/ lunes 12 de octubre de 2020

El Jean Robert maestro: la visión de una alumna suya

Las vueltas que da la vida

Queridos lectores, como sigo recordando la gran estela que dejó Jean Robert aquí, en Cuernavaca, y, siempre hay más y más información respecto a este gran personaje, me di cuenta que faltaba una descripción de Jean Robert como maestro de la Facultad de Arquitectura, en este caso de la Universidad La Salle.

Entrevistada una de sus alumnas, Ana Lya Isunza, quien lamentó su fallecimiento, lo define de la siguiente manera: “Llegaba por las mañanas y entraba al salón de clases siempre recitando algún poema de Goethe, sobre todo, preguntando si alguien lo conocía. Si así era, mostraba su satisfacción. Observaba a todos y cada uno de sus alumnos a través de los ojos más azules que he visto, aunque su mirada no era tierna sino fría como el acero, pero siempre amable, correcto y caballeroso".

"Al comenzar a hablar, en ocasiones se mesaba su abundante cabellera de origen rubia, ya casi blanca y si algunos de sus alumnos no prestaban atención o escuchaba risas o pláticas entre ellos, se levantaba y de pie le daba la espalda a todo el grupo, a la par de continuar su cátedra hasta que se callaban todos, entonces les decía: 'el mismo respeto que me merecen ustedes, lo merezco yo'. Siempre sumamente correcto con todos sus alumnos y alumnas, era muy discreto con su vida privada, cuando comenzaba a impartir sus clases nos hacía preguntas acerca de los grandes personajes que habían vivido en esta ciudad, hablaba mucho de ellos, por ejemplo, nos mostraba una foto de algún personaje y preguntaba: ¿Quién es?, cuando alguien le preguntaba, ¿es un obispo?, contestaba, ¡Sí, qué más!-, yo le dije: es el obispo rojo, ¿porqué rojo? -rugía con su acento suizo alemán, y cuando le dije que por su gran conciencia social, mostró su júbilo. Tenía grandes amigos alrededor del mundo, humanistas todos, con los que alternó, pero más que hablarnos de grandes personajes, nos decía que era muy importante conocer a la gente valiosa que había pasado por nuestra ciudad. Nos comentaba que en compañía de Iván Illich, su gran maestro, cada año acudían a reuniones de gente preocupada por la situación mundial. Analizaban tanto la situación como las causas. Por ejemplo, cuando estaban por entrar las trasnacionales de auto servicio a nuestra ciudad, nos explicaba a sus alumnos lo importante que era defender al comercio local. De hecho, Jean Robert fue uno de los pilares de defensa del Casino de la Selva.

Como maestro, para él era muy importante ampliarnos la óptica como seres humanos y nos planteaba distintos escenarios. Al mismo tiempo, por ejemplo, la percepción que teníamos tanto de un peatón como de un automovilista al transitar ya sea por las calles como al ingresar a fraccionamientos cerrados. Se lamentaba de que se fuera perdiendo el valor de la palabra, decía que era una pena de que ya se necesitara la firma de documentos porque ya no contaba el valor del compromiso verbal. En cada clase nos enseñaba mucho, tanto que sus enseñanzas siguen vivas en gran parte de nosotros, sus alumnos. Era una maestro que fusionaba la arquitectura con la sociología, para él no se debían de separar ambas disciplinas, era sumamente respetuoso de los derechos del ciudadano. Algo que recuerdo de él es que de pronto abría una Enciclopedia de Arte y nos enseñaba como en un juego, a identificar la mano del artista, a distinguir a cada pintor y sus distintas características y corrientes pictóricas. Nos instaba a no ver simplemente una obra de arte, sino a analizarla en su relación con la sociedad que la generó y su relación respecto a la arquitectura. Era como un súper humanista más allá de simplemente un profesional. Nos observaba fijamente y sus miradas aunque respetuosas, taladraban. Además de enseñarnos el valor de la palabra, insistía en qué por ejemplo evitáramos usar nuestros vehículos lo más que pudiéramos y en cada tema nos ponía siempre a pensar en cómo podíamos reducir nuestro impacto ambiental, y nos invitaba a reflexionar en lo que el ciudadano común y corriente sentía.”

El también filósofo fue autor de una vasta obra bibliográfica dedicada a la reflexión filosófica desde el urbanismo, participó en varios foros de Estudios de la Complejidad, en la formación de la ciudadanía y en los programas de cátedras de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos así como de la Universidad LaSalle.

Y hasta el próximo lunes.


lyagquintanilla@hotmail.com

Queridos lectores, como sigo recordando la gran estela que dejó Jean Robert aquí, en Cuernavaca, y, siempre hay más y más información respecto a este gran personaje, me di cuenta que faltaba una descripción de Jean Robert como maestro de la Facultad de Arquitectura, en este caso de la Universidad La Salle.

Entrevistada una de sus alumnas, Ana Lya Isunza, quien lamentó su fallecimiento, lo define de la siguiente manera: “Llegaba por las mañanas y entraba al salón de clases siempre recitando algún poema de Goethe, sobre todo, preguntando si alguien lo conocía. Si así era, mostraba su satisfacción. Observaba a todos y cada uno de sus alumnos a través de los ojos más azules que he visto, aunque su mirada no era tierna sino fría como el acero, pero siempre amable, correcto y caballeroso".

"Al comenzar a hablar, en ocasiones se mesaba su abundante cabellera de origen rubia, ya casi blanca y si algunos de sus alumnos no prestaban atención o escuchaba risas o pláticas entre ellos, se levantaba y de pie le daba la espalda a todo el grupo, a la par de continuar su cátedra hasta que se callaban todos, entonces les decía: 'el mismo respeto que me merecen ustedes, lo merezco yo'. Siempre sumamente correcto con todos sus alumnos y alumnas, era muy discreto con su vida privada, cuando comenzaba a impartir sus clases nos hacía preguntas acerca de los grandes personajes que habían vivido en esta ciudad, hablaba mucho de ellos, por ejemplo, nos mostraba una foto de algún personaje y preguntaba: ¿Quién es?, cuando alguien le preguntaba, ¿es un obispo?, contestaba, ¡Sí, qué más!-, yo le dije: es el obispo rojo, ¿porqué rojo? -rugía con su acento suizo alemán, y cuando le dije que por su gran conciencia social, mostró su júbilo. Tenía grandes amigos alrededor del mundo, humanistas todos, con los que alternó, pero más que hablarnos de grandes personajes, nos decía que era muy importante conocer a la gente valiosa que había pasado por nuestra ciudad. Nos comentaba que en compañía de Iván Illich, su gran maestro, cada año acudían a reuniones de gente preocupada por la situación mundial. Analizaban tanto la situación como las causas. Por ejemplo, cuando estaban por entrar las trasnacionales de auto servicio a nuestra ciudad, nos explicaba a sus alumnos lo importante que era defender al comercio local. De hecho, Jean Robert fue uno de los pilares de defensa del Casino de la Selva.

Como maestro, para él era muy importante ampliarnos la óptica como seres humanos y nos planteaba distintos escenarios. Al mismo tiempo, por ejemplo, la percepción que teníamos tanto de un peatón como de un automovilista al transitar ya sea por las calles como al ingresar a fraccionamientos cerrados. Se lamentaba de que se fuera perdiendo el valor de la palabra, decía que era una pena de que ya se necesitara la firma de documentos porque ya no contaba el valor del compromiso verbal. En cada clase nos enseñaba mucho, tanto que sus enseñanzas siguen vivas en gran parte de nosotros, sus alumnos. Era una maestro que fusionaba la arquitectura con la sociología, para él no se debían de separar ambas disciplinas, era sumamente respetuoso de los derechos del ciudadano. Algo que recuerdo de él es que de pronto abría una Enciclopedia de Arte y nos enseñaba como en un juego, a identificar la mano del artista, a distinguir a cada pintor y sus distintas características y corrientes pictóricas. Nos instaba a no ver simplemente una obra de arte, sino a analizarla en su relación con la sociedad que la generó y su relación respecto a la arquitectura. Era como un súper humanista más allá de simplemente un profesional. Nos observaba fijamente y sus miradas aunque respetuosas, taladraban. Además de enseñarnos el valor de la palabra, insistía en qué por ejemplo evitáramos usar nuestros vehículos lo más que pudiéramos y en cada tema nos ponía siempre a pensar en cómo podíamos reducir nuestro impacto ambiental, y nos invitaba a reflexionar en lo que el ciudadano común y corriente sentía.”

El también filósofo fue autor de una vasta obra bibliográfica dedicada a la reflexión filosófica desde el urbanismo, participó en varios foros de Estudios de la Complejidad, en la formación de la ciudadanía y en los programas de cátedras de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos así como de la Universidad LaSalle.

Y hasta el próximo lunes.


lyagquintanilla@hotmail.com

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