/ sábado 22 de septiembre de 2018

Guardando las apariencias

Manantial

No salió comer a la hora de la comida porque prefirió seguirse de corrido en el trabajo para ya no regresar en la tarde, claro, avisando previamente. A las cuatro y media dejó de hacer lo que le tenía ocupada, ya sabía que le había ido muy mal a su jefe en la reunión y que la carpeta se la devolvieron con muchas observaciones de todos los presentes, así que 15 minutos antes de las cinco cerró su escritorio, checó su salida y se dirigió a la calle sin rumbo.

Tomó un microbús para llegar al supermercado, Mónica no llevaba el coche porque suponía que regresaría con Fernando con las compras. A pesar de ella llegar tarde, no estaba el coche de Fernando en el estacionamiento de siempre, entonces, esperó y mientras comería rápido algo. Además con el apetito que traía, hasta él agradeció que no estaba. Mónica tomó una rebanada de pizza y un refresco light.

Comió con toda calma, con la tranquilidad de no regresar al trabajo, chorreó el refresco en su blusa y la manchó la blusa, pero no importaba. Miraba con pendiente la entrada de vehículos y no llegaba Fernando. Mientras comía, repasaba la carpeta de su jefe, todo lo que se equipo trabajó, ideó para presentarla. Y para que en unos minutos se la echaran abajo los dueños del Corporativo. Habrá que revisarla y volverla a hacer.

Terminó su comida y esperó sentada en lo que le marcaba al celular. -¿Bueno? Fer, ya estoy esperando- le dijo. ¿Sabes? Mira me alcanzas adentro. Voy a empezar a hacer las compras- miró el reloj. Las seis. Entró al supermercado, jaló carrito y empezó el recorrido por los pasillos.

En la panadería, en las frutas y verduras, leche, azúcar, galletas… hasta que casi a las siete llegó Fer, con unos tragos de alcohol encima!!! Con el beso suficiente para saber el tamaño de la fiesta que traía. No quería enojarse y se contuvo Mónica guardando las apariencias. Casi terminaba de hacer el súper y se encaminó hacia las cajas.

Llegó la hora del pago: -Son ochocientos sesenta y dos- dijo la señorita. Fer sacó su cartera porque Mónica se quedó inmóvil, confiada por supuesto. Sacó Fer la tarjeta y lo que nunca: -No pasa su tarjeta joven, ¿Quiere que intente nuevamente?- preguntó la chica. -Sí por favor dijo Mónica. -No señor, nuevamente no pasa- Una gran pena la de ella. Mónica no llevaba su tarjeta, aún así, no pagaría el súper, los gastos eran divididos. –Dejaremos todo el súper-. Fer no creía lo que yo había dicho, pero no había de otra.

Mónica caminó sin mirar hacia atrás. Fer callado la siguió hasta el estacionamiento –Y el coche?- dijo a Fer. La miró. -¿No te trajiste tu coche Fernando? – se hizo un silencio. –No-.

Sin coche, sin súper, se quedó parada frente a él y le dijo muy fuerte: ¡No sé qué te está pasando, pero lo que sea, no tienes derecho a hacerme pasar por esto! Se atravesó Mónica a la acera de enfrente y Fernando no decía nada.

Vio Mónica que se acercaban dos chicas a Fernando, muy risueñas, con la misma fiesta que traía Fernando. -¡Pero qué cinismo!! Y claro, no tienes ya dinero, ¡no! Si te lo gastaste todo con ellas!!- gritó. Se detuvo un taxi y ella subió, no tenía más que hacer allí.

Cuando entrada la madrugada él llegó al departamento que compartían, ella se levantó de su cama y sólo dijo una frase: -Me dejas sola, sigue tu fiesta y si vuelves te voy a pedir un favor: sólo recoges tus tiliches que te dejaré afuera. Me dejas la llave debajo del tapete. Adiós-. Fer se quedó de pié mirando cuando cerró la puerta. No había más. Llevarse en unas horas lo que le pertenecía, sólo eso.

No salió comer a la hora de la comida porque prefirió seguirse de corrido en el trabajo para ya no regresar en la tarde, claro, avisando previamente. A las cuatro y media dejó de hacer lo que le tenía ocupada, ya sabía que le había ido muy mal a su jefe en la reunión y que la carpeta se la devolvieron con muchas observaciones de todos los presentes, así que 15 minutos antes de las cinco cerró su escritorio, checó su salida y se dirigió a la calle sin rumbo.

Tomó un microbús para llegar al supermercado, Mónica no llevaba el coche porque suponía que regresaría con Fernando con las compras. A pesar de ella llegar tarde, no estaba el coche de Fernando en el estacionamiento de siempre, entonces, esperó y mientras comería rápido algo. Además con el apetito que traía, hasta él agradeció que no estaba. Mónica tomó una rebanada de pizza y un refresco light.

Comió con toda calma, con la tranquilidad de no regresar al trabajo, chorreó el refresco en su blusa y la manchó la blusa, pero no importaba. Miraba con pendiente la entrada de vehículos y no llegaba Fernando. Mientras comía, repasaba la carpeta de su jefe, todo lo que se equipo trabajó, ideó para presentarla. Y para que en unos minutos se la echaran abajo los dueños del Corporativo. Habrá que revisarla y volverla a hacer.

Terminó su comida y esperó sentada en lo que le marcaba al celular. -¿Bueno? Fer, ya estoy esperando- le dijo. ¿Sabes? Mira me alcanzas adentro. Voy a empezar a hacer las compras- miró el reloj. Las seis. Entró al supermercado, jaló carrito y empezó el recorrido por los pasillos.

En la panadería, en las frutas y verduras, leche, azúcar, galletas… hasta que casi a las siete llegó Fer, con unos tragos de alcohol encima!!! Con el beso suficiente para saber el tamaño de la fiesta que traía. No quería enojarse y se contuvo Mónica guardando las apariencias. Casi terminaba de hacer el súper y se encaminó hacia las cajas.

Llegó la hora del pago: -Son ochocientos sesenta y dos- dijo la señorita. Fer sacó su cartera porque Mónica se quedó inmóvil, confiada por supuesto. Sacó Fer la tarjeta y lo que nunca: -No pasa su tarjeta joven, ¿Quiere que intente nuevamente?- preguntó la chica. -Sí por favor dijo Mónica. -No señor, nuevamente no pasa- Una gran pena la de ella. Mónica no llevaba su tarjeta, aún así, no pagaría el súper, los gastos eran divididos. –Dejaremos todo el súper-. Fer no creía lo que yo había dicho, pero no había de otra.

Mónica caminó sin mirar hacia atrás. Fer callado la siguió hasta el estacionamiento –Y el coche?- dijo a Fer. La miró. -¿No te trajiste tu coche Fernando? – se hizo un silencio. –No-.

Sin coche, sin súper, se quedó parada frente a él y le dijo muy fuerte: ¡No sé qué te está pasando, pero lo que sea, no tienes derecho a hacerme pasar por esto! Se atravesó Mónica a la acera de enfrente y Fernando no decía nada.

Vio Mónica que se acercaban dos chicas a Fernando, muy risueñas, con la misma fiesta que traía Fernando. -¡Pero qué cinismo!! Y claro, no tienes ya dinero, ¡no! Si te lo gastaste todo con ellas!!- gritó. Se detuvo un taxi y ella subió, no tenía más que hacer allí.

Cuando entrada la madrugada él llegó al departamento que compartían, ella se levantó de su cama y sólo dijo una frase: -Me dejas sola, sigue tu fiesta y si vuelves te voy a pedir un favor: sólo recoges tus tiliches que te dejaré afuera. Me dejas la llave debajo del tapete. Adiós-. Fer se quedó de pié mirando cuando cerró la puerta. No había más. Llevarse en unas horas lo que le pertenecía, sólo eso.

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