/ lunes 17 de octubre de 2022

El kilómetro de la muerte

Un mal diseño, el costo elevado por usar la rampa de frenado y la falta de pericia de los conductores han convertido a la carretera México-Cuautla en camino peligroso para los traileros

Sobre la carretera México-Cuautla, en el tramo Santa Bárbara – Izúcar de Matamoros, cualquier metro puede contener a la muerte. Durante años, este paso ha cargado consigo el peso de decenas de vidas humanas que han perecido en accidentes causados por tractocamiones sin frenos, viniendo del Estado de México con dirección a Cuautla. Uno de los más desgarradores ocurrió en 2019, cuando un tráiler transportador de varilla para construcción embistió a varias personas, mató a seis de ellas y dejó heridas a más de dos decenas.

“Es peligrosa, pero nos toca trabajar aquí”, dice el joven encargado de preparar costillas en la fonda La hija de nadie, a sólo unos metros del espacio preciso en el que, hace dos semanas, otras tres personas murieron y seis más resultaron lesionadas en un nuevo accidente. El joven, que no quiere dar su nombre, sabe que pudo haber sido él o sus compañeros de trabajo.

El rugir de los camiones nos recuerda que el peligro sigue aquí, que la muerte puede llamar a la puerta en cualquier momento. Unos metros más adelante, yendo hacia el norte, un recordatorio más evidente: un altar dedicado a la Santa Muerte y unas 15 veladoras en una bandeja clavada en el muro de un domicilio particular, a bordo de carretera. Y a sólo unos pasos, un nicho de cemento en memoria de alguien que se llamó Alexander Galindo, que murió en septiembre de 2004, a los 20 años.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuernavaca

El origen de los accidentes

Nicolás Chávez lleva 10 años conduciendo tractocamiones, transportando varilla, cemento y plantas de un estado a otro, por toda la República. Cada mes, cruza esta carretera al menos en cuatro ocasiones. En cada una de ellas se ha encomendado a Dios. Para él, la clave para evitar accidentes es no dejarse llevar por el exceso de confianza, un factor que seduce hasta a los transportistas más experimentados: “Muchos de nosotros tenemos exceso de confianza, y entonces ya no paras el carro. Por eso pasan los accidentes”, dice Nicolás, de 41 años.

Pero no sólo es eso: detrás de cada uno de los accidentes que han ocurrido en la México-Cuautla hay un conductor poco experimentado en este camino que no tomó las previsiones necesarias antes de cruzarlo; un diseño arriesgado para una pista que baja en pendiente desde Amecameca, sin descansos para que los transportistas se estacionen y las balatas se enfríen; y, desde hace un año, una rampa de frenado que nadie quiere usar: “Muchos no la ocupan porque son gastos muy fuertes, pero yo preferiría que se quede el carro ahí”, sostiene Nicolás.

Una rampa de frenado que nadie quiere usar

Las muertes que dejó el accidente de 2019 forzaron a las autoridades de Morelos a acelerar las gestiones para la construcción de una rampa de frenado de emergencia que hacía tiempo había sido solicitada por los vecinos de la zona. Finalmente, la rampa, construida con una inversión de unos 35 millones de pesos, fue inaugurada dos años después, pero desde entonces sólo ha sido utilizada en una ocasión, debido al costo que requiere usarla.

“Son arriba de 50 mil pesos. Si agarras y cruzas esa rampa, te cobran el arrastre y todas las maniobras que realizaste. Y lo que pasa es que el seguro que pagas en la caseta no cubre ese gasto, así que muchos se la avientan, confiándose que van a poder detener el carro”, sostiene Nicolás.

De acuerdo con Caminos y Puentes Federales (Capufe), el uso de la rampa no requiere de un cobro para los autos particulares menores a 3.5 toneladas que cuenten con seguro, mientras que los que no dispongan de uno deben cubrir un deducible de siete mil pesos. Pero los conductores de vehículos cuyo peso rebasa las 3.5 toneladas deben cubrir el costo directamente. Los tractocamiones pesan unas 17 toneladas, y sus cargas pueden superar las 35.

Capufe explica que el cobro corresponde a los gastos que se generan por el uso de la rampa, relacionados con los daños o el reacomodo de sus materiales.

Nicolás, por su parte, prefiere aprovechar el último descanso, a la altura de la caseta de Amecameca, para dejar que las balatas se enfríen.

“Cuando veo que las balatas empiezan a calentarse, medio me orillo ahí, en la caseta de Amecameca, adelantito, porque ahí te puedes parar. Después inicia la pendiente, unos tres kilómetros adelante”.

Ante un tráiler sin frenos, con más de 50 toneladas de peso, sobre la vertiginosa pendiente, el conductor debe decidir rápido: hacer uso de la rampa de frenado y el costo que ello implica; confiar en que será capaz de recuperar el control del vehículo o estrellarse contra otros vehículos o personas; en esos casos las aseguradoras sí se hacen responsables de los daños.

50 mil pesos aproximadamente deben pagar los conductores de vehículos pesados que utilicen la rampa de frenado.





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Sobre la carretera México-Cuautla, en el tramo Santa Bárbara – Izúcar de Matamoros, cualquier metro puede contener a la muerte. Durante años, este paso ha cargado consigo el peso de decenas de vidas humanas que han perecido en accidentes causados por tractocamiones sin frenos, viniendo del Estado de México con dirección a Cuautla. Uno de los más desgarradores ocurrió en 2019, cuando un tráiler transportador de varilla para construcción embistió a varias personas, mató a seis de ellas y dejó heridas a más de dos decenas.

“Es peligrosa, pero nos toca trabajar aquí”, dice el joven encargado de preparar costillas en la fonda La hija de nadie, a sólo unos metros del espacio preciso en el que, hace dos semanas, otras tres personas murieron y seis más resultaron lesionadas en un nuevo accidente. El joven, que no quiere dar su nombre, sabe que pudo haber sido él o sus compañeros de trabajo.

El rugir de los camiones nos recuerda que el peligro sigue aquí, que la muerte puede llamar a la puerta en cualquier momento. Unos metros más adelante, yendo hacia el norte, un recordatorio más evidente: un altar dedicado a la Santa Muerte y unas 15 veladoras en una bandeja clavada en el muro de un domicilio particular, a bordo de carretera. Y a sólo unos pasos, un nicho de cemento en memoria de alguien que se llamó Alexander Galindo, que murió en septiembre de 2004, a los 20 años.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuernavaca

El origen de los accidentes

Nicolás Chávez lleva 10 años conduciendo tractocamiones, transportando varilla, cemento y plantas de un estado a otro, por toda la República. Cada mes, cruza esta carretera al menos en cuatro ocasiones. En cada una de ellas se ha encomendado a Dios. Para él, la clave para evitar accidentes es no dejarse llevar por el exceso de confianza, un factor que seduce hasta a los transportistas más experimentados: “Muchos de nosotros tenemos exceso de confianza, y entonces ya no paras el carro. Por eso pasan los accidentes”, dice Nicolás, de 41 años.

Pero no sólo es eso: detrás de cada uno de los accidentes que han ocurrido en la México-Cuautla hay un conductor poco experimentado en este camino que no tomó las previsiones necesarias antes de cruzarlo; un diseño arriesgado para una pista que baja en pendiente desde Amecameca, sin descansos para que los transportistas se estacionen y las balatas se enfríen; y, desde hace un año, una rampa de frenado que nadie quiere usar: “Muchos no la ocupan porque son gastos muy fuertes, pero yo preferiría que se quede el carro ahí”, sostiene Nicolás.

Una rampa de frenado que nadie quiere usar

Las muertes que dejó el accidente de 2019 forzaron a las autoridades de Morelos a acelerar las gestiones para la construcción de una rampa de frenado de emergencia que hacía tiempo había sido solicitada por los vecinos de la zona. Finalmente, la rampa, construida con una inversión de unos 35 millones de pesos, fue inaugurada dos años después, pero desde entonces sólo ha sido utilizada en una ocasión, debido al costo que requiere usarla.

“Son arriba de 50 mil pesos. Si agarras y cruzas esa rampa, te cobran el arrastre y todas las maniobras que realizaste. Y lo que pasa es que el seguro que pagas en la caseta no cubre ese gasto, así que muchos se la avientan, confiándose que van a poder detener el carro”, sostiene Nicolás.

De acuerdo con Caminos y Puentes Federales (Capufe), el uso de la rampa no requiere de un cobro para los autos particulares menores a 3.5 toneladas que cuenten con seguro, mientras que los que no dispongan de uno deben cubrir un deducible de siete mil pesos. Pero los conductores de vehículos cuyo peso rebasa las 3.5 toneladas deben cubrir el costo directamente. Los tractocamiones pesan unas 17 toneladas, y sus cargas pueden superar las 35.

Capufe explica que el cobro corresponde a los gastos que se generan por el uso de la rampa, relacionados con los daños o el reacomodo de sus materiales.

Nicolás, por su parte, prefiere aprovechar el último descanso, a la altura de la caseta de Amecameca, para dejar que las balatas se enfríen.

“Cuando veo que las balatas empiezan a calentarse, medio me orillo ahí, en la caseta de Amecameca, adelantito, porque ahí te puedes parar. Después inicia la pendiente, unos tres kilómetros adelante”.

Ante un tráiler sin frenos, con más de 50 toneladas de peso, sobre la vertiginosa pendiente, el conductor debe decidir rápido: hacer uso de la rampa de frenado y el costo que ello implica; confiar en que será capaz de recuperar el control del vehículo o estrellarse contra otros vehículos o personas; en esos casos las aseguradoras sí se hacen responsables de los daños.

50 mil pesos aproximadamente deben pagar los conductores de vehículos pesados que utilicen la rampa de frenado.





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