/ miércoles 5 de junio de 2019

Hannah Arendt

Una de las más grandes filósofas y teóricas políticas del siglo XX

Durante los últimos días de mi estancia en Alemania me bajé del tren por equivocación en la ciudad de Mainz (Maguncia en español), justo el día de las elecciones europeas este mes de mayo de 2019. Afortunadamente me di cuenta pronto de mi error y me subí nuevamente al tren con mi enorme maleta y la computadora que siempre cargo conmigo colgada al hombro.

Meinz es la ciudad en donde nació Johannes Gutenberg, aquel orfebre alemán que inventó la prensa imprenta con tipos móviles –¿Coincidencias? – Pensé para mis adentros –¿estoy de verdad en la ciudad donde nació la modernidad de los libros y en el país de Hannah Arendt justo este día?

Pues les cuento que Hannah Arendt fue una de las más grandes filósofas y teóricas políticas del siglo XX, nació en Hannover Alemania. Estudió filosofía en la hermosa Universidad de Marburgo en donde conoció al controversial y también filósofo Martin Heiddegger, con quien sostuvo una relación amorosa juvenil, y se doctoró posteriormente con la tesis Amor y San Agustín en la universidad de Heidelberg.

Siendo Arendt judía, huyó a Francia durante la Segunda Guerra en donde trabajó para la organización Youth Alihay, rescatando a muchos jóvenes judíos. En 1941 llegó a New York con su nuevo esposo, Heinrich Blücher, escapando nuevamente de los horrores de la Europa Nazi.

Escribió varios ensayos sobre antisemitismo. Se pronunció siempre en contra de los derechos humanos, los cuales consideraba contraproducentes. Defendió con toda firmeza los derechos al matrimonio interracial y sobre todo, defendió la “desobediencia civil”. (punto cúlmine para mí, en este día)

Su obra más reconocida fue: “Los orígenes del totalitarismo”, misma que escribió en 1951. En este libro, Hannah Arendt sostiene que los totalitarismos se basan en la interpretación de la ley como “ley natural”, justificando la exterminación de las clases y razas condenadas, es decir, por su naturaleza y por su historia, de tal manera que reconstruyó el problema histórico-político que desembocó en el antisemitismo.

Arendt publicó otras obras acerca de filosofía política, aunque siempre se negó a ser reconocida como una filósofa. (vale mucho la pena leer el por qué de su negativa). Políticamente hablando, siempre defendió el pluralismo, pues pensaba que gracias al pluralismo, se genera el potencial de la libertad e igualdad política entre las personas.

En el año 1961, cuando comenzó el juicio en Jerusalén en contra de Adolf Eichman, aquel temible teniente coronel de las SS nazis y principal responsable de las deportaciones masivas que acabaron con la vida de millones de judíos, ella fue enviada como reportera del New Yorker para cubrir la noticia de dicho acontecimiento. Este libro fue severamente castigado y mal entendido en su época, porque se pensaban que ella debería haber hablado en contra de todas las maldades de este hombre, acusándola de enemiga de los judíos. El libro se llama, Eichman en Jerusalén con el subtítulo Sobre la banalidad del mal.

Para sorpresa de Arendt y para sorpresa de muchos de sus lectores, el conocer a Eichman durante el juicio, a quien de alguna manera pensó que podría ser alguien “diferente” por haber tenido la sangre fría para llevar a cabo todas estas atrocidades y desarrollar ese odio indescriptible hacia los judios, se dio cuenta que este tipo de “monstruos ” que han hecho tanto daño en la historia humana (ya sean violadores, asesinos u otros), pueden tener una imagen perfectamente normal. De esta manera escribió que Eichman actuó como un simple ejecutor, actuando de la manera más burócrata posible, renunciando a sus cualidades personales, precisamente como una marioneta banal. Eichman dijo una y otra vez que nunca había hecho nada por iniciativa propia. Sólo había obedecido órdenes. De ahí la importancia de la desobediencia civil en los momentos trascendentales para la humanidad, dice Arendt.

“El mayor mal del mundo es cometido por los -Don nadie-, humanos que se rehúsan a ser personas en medio de la espantosa mediocridad capaces de realizar crímenes horrendos, incapaces de pensar y esa incapacidad de pensar es la que crea la posibilidad de que los hombres comentan crímenes a una escala gigantesta.

De esta manera, nació su libro en el cual nos habla de la pérdida de capacidad de juicio de un hombre como él, es decir: un hombre como muchos. Un ambicioso que le tocó vivir en ese tiempo y en esas circunstancias, un hombre que pertenece al grupo de los nihilistas, los dogmáticos y los ciudadanos “normales”. Arendt dice que los dogmáticos, quizá, huyendo de la ansiedad de un esceptisimo incapaz de dar respuestas definitivas a todas las preguntas, asume un dogma rígido que le aporta seguridad al concentrar todas sus acciones en un obsesivo ideal, fortaleciendo su voluntad y su capacidad de acción. Ella afirma que a este grupo pertenecen fanáticos politicos y religiosos, siempre refractarios al diálogo que pudiese cuestionar sus ideales. Es decir, un ser humano sin juicio, sin diálogo interior que cambia fácilmente de dogma; el hinilista cambia de conducta y muchos ciudadanos normales, de valores.

“El era un hombre como tantos, un disciplinado, aplicado y ambicioso burócrata: no un Satanás, sino una persona ‘terriblemente y temiblemente normal’; un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir”

Una de las frases más profundas de Hannah Arendt, para mi gusto, es: “Quien tiene unos valores inculcados, incluso fuertemente inculcados, pero en absoluto pensados, reflexionados o examinados, pueden sustituirlos en un momento de crisis. Es decir, siempre se depende de ese diálogo interior que permite aceptar o no las condiciones en las que se vive o rechazarlas contundentemente. La obediencia no es un acto reflexionado, la inteligencia sí lo es y nos ayuda a tomar nuestras propias determinaciones a pesar de nuestro maltrecho entorno.

Es por eso que tuve la necesidad de escribir acerca de esta gran pensadora del siglo XX en este día de las votaciones europeas en las que las extremas derechas vuelven a resurgir (también en otras latitudes del mundo) y no puedo sino volver a leer a esta mujer y retransmitir su mensaje, el cual nos hace mucha falta en estos momentos. Sólo basta mirar al norte para darnos cuenta.

Durante los últimos días de mi estancia en Alemania me bajé del tren por equivocación en la ciudad de Mainz (Maguncia en español), justo el día de las elecciones europeas este mes de mayo de 2019. Afortunadamente me di cuenta pronto de mi error y me subí nuevamente al tren con mi enorme maleta y la computadora que siempre cargo conmigo colgada al hombro.

Meinz es la ciudad en donde nació Johannes Gutenberg, aquel orfebre alemán que inventó la prensa imprenta con tipos móviles –¿Coincidencias? – Pensé para mis adentros –¿estoy de verdad en la ciudad donde nació la modernidad de los libros y en el país de Hannah Arendt justo este día?

Pues les cuento que Hannah Arendt fue una de las más grandes filósofas y teóricas políticas del siglo XX, nació en Hannover Alemania. Estudió filosofía en la hermosa Universidad de Marburgo en donde conoció al controversial y también filósofo Martin Heiddegger, con quien sostuvo una relación amorosa juvenil, y se doctoró posteriormente con la tesis Amor y San Agustín en la universidad de Heidelberg.

Siendo Arendt judía, huyó a Francia durante la Segunda Guerra en donde trabajó para la organización Youth Alihay, rescatando a muchos jóvenes judíos. En 1941 llegó a New York con su nuevo esposo, Heinrich Blücher, escapando nuevamente de los horrores de la Europa Nazi.

Escribió varios ensayos sobre antisemitismo. Se pronunció siempre en contra de los derechos humanos, los cuales consideraba contraproducentes. Defendió con toda firmeza los derechos al matrimonio interracial y sobre todo, defendió la “desobediencia civil”. (punto cúlmine para mí, en este día)

Su obra más reconocida fue: “Los orígenes del totalitarismo”, misma que escribió en 1951. En este libro, Hannah Arendt sostiene que los totalitarismos se basan en la interpretación de la ley como “ley natural”, justificando la exterminación de las clases y razas condenadas, es decir, por su naturaleza y por su historia, de tal manera que reconstruyó el problema histórico-político que desembocó en el antisemitismo.

Arendt publicó otras obras acerca de filosofía política, aunque siempre se negó a ser reconocida como una filósofa. (vale mucho la pena leer el por qué de su negativa). Políticamente hablando, siempre defendió el pluralismo, pues pensaba que gracias al pluralismo, se genera el potencial de la libertad e igualdad política entre las personas.

En el año 1961, cuando comenzó el juicio en Jerusalén en contra de Adolf Eichman, aquel temible teniente coronel de las SS nazis y principal responsable de las deportaciones masivas que acabaron con la vida de millones de judíos, ella fue enviada como reportera del New Yorker para cubrir la noticia de dicho acontecimiento. Este libro fue severamente castigado y mal entendido en su época, porque se pensaban que ella debería haber hablado en contra de todas las maldades de este hombre, acusándola de enemiga de los judíos. El libro se llama, Eichman en Jerusalén con el subtítulo Sobre la banalidad del mal.

Para sorpresa de Arendt y para sorpresa de muchos de sus lectores, el conocer a Eichman durante el juicio, a quien de alguna manera pensó que podría ser alguien “diferente” por haber tenido la sangre fría para llevar a cabo todas estas atrocidades y desarrollar ese odio indescriptible hacia los judios, se dio cuenta que este tipo de “monstruos ” que han hecho tanto daño en la historia humana (ya sean violadores, asesinos u otros), pueden tener una imagen perfectamente normal. De esta manera escribió que Eichman actuó como un simple ejecutor, actuando de la manera más burócrata posible, renunciando a sus cualidades personales, precisamente como una marioneta banal. Eichman dijo una y otra vez que nunca había hecho nada por iniciativa propia. Sólo había obedecido órdenes. De ahí la importancia de la desobediencia civil en los momentos trascendentales para la humanidad, dice Arendt.

“El mayor mal del mundo es cometido por los -Don nadie-, humanos que se rehúsan a ser personas en medio de la espantosa mediocridad capaces de realizar crímenes horrendos, incapaces de pensar y esa incapacidad de pensar es la que crea la posibilidad de que los hombres comentan crímenes a una escala gigantesta.

De esta manera, nació su libro en el cual nos habla de la pérdida de capacidad de juicio de un hombre como él, es decir: un hombre como muchos. Un ambicioso que le tocó vivir en ese tiempo y en esas circunstancias, un hombre que pertenece al grupo de los nihilistas, los dogmáticos y los ciudadanos “normales”. Arendt dice que los dogmáticos, quizá, huyendo de la ansiedad de un esceptisimo incapaz de dar respuestas definitivas a todas las preguntas, asume un dogma rígido que le aporta seguridad al concentrar todas sus acciones en un obsesivo ideal, fortaleciendo su voluntad y su capacidad de acción. Ella afirma que a este grupo pertenecen fanáticos politicos y religiosos, siempre refractarios al diálogo que pudiese cuestionar sus ideales. Es decir, un ser humano sin juicio, sin diálogo interior que cambia fácilmente de dogma; el hinilista cambia de conducta y muchos ciudadanos normales, de valores.

“El era un hombre como tantos, un disciplinado, aplicado y ambicioso burócrata: no un Satanás, sino una persona ‘terriblemente y temiblemente normal’; un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir”

Una de las frases más profundas de Hannah Arendt, para mi gusto, es: “Quien tiene unos valores inculcados, incluso fuertemente inculcados, pero en absoluto pensados, reflexionados o examinados, pueden sustituirlos en un momento de crisis. Es decir, siempre se depende de ese diálogo interior que permite aceptar o no las condiciones en las que se vive o rechazarlas contundentemente. La obediencia no es un acto reflexionado, la inteligencia sí lo es y nos ayuda a tomar nuestras propias determinaciones a pesar de nuestro maltrecho entorno.

Es por eso que tuve la necesidad de escribir acerca de esta gran pensadora del siglo XX en este día de las votaciones europeas en las que las extremas derechas vuelven a resurgir (también en otras latitudes del mundo) y no puedo sino volver a leer a esta mujer y retransmitir su mensaje, el cual nos hace mucha falta en estos momentos. Sólo basta mirar al norte para darnos cuenta.

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