar cámaras fotográficas de aquella época, las cuales funcionaban con un chasis de madera, sino que experimentó con ellas haciéndoles modificaciones que ahorraban tiempos de fabricación de piezas que tardaban meses en llegar. Fue en este trabajo donde la fotografía (y, por consiguiente, el cine) lo atrapó.

Como técnico cinematográfico, Francisco Gómez tuvo la oportunidad de trabajar activamente en los Estudios y Laboratorios Azteca, que más tarde se convertirían en los emblemáticos Estudios Churubusco Azteca.

Tras una vida dedicada a la imagen a color, aquel hombre falleció el 14 de diciembre de 1989. Con el restaurante fundado en su memoria, sus descendientes buscan rescatar su nombre del olvido.

DATO:

  • La forma en que el pueblo de Tlayacapan ha conservado su patrimonio colonial les ha valido la dicha de apreciar sus calles y construcciones en películas, videoclips y documentales


  • “Don Pancho Gómez” ES un proyecto que, desde sus orígenes en 2018, busca ser un espacio en el que los visitantes puedan pasar a desayunar, comer o cenar mientras recorren el pueblo; pero es también un sitio que llega a abastecer lo que en 2017 dejó de haber: un espacio cultural. Más específicamente, un museo.

Tlayacapan, uno de los sitios que más place visitar por sus construcciones coloniales, sus artesanías de cerámica y barro y la calidez de su gente, no la ha pasado bien últimamente. Todo empezó el 19 de septiembre de 2019, cuando los sitios que más visitas recibían fueron cerrados debido a los daños que dejó el sismo. Caso tres años después, el pueblo no termina de recuperar el aliento que lo hizo respirar en épocas mejores, situación que se ha recrudecido con la contingencia sanitaria del Covid-19, pero la gente confía en que esas épocas volverán.

La pandemia

Para el restaurante "Don Pancho Gómez", la contingencia sanitaria provocó una serie de acontecimientos que fue difícil afrontar: en primer lugar, las restricciones de higiene emitidas por las autoridades de salud, que prohibieron la reunión de personas en lugares cerrados, hizo que la familia se viera en la necesidad de suspender el servicio de manera indefinida y con altas probabilidades de no tener una segunda oportunidad. De antemano, Norma tuvo que cesar a cuatro de los trabajadores que brindaban el servicio del restaurante. Si dentro de lo negativo hubo gestos que contribuyeron a no perder la esperanza uno de ellos fue el apoyo del arrendador del espacio, como la propia reconoció a través de sus redes sociales.

Hacia mediados de mayo, en uno de los momentos más críticos, cuando la balanza parecía inclinarse a un cierre definitivo, Norma hizo una pregunta de cuya respuesta dependían muchas cosas: preguntó a la gente su opinión del restaurante y sobre su posible reapertura. La respuesta de sus clientes fue muy buena.

"Ya en los últimos días ha empezado la recuperación, pero es algo que va despacio", cuenta, sentada, junto a la ventana mientras su hijo atiende a un grupo de visitantes que acaba de llegar.

Dentro, el restaurante recibe a sus comensales con un tapete desinfectante, gel antibacterial y un aviso que recuerda las medidas sanitarias para evitar contagios de Covid-19.

“Don Pancho Gómez”

A un costado de la antigua cerería, en el merco centro de Tlayacapan, Norma Gómez y su familia atienden el restaurante “Don Pancho Gómez”, un proyecto que, desde sus orígenes en 2018, busca cumplir tres funciones principales: en primer lugar, desde luego, ser un espacio en el que los visitantes puedan pasar a desayunar, comer o cenar mientras recorren el pueblo; pero es también un sitio que llega a abastecer lo que en 2017 dejó de haber: un espacio cultural. Más específicamente, un museo.

“Después del terremoto no había que visitar aquí. La Casa de Cultura (la cerería) la ocuparon para el ayuntamiento (la alcaldía también se vino abajo con el sismo y hoy espera su reconstrucción), así que estamos cooperando con algo cultural en el pueblo”, explica Norma.

Pero el de este restaurante no es cualquier museo. Se enfoca en la vida y obra de Francisco Gómez González, uno de los precursores del color en el cine mexicano, pero cuyo nombre ha sido olvidado por la industria cinematográfica actual. Por eso, el tercer propósito de la familia Gómez es ofrecer un permanente homenaje al legado de aquel hombre
.

El museo

A través de sus fotografías y los objetos que exhibe, entre los que se encuentra una antigua grabadora de discos de acetato, el museo de la familia Gómez cuenta una historia escrita por un hombre que nació en una familia de escasos de recursos, pero que, a fuerza de su ingenio, talento y persistencia, logró adentrarse en la industria cinematográfica del momento y fundar el primer taller de impresión de película de 16 y 35 milímetros a color en México, con sus propios medios.

“Él estudió fotografía y fue perfeccionando su técnica; inventó cosas para el cine y la fotografía. Después de ver una impresora en Estados Unidos, él regresa y la hace más pequeña, y aunque al principio no le creían, finalmente hubo quien le dio la oportunidad de trabajar”, relata su nieta.

La oportunidad la tuvo de la mano del realizador Raúl de Anda y el filme “Bataclán Mexicano”, protagonizado por Agustín de Anda y Christiane Martel y cuyas imágenes hoy ocupan un lugar especial en el pequeño museo. En adelante, Francisco Gómez tuvo una carrera prolífica que derivó en la obtención de dos Arieles y artículos en periódicos que reconocieron en vida su aporte a la industria.

El restaurante

Enmarcado en un sitio por demás histórico, el restaurante “Don Pancho Gómez” ofrece comida mexicana tradicional con un estilo personal que recuerda a la sazón de la abuela, y bebidas de todo tipo. El lugar, explica Norma, busca imitar la decoración que usó su abuelo en la sala que ocupaba con su esposa: con una vitrina al fondo que en este lugar es la barra en la que se preparan las bebidas, el escritorio donde se sentaba a desarrollar sus proyectos, la antigua grabadora y el violín que le gustaba tocar: a pesar de tener dificultades auditivas, Francisco Gómez tocaba el piano y el violín, entre otros instrumentos. Era, pues, un hombre enamorado del arte.

Arrachera marinada, cecina rasurada, cerdo en verdolagas, salsa de pápalo, mole Tlayacapan y el chile Don Pancho son algunos de los platillos que, cada fin de semana, pueden degustarse en las mesas del lugar, con la particularidad de que algunas están en el exterior y permiten disfrutar de la vista del zócalo del pueblo.

Tlayacapan, pueblo mágico y fílmico

Desde 2011, Tlayacapan es, junto con Tepoztlán, uno de los dos pueblos mágicos que existen en Morelos, categoría que la Secretaría de Turismo adjudica a aquellas localidades que preservan su patrimonio cultural como pocas y donde, además, los pobladores han conservado muchas de sus tradiciones.

“Aquí seguido son días de fiesta en los que se celebra algo”, cuenta Norma y tiene razón.

Independientemente de las fiestas patronales que se realizan en cada uno de los barrios y capillas (en este lugar hay 23 y dicen que en el pasado llegaron a ser 32) y del carnaval que se realiza en las semanas previas a la cuaresma, el lugar suele ser visitado por personas interesadas en conocer su patrimonio histórico, así como por quienes buscan lugares atractivos en los cuales beber, este último un fenómeno que ha llevado al pueblo a estar en riesgo de perder el nombramiento federal.

En el corazón de Tlayacapan, el principal atractivo de este sitio es el Exconvento de San Juan Bautista, un centro religioso construido en el siglo XVI por la orden agustina como parte de la labor de evangelización de nativos y que actualmente, para mal de la gente que vive del turismo, está cerrado al público debido a los trabajos de reconstrucción que realiza el Instituto Nacional de Antropología e Historia para reparar los daños que causó el sismo del 19-S, un proceso en el que también han participado especialistas de la Unión Europea.

La forma en que el pueblo de Tlayacapan ha conservado su patrimonio colonial les ha valido la dicha de apreciar sus calles y construcciones en películas, videoclips y documentales: a través de las décadas, varios realizadores de cine nacionales e internacionales han llegado aquí buscando las locaciones ideales para contar sus historias. Jon Bon Jovi, Paul Newman, Diego Luna, Clint Eastwood y la banda de rock “The Killers” son sólo algunas de las personalidades que se han paseado por sus calles entre toma y toma, por mencionar sólo a las más famosas, pero la lista es larga.

Francisco Gómez

Francisco Gómez González nació el 4 de junio de 1905 en el Distrito Federal. El hecho de que haber pasado gran parte de su infancia entre la hacienda de San Nicolás Peralta, en el Estado de México, y la colonia San Rafael hizo que los acontecimientos de la Revolución Mexicana se grabaran de forma definitiva en su memoria, según relata su hijo Pablo Francisco en la biografía que elaboró con base en los datos que recopiló dentro y fuera de la familia.

Antes de consagrar su trabajo a la introducción y perfeccionamiento del color en el cine mexicano, Gómez González trabajó en un taller de carpintería, lugar donde, siendo todavía joven, tuvo la oportunidad no sólo de reparar cámaras fotográficas de aquella época, las cuales funcionaban con un chasis de madera, sino que experimentó con ellas haciéndoles modificaciones que ahorraban tiempos de fabricación de piezas que tardaban meses en llegar. Fue en este trabajo donde la fotografía (y, por consiguiente, el cine) lo atrapó.

Como técnico cinematográfico, Francisco Gómez tuvo la oportunidad de trabajar activamente en los Estudios y Laboratorios Azteca, que más tarde se convertirían en los emblemáticos Estudios Churubusco Azteca.

Tras una vida dedicada a la imagen a color, aquel hombre falleció el 14 de diciembre de 1989. Con el restaurante fundado en su memoria, sus descendientes buscan rescatar su nombre del olvido.

DATO:

  • La forma en que el pueblo de Tlayacapan ha conservado su patrimonio colonial les ha valido la dicha de apreciar sus calles y construcciones en películas, videoclips y documentales


  • “Don Pancho Gómez” ES un proyecto que, desde sus orígenes en 2018, busca ser un espacio en el que los visitantes puedan pasar a desayunar, comer o cenar mientras recorren el pueblo; pero es también un sitio que llega a abastecer lo que en 2017 dejó de haber: un espacio cultural. Más específicamente, un museo.

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