Tardó alrededor de 24 horas la primera censura oficial de un partido político sobre los hechos de violencia contra la diputada del Partido del Trabajo que fue agredida ayer.
Dirán que Tania Valentina fue la primera en reprobar los hechos, pero lo hizo desde el Congreso, en su calidad de presidenta de la Junta Política y de Gobierno y líder de la bancada del PT, así que para efectos prácticos, la primera reacción vino del PRD y de forma extraordinariamente tardía.
Tampoco es que se esperara mucho de ellos, si en el plano nacional la mayoría de los partidos políticos están hechos un desastre, en el ámbito local ni siquiera existen. La mesa de gobernabilidad a la que el gobierno estatal les ha convocado podría ofrecerles esperanza para que abandonen su calidad de zombis, pero tampoco podría apostarse que ello resuelva algo. Los partidos están muertos y sus únicas manifestaciones son dirigencias que existen porque pueden cobrar prerrogativas sin mucha necesidad de trabajar, expresarse, o dar siquiera un suspiro que recuerde a sus cercanos que alguna vez existieron, o que cuestan una millonada a la sociedad.
Desde la elección del 2018, salvo por algunos ecos de los ganadores (que entonces eran partidos con estructuras muy limitadas que sucumbieron a las figuras de Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Blanco Bravo), la voz de los partidos en Morelos ha estado ausente. Algunos podrían justificar el silencio con los reacomodos internos, pero lo cierto es que la actividad de los partidos políticos, por decisión de las dirigencias y por el estilo abrumador de la comunicación política digital, ha quedado prácticamente anulada.
Porque también debiera concederse que la actividad política local se ha mudado de la plaza a las redes sociales, donde tendría que considerarse inocua, pero no es así porque a final de cuentas la política local tiende más al discurso que a los hechos, y en las redes sociales es muy sencillo montar discursos abrumadores. Pero lo simbólico es sólo una parte de la política que, como cualquier otra actividad humana, tiene su mayor componente en la realidad, y es en ella donde menos aparecen los partidos políticos con registro en Morelos, a pesar de que son, para muchos, demasiados.
En el estado tienen registro el PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MC, PNA, PSD, Morena, Encuentro Social y Humanista, además de los que pudieran acreditar próximamente los requisitos para contender en la elección del 2021. Sólo para el 2019, los 11 partidos políticos reciben de prerrogativas más de 82.6 millones de pesos (aunque una parte de esos recursos se retiene para que paguen multas por el mal comportamiento de sus dirigencias, candidatos o militantes); esos recursos, por lo menos hasta la mitad de este año, parecen ser un absoluto desperdicio en tanto la actividad de los partidos políticos ha sido, por decir lo menos, irrelevante.
Una revisión rápida a la información que generan en Morelos las dirigencias de los partidos evidencia una suerte de complejo de Narciso, sólo hablan de sí mismos olvidando la realidad que está afuera. Incluso cuando hacen crítica del gobierno, es en referencia a su relación con esas dirigencias. La crítica a las acciones de gobierno, la propuesta diversa de actuación, ha venido de otros actores. La iglesia, las organizaciones civiles, los empresarios, algunos científicos y académicos hacen pronunciamientos contundentes; pero los partidos políticos parecen dispuestos a morir en silencio (no leyeron a Dylan Thomas… “Do not go gentle into that good night”). Dato interesante, ni iglesias, ni organizaciones civiles, ni empresarios, ni científicos y tampoco académicos están invitados a la mesa de gobernabilidad. Las autoridades podrían discutir con mudos o con enamorados de sí mismos.