/ lunes 16 de mayo de 2022

Esculturas icónicas de Cuautla, lejos de patrimonializarse

Figuras como el Mamado o el Troll en la Heroica han sido consideradas por los pobladores como símbolo del municipio

Cuando compró aquella escultura, a Constantino Méndez ni siquiera le pasó por la cabeza que aquel musculoso hombre, hecho a imagen y semejanza de Arnold Schwarzenegger en sus años mozos, se convertiría en un icono de Cuautla. A fuerza de las décadas, tres exactamente, este pequeño hombre, musculoso como pocos y a quien todos conocen como “El Mamado”, se ha ganado el cariño de la gente: las dos ocasiones en que ha sido retirado de la calle en operativos contra el ambulantaje, su liberación se ha asumido como un reclamo popular. Y las autoridades lo han devuelto sin cobrar fianza alguna.

“Es muy bonito, me halaga, es una bonita historia que no pensamos que iba a repercutir tanto cuando lo trajimos por primera vez. De eso tiene treinta años”, cuenta Constantino, justo en el sitio donde suele colocar la escultura, sobre la calle Valerio Trujano, en el Centro Histórico.

No ha faltado quien diga que Constantín “El Mamado”, como lo llama su dueño, forma parte del patrimonio del municipio, pero ¿puede un entramado de fibra de vidrio, que en la década de los 90 fue comprado en cinco mil pesos, escalar hasta ese nivel?

De acuerdo con Gustavo Garibay López, historiador morelense, la respuesta es clara y es no. Al menos no por el momento. Por ahora, figuras como El Mamado y otros “fetiches urbanos” pueden, sí, asumirse como referentes de una estética construida de acuerdo con el gusto urbano, integrándose al paisaje cotidiano de las ciudades. Sin embargo, no cumplen con un requisito esencial para la patrimonialización: la excepcionalidad.

“Hay una característica que vuelve al patrimonio parte de la identidad de una comunidad, que es su excepcionalidad. Lo que sí podemos decir es que son referentes efímeros de esa estética que se construye de acuerdo con el gusto urbano, que es un gusto compartido, y la gente lo acepta con burla, integrándolo al paisaje cotidiano, pero que no podríamos considerar como un patrimonio en términos culturales, porque no es excepcional, sino que forma parte de esa narrativa que instalan muchas veces los propios estereotipos construidos por los medios de comunicación, como el cine y la televisión”, reflexiona el historiador.

Aun así, Garibay López no descarta que, con el paso del tiempo estas esculturas lleguen a patrimonializarse, acaso en unos 50 o 100 años, un proceso en el que influirían mucho los relatos construidos a su alrededor: “Al paso del tiempo, eso puede adquirir un significado relevante, tan es así que se patrimonialice: imagínate que esa pieza en cincuenta o cien años se vuelve un objeto cultural digno de su conservación”, agrega Garibay.

Esculturas icónicas

Labradas con aspiraciones más solemnes, otras figuras de Cuautla también se han incorporado al imaginario colectivo de forma peculiar: ganándose motes especiales para dirigirse a ellas, algo que, en palabras del cronista e investigador Samuel Hernández Beltrán, no es sino una irreverencia que va en contra del respeto que merecen las representaciones de los personajes cuyas acciones forjaron en el pasado la construcción de la identidad cuautlense.

“Se les debe respetar porque representan y son parte de la historia desde su pueblo. No cualquier pueblo tiene los héroes que ha tenido Cuautla”, señala el cronista.

Una mañana de febrero de 2017, la estatua del Niño Artillero, personaje clave de la batalla del Sitio de Cuautla de 1812, amaneció portando la conocida filipina roja de la cadena de tiendas OXXO, hecho que indignó a las autoridades municipales y que los usuarios de las redes sociales tomaron con gracia. Hasta entonces, el monumento instalado originalmente frente al Hotel Vasco, en 1954, y actualmente situado entre las calles Ejército Americano, José Perdiz y Mariano Antonio y Máximo Bravo, había escapado honorablemente a cualquier burla ni siquiera anónima.

Otros monumentos en Cuautla que, además de ser puntos de referencia para ubicarse en la ciudad, han ido adquiriendo sobrenombres de los ciudadanos son el monumento a José María Morelos y Pavón, ubicado en el distribuidor norte de la ciudad, a quien en alguna época se le conoció como “El He-Man”, por el machete que blande en lo alto; y el águila situada en el acceso oriente del municipio, que, por su robusto aspecto, es nombrada como “águila gorda” o “el borrego”. En realidad, el águila simboliza el nombre originario de Cuautla, que en náhuatl significa “lugar de águilas”.

El Troll del zócalo

Desde hace 20 años, un troll, de aproximadamente 80 centímetros de altura, se mantiene de pie en un punto del zócalo de la ciudad. En un inicio, la función de la figura era la de señalar el acceso a la tienda de artesanías “Quetzalcoatl”, pero con el paso del tiempo se fue transformando en algo más. Hoy, tal como ocurre con El Mamado, hay quienes pasan y se detienen a su lado para tomarse una foto.

“Es un troll, efectivamente, que nos fue regalado por el proveedor de troles que tenemos a la venta. Es el segundo, porque el primero que nos dieron nos lo robaron”, cuenta Olivia Rangel, dueña de la tienda de artesanías.

“El Niño”, como le dicen sus responsables, tiene 12 años de edad y vino a sustituir al troll original. A la fecha, ha sido restaurado en varias ocasiones y su vestimenta también ha cambiado de color para evitar que luzca deteriorado. En ocasiones especiales, Olivia y el personal de la tienda lo arropan con atuendos coloridos y, aunque al principio lo sujetaban con cadenas para evitar que volvieran a llevárselo, esa costumbre quedó atrás, confiando en la buena voluntad de los cuautlenses.

“Nos da gusto que la gente lo identifique, porque por él identifican el local. Le dicen el troll o el narizón: aquí en Cuautla tenemos esa forma de dar direcciones, por referencias, jamás por calles, son muy pocas las calles que conocemos por su nombre”, dice Olivia, con una sonrisa.


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Cuando compró aquella escultura, a Constantino Méndez ni siquiera le pasó por la cabeza que aquel musculoso hombre, hecho a imagen y semejanza de Arnold Schwarzenegger en sus años mozos, se convertiría en un icono de Cuautla. A fuerza de las décadas, tres exactamente, este pequeño hombre, musculoso como pocos y a quien todos conocen como “El Mamado”, se ha ganado el cariño de la gente: las dos ocasiones en que ha sido retirado de la calle en operativos contra el ambulantaje, su liberación se ha asumido como un reclamo popular. Y las autoridades lo han devuelto sin cobrar fianza alguna.

“Es muy bonito, me halaga, es una bonita historia que no pensamos que iba a repercutir tanto cuando lo trajimos por primera vez. De eso tiene treinta años”, cuenta Constantino, justo en el sitio donde suele colocar la escultura, sobre la calle Valerio Trujano, en el Centro Histórico.

No ha faltado quien diga que Constantín “El Mamado”, como lo llama su dueño, forma parte del patrimonio del municipio, pero ¿puede un entramado de fibra de vidrio, que en la década de los 90 fue comprado en cinco mil pesos, escalar hasta ese nivel?

De acuerdo con Gustavo Garibay López, historiador morelense, la respuesta es clara y es no. Al menos no por el momento. Por ahora, figuras como El Mamado y otros “fetiches urbanos” pueden, sí, asumirse como referentes de una estética construida de acuerdo con el gusto urbano, integrándose al paisaje cotidiano de las ciudades. Sin embargo, no cumplen con un requisito esencial para la patrimonialización: la excepcionalidad.

“Hay una característica que vuelve al patrimonio parte de la identidad de una comunidad, que es su excepcionalidad. Lo que sí podemos decir es que son referentes efímeros de esa estética que se construye de acuerdo con el gusto urbano, que es un gusto compartido, y la gente lo acepta con burla, integrándolo al paisaje cotidiano, pero que no podríamos considerar como un patrimonio en términos culturales, porque no es excepcional, sino que forma parte de esa narrativa que instalan muchas veces los propios estereotipos construidos por los medios de comunicación, como el cine y la televisión”, reflexiona el historiador.

Aun así, Garibay López no descarta que, con el paso del tiempo estas esculturas lleguen a patrimonializarse, acaso en unos 50 o 100 años, un proceso en el que influirían mucho los relatos construidos a su alrededor: “Al paso del tiempo, eso puede adquirir un significado relevante, tan es así que se patrimonialice: imagínate que esa pieza en cincuenta o cien años se vuelve un objeto cultural digno de su conservación”, agrega Garibay.

Esculturas icónicas

Labradas con aspiraciones más solemnes, otras figuras de Cuautla también se han incorporado al imaginario colectivo de forma peculiar: ganándose motes especiales para dirigirse a ellas, algo que, en palabras del cronista e investigador Samuel Hernández Beltrán, no es sino una irreverencia que va en contra del respeto que merecen las representaciones de los personajes cuyas acciones forjaron en el pasado la construcción de la identidad cuautlense.

“Se les debe respetar porque representan y son parte de la historia desde su pueblo. No cualquier pueblo tiene los héroes que ha tenido Cuautla”, señala el cronista.

Una mañana de febrero de 2017, la estatua del Niño Artillero, personaje clave de la batalla del Sitio de Cuautla de 1812, amaneció portando la conocida filipina roja de la cadena de tiendas OXXO, hecho que indignó a las autoridades municipales y que los usuarios de las redes sociales tomaron con gracia. Hasta entonces, el monumento instalado originalmente frente al Hotel Vasco, en 1954, y actualmente situado entre las calles Ejército Americano, José Perdiz y Mariano Antonio y Máximo Bravo, había escapado honorablemente a cualquier burla ni siquiera anónima.

Otros monumentos en Cuautla que, además de ser puntos de referencia para ubicarse en la ciudad, han ido adquiriendo sobrenombres de los ciudadanos son el monumento a José María Morelos y Pavón, ubicado en el distribuidor norte de la ciudad, a quien en alguna época se le conoció como “El He-Man”, por el machete que blande en lo alto; y el águila situada en el acceso oriente del municipio, que, por su robusto aspecto, es nombrada como “águila gorda” o “el borrego”. En realidad, el águila simboliza el nombre originario de Cuautla, que en náhuatl significa “lugar de águilas”.

El Troll del zócalo

Desde hace 20 años, un troll, de aproximadamente 80 centímetros de altura, se mantiene de pie en un punto del zócalo de la ciudad. En un inicio, la función de la figura era la de señalar el acceso a la tienda de artesanías “Quetzalcoatl”, pero con el paso del tiempo se fue transformando en algo más. Hoy, tal como ocurre con El Mamado, hay quienes pasan y se detienen a su lado para tomarse una foto.

“Es un troll, efectivamente, que nos fue regalado por el proveedor de troles que tenemos a la venta. Es el segundo, porque el primero que nos dieron nos lo robaron”, cuenta Olivia Rangel, dueña de la tienda de artesanías.

“El Niño”, como le dicen sus responsables, tiene 12 años de edad y vino a sustituir al troll original. A la fecha, ha sido restaurado en varias ocasiones y su vestimenta también ha cambiado de color para evitar que luzca deteriorado. En ocasiones especiales, Olivia y el personal de la tienda lo arropan con atuendos coloridos y, aunque al principio lo sujetaban con cadenas para evitar que volvieran a llevárselo, esa costumbre quedó atrás, confiando en la buena voluntad de los cuautlenses.

“Nos da gusto que la gente lo identifique, porque por él identifican el local. Le dicen el troll o el narizón: aquí en Cuautla tenemos esa forma de dar direcciones, por referencias, jamás por calles, son muy pocas las calles que conocemos por su nombre”, dice Olivia, con una sonrisa.


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