/ lunes 8 de octubre de 2018

Harriet Washington ¿Medicina ética o simple abuso de poder?

Este tipo de acciones hacen pensar que la historia, aunque a veces más tarde que temprano, siempre se encarga de juzgar nuestros hechos

El pasado mes de septiembre, por primera vez en nuestra historia, una entidad oficial mexicana ha reconocido que la masacre de estudiantes del 2 de octubre de 1968 fue “Crimen de Estado” y se ponen en marcha las iniciativas culturales que contribuyan a la búsqueda de la verdad y la justicia. Al día siguiente de este hecho, se retiraron placas conmemorativas que llevaban el nombre del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz de algunas estaciones del metro de la CDMX como protesta.

Este tipo de acciones hacen pensar que la historia, aunque a veces más tarde que temprano, siempre se encarga de juzgar nuestros hechos y nos encamina a la anhelada ética, igualdad y respeto que se nos perdió a través de los milenios.

Es por esta razón que no puedo dejar de pensar en la doctora Harriet Washington. Ella es estadounidense, especialista en ética médica y escritora. Publicó su libro en 2006 bajo el título “Medical Apartheid” que se traduciría al español como “Segregación Médica”.

Aunque para algunas personas este título resulte inexplicablemente exagerado, aquí nos narra la oscura historia de la experimentación médica con afroestadounidensesdes de la época colonial hasta el presente. Es un libro muy bien documentado y nada placentero que nos ayuda a comprender porque la comunidad afroestadounidense y ahora también la latina, desconfían tanto de la medicina y del sistema de salud de ese país.

La idea principal es también exponer esa historia para reivindicar las voces de las y los que participaron involuntariamente “en nombre de la ciencia”. Aquí cuenta esa atroz historia con la intención de reivindicar las voces de aquellos que “participaron” involuntariamente.

Una de las principales referenciasen su libro es el doctor James Marion Sims, nació en Carolina del Sur y fundó el primer hospital para mujeres en Nueva York en 1855 y a quien se le llamó como el padre de la ginecología.

El doctor Sims inventó el espéculo que se utiliza en ginecología todavía en la actualidad y otros instrumentos más. Fue pionero en curar la fistula vascularen el siglo XIX, cuando las fístulas vesicovaginales eran una complicación común, socialmente destructiva y catastrófica durante el parto, afectando a muchas mujeres y no tenían cura o tratamiento efectivos.

En Montgomery, Alabama, entre 1845 y 1849, Sims realizó cirugías experimentales en 12 mujeres esclavizadas con estas características en el hospital de su patio trasero. En sus registros aparecen el nombre de tres mujeres que padecían está enfermedad: Anarcha, Betsy y Lucy.

Sobre Anarcha se sabe que llegó a su consultorio a los 17 años después de un parto de tres días. En un período de cuatro años, Sims le hizo 30 cirugías experimentales sin anestesia hasta lograr la técnica adecuada para cerrar las fístulas utilizando una sutura de plata.

"La agonía de Lucy fue extrema", escribió Sims en su autobiografía de 1884. "Pensé que iba a morir"

Mujeres hincadas, sujetadas como animales en medio de alaridos y sin ningún tipo de anestesia. En 1853, el médico dejó Alabama y llegó a Nueva York para fundar el primer hospital de mujeres de Estados Unidos. Ahí aplicó su tratamiento en mujeres blancas pero con anestesia. En un contexto más amplio, es un testimonio del uso sistemático de afroestadounideses como sujetos de experimentación médica.

No se puede sacrificar cruelmente a un pequeño grupo de personas sin poder, para beneficiar a otro grupo de personas muy poderosas. Eso no es éticamente defendible ni tampoco es un acto heroico

"Una de las teorías médicas sobre los afroaestadounidenses, era que no sentían dolor o al menos no sentían dolor como los blancos. Una creencia muy conveniente si quieres abusar de ellos durante la cirugía”.

Por esta razón y después de muchas protestas, la estatua de Sims es también la primera en ser removida de los espacios públicos de Nueva York, erradicando los símbolos racistas de los años de la Confederación y por eso tengo la sensación que lentamente nos encaminamos a corregir lo que hoy llamamos “políticamente incorrecto” y nos ayudan a cambiar aquellas actitudes que nos han impedido crecer y organizarnos como humanidad.


El pasado mes de septiembre, por primera vez en nuestra historia, una entidad oficial mexicana ha reconocido que la masacre de estudiantes del 2 de octubre de 1968 fue “Crimen de Estado” y se ponen en marcha las iniciativas culturales que contribuyan a la búsqueda de la verdad y la justicia. Al día siguiente de este hecho, se retiraron placas conmemorativas que llevaban el nombre del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz de algunas estaciones del metro de la CDMX como protesta.

Este tipo de acciones hacen pensar que la historia, aunque a veces más tarde que temprano, siempre se encarga de juzgar nuestros hechos y nos encamina a la anhelada ética, igualdad y respeto que se nos perdió a través de los milenios.

Es por esta razón que no puedo dejar de pensar en la doctora Harriet Washington. Ella es estadounidense, especialista en ética médica y escritora. Publicó su libro en 2006 bajo el título “Medical Apartheid” que se traduciría al español como “Segregación Médica”.

Aunque para algunas personas este título resulte inexplicablemente exagerado, aquí nos narra la oscura historia de la experimentación médica con afroestadounidensesdes de la época colonial hasta el presente. Es un libro muy bien documentado y nada placentero que nos ayuda a comprender porque la comunidad afroestadounidense y ahora también la latina, desconfían tanto de la medicina y del sistema de salud de ese país.

La idea principal es también exponer esa historia para reivindicar las voces de las y los que participaron involuntariamente “en nombre de la ciencia”. Aquí cuenta esa atroz historia con la intención de reivindicar las voces de aquellos que “participaron” involuntariamente.

Una de las principales referenciasen su libro es el doctor James Marion Sims, nació en Carolina del Sur y fundó el primer hospital para mujeres en Nueva York en 1855 y a quien se le llamó como el padre de la ginecología.

El doctor Sims inventó el espéculo que se utiliza en ginecología todavía en la actualidad y otros instrumentos más. Fue pionero en curar la fistula vascularen el siglo XIX, cuando las fístulas vesicovaginales eran una complicación común, socialmente destructiva y catastrófica durante el parto, afectando a muchas mujeres y no tenían cura o tratamiento efectivos.

En Montgomery, Alabama, entre 1845 y 1849, Sims realizó cirugías experimentales en 12 mujeres esclavizadas con estas características en el hospital de su patio trasero. En sus registros aparecen el nombre de tres mujeres que padecían está enfermedad: Anarcha, Betsy y Lucy.

Sobre Anarcha se sabe que llegó a su consultorio a los 17 años después de un parto de tres días. En un período de cuatro años, Sims le hizo 30 cirugías experimentales sin anestesia hasta lograr la técnica adecuada para cerrar las fístulas utilizando una sutura de plata.

"La agonía de Lucy fue extrema", escribió Sims en su autobiografía de 1884. "Pensé que iba a morir"

Mujeres hincadas, sujetadas como animales en medio de alaridos y sin ningún tipo de anestesia. En 1853, el médico dejó Alabama y llegó a Nueva York para fundar el primer hospital de mujeres de Estados Unidos. Ahí aplicó su tratamiento en mujeres blancas pero con anestesia. En un contexto más amplio, es un testimonio del uso sistemático de afroestadounideses como sujetos de experimentación médica.

No se puede sacrificar cruelmente a un pequeño grupo de personas sin poder, para beneficiar a otro grupo de personas muy poderosas. Eso no es éticamente defendible ni tampoco es un acto heroico

"Una de las teorías médicas sobre los afroaestadounidenses, era que no sentían dolor o al menos no sentían dolor como los blancos. Una creencia muy conveniente si quieres abusar de ellos durante la cirugía”.

Por esta razón y después de muchas protestas, la estatua de Sims es también la primera en ser removida de los espacios públicos de Nueva York, erradicando los símbolos racistas de los años de la Confederación y por eso tengo la sensación que lentamente nos encaminamos a corregir lo que hoy llamamos “políticamente incorrecto” y nos ayudan a cambiar aquellas actitudes que nos han impedido crecer y organizarnos como humanidad.


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