/ miércoles 11 de julio de 2018

El humor de las promesas

No terminaba por completo la primera semana de julio, cuando muchas de las promesas de campaña se desvanecieron de inmediato.

Como en “La prueba de las promesas” de Juan Ruíz de Alarcón, donde un truco de magia hizo mantener temporalmente una alteración de las circunstancias para demostrar cómo Don Juan pretendía alcanzar el amor de Blanca con su poder, belleza y honor, pero la clave de la historia es que eso sólo ocurriría temporalmente auto-sometiéndose a un comportamiento distinto al suyo.

Cuando finalmente la realidad se hace presente y las circunstancias cambian, Don Juan no puede sostener sus verdaderas pretensiones y termina derrotado por la humildad, paciencia y honestidad de Enrique; quien parecía, al principio, no tener oportunidad alguna.

El comportamiento de varios que pretendían el voto en Morelos y perdieron, me hizo recordar la famosa obra de Ruíz de Alarcón. Las similitudes del caso hacen una escenificación casi perfecta de la política. Se acabó la magia que tenía alterada la realidad, con el amanecer del dos de julio y los resultados electorales que confirmaban día a día la derrota.

Las circunstancias cambiaron y con ello, se liberó la verdadera personalidad de los candidatos. La afabilidad, la empatía y el interés por abatir todos los retos sociales que se presentaban al inicio de campaña, se transformaron en indolencia, castigo y persecución.

La derrota transformó a los candidatos que pretendían reelegirse o elegirse a un cargo distinto. Los alcaldes de Atlatlahucan y Totolapan fueron noticia nacional al trascender que varios trabajadores habían sido despedidos por no apoyar con su voto el día de la jornada electoral.

A los pocos días, sorprendió una nueva noticia a los vecinos de Jiutepec. La promesa de campaña de no cobrar el servicio de recolección de basura pasó a la historia como un pegajoso single musical y la realidad hizo que comenzara el cobro.

Diversos partidos y oficinas públicas han comenzado a despedir personal o simplemente han dejado de renovar contratos. Lo anterior me hizo recordar a un estimado amigo que en alguna ocasión nos compartió sus anécdotas en competencias político-electorales y nos preguntó en un tono entre serio y chusco: “A ver, ¿Quién sabe cuál es la campaña más cara de todas?” Algunos dijimos de inmediato, ¡la Federal! Pero dijo que no. De inmediato comenzaron a surgir otras voces hasta nombrar casi todas las opciones que creímos correctas: la estatal, la municipal, la concurrente…Ninguna acertaba, por lo que comenzamos a sentirnos engañados.

Sin embargo, nos miró como cuando alguien descubre la inexperiencia en las personas y nos dijo para nuestra tranquilidad mental: “La campaña más cara de todas, es la que se ¡pierde!” Apenas terminó de decirlo cuando todos soltamos la carcajada.

La anécdota pareciera tener un final divertido, pero ante los recientes acontecimientos resulta desafortunadamente cierta. El problema es que no todo se queda en el candidato perdedor, sino alcanza también a quienes acompañaron un proyecto y ciñeron sus esfuerzos a una esperanza.

Los cambios de las circunstancias están afectando decisiones de política pública en los ayuntamientos, lo cual no debería ocurrir. Sin embargo, tal parece que con esto se da inicio en muchos lugares de Morelos al fatídico letargo de lo público donde los únicos que lo padecerán serán los ciudadanos.

Pensemos entonces en regular las promesas y vigilar el cumplimiento de la ley, para dar protección a quienes resulten afectados por los cambios en el humor.

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