La semana pasada sucedió lo inimaginable. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha dado un discurso en las instalaciones de la Universidad de la Soborna donde se refirió a la importancia de establecer un plan estratégico para defender a Europa de la inminente llegada de actores externos a sus territorios que, aunque ya tienen cierta presencia, aún no detonan por completo, pero que si son ya una amenaza al viejo continente.
La realidad cuando se habla de Europa es que este continente ha quedado relegado en el desarrollo global, no porque no sea importante o porque no tenga economía o recursos, sino que el gran avance económico y comercial de Asia, sobre todo del lado del Pacífico, ha ido superando paulatinamente el desarrollo y el impacto económico de las naciones europeas que, a su vez, siguen atravesando problemáticas políticas y económicas desde el interior de los propios países y de la Unión Europea.
Además, las naciones europeas han perdido el protagonismo que tuvieron, para bien o para mal, luego de las guerras mundiales y la reconstrucción a partir de ellas. De hecho, cuando las nuevas generaciones hablan de Europa, ya no suelen referirse a ella como el punto neurálgico del devenir global. Y para muestra un botón: ¿Cuánta gente ha elegido estudiar inglés porque es la lengua madre de los británicos? ¿Quién demuestra su máximo interés para realizar, al menos una vez en la vida, un tour europeo por las grandes ciudades? Es más, y pensando en lo más básico como la cultura, ¿Qué se escucha más, la música coreana o la francesa?
Se que más de uno estará pensando si lo que está leyendo tiene realismo, sin embargo, nunca en la historia de la humanidad Europa ha estado tan alejada del desarrollo y del contexto global como lo está ahora. Y si, aunque usted no lo crea, no es que Francia o Alemania no tengan elementos geopolíticos o económicos para competirle a las principales naciones del orbe, sino que su participación se ha limitado a simples espectadores que no son tomados en cuenta en el juego del nuevo (des) orden mundial.
Es por ello que el presidente francés ha recurrido a decir, en su discurso, que “Europa podría morir” y que “es crucial que Rusia no gane la guerra” porque la seguridad europea está en juego; esto, incluso, podría explicar el por qué la urgencia de varios países en adherirse a la OTAN, pero la negativa a recibir a Ucrania. Queda claro pues el propio presidente así lo ha expresado: Europa no tiene fuerza a pesar de que la mayoría de sus naciones pertenecen a la Unión Europea, además. El problema radica en que Rusia representa una mayor amenaza a Europa que lo que toda Europa puede generar en Rusia. Es decir, hay miedo.
Y el lector pudiera pensar que Europa no está sola, que Estados Unidos siempre puede respaldarles al pertenecer a la OTAN también, sin embargo, los norteamericanos tienen sus propios problemas: China, Israel, Irán y Rusia, pero no tanto por Ucrania, sino a pesar de Ucrania.
El nuevo orden mundial ha ayudado a que los ámbitos comerciales, logísticos, políticos, económicos, sociales y culturales se enfoquen al Medio Oriente y al Pacífico (asiático y americano), lo cual ha dejado olvidado al continente europeo con sus propios problemas traídos desde las diferencias hacia adentro de Europa y desde África, así que Emmanuel Macron tiene razón al decir que Europa debe actuar o pagar las consecuencias de su inactividad. El problema, estimado lector, es que no se sabe cómo puede actuar cuando se ha evidenciado que China, Estados Unidos y Rusia son el nuevo polo político más importante del planeta, seguido de otras partes como Irán y el Medio Oriente, dejando al último a Europa. Así, queda solamente plantear unas preguntas al respecto, ¿Quién o quiénes ayudarán a Francia en este nuevo reto para no quedar en el olvido? ¿Lo harán solos Alemania y Francia o le ayudarán Bulgaria, Rumania, Grecia, Letonia, Lituania o Estonia?
No se trata de xenofobia ni mucho menos espero que se piense que desestimo el derecho de otras naciones europeas a progresar, pero una cosa es querer apoyar y otra, muy diferente, es tener la capacidad de hacerlo y, al menos, hay 30 naciones europeas que no pueden hacer nada relevante. Así que, ojalá y por el bien de los europeos, el mundo desea que desde allá se encuentre un camino para su reincorporación al orden global porque ahí, entonces, todos tendremos la oportunidad de retomar acciones en favor de todos.
FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Asociado COMEXI. Sígalo en @fabrecam