/ jueves 14 de junio de 2018

A contra tiempo

El actual proceso electoral ha sido criticado en todas y cada una de sus fases. Desde el inicio ha sido así y todo indica que el final, sea cual sea el resultado, también tendrá una carga de inconformidad, crítica y desencuentros.


Para los titulares del INE y el Tribunal Electoral, quienes recientemente fueron entrevistados, las instituciones electorales están preparadas para dar respuesta a los resultados que definirán a los titulares de los próximos cargos de elección popular.


Entre múltiples aspectos y vicisitudes, el actual proceso ha tenido una característica interesante a destacar: el uso del tiempo. Hay quienes piensan que el tiempo es el único recurso “parejo” que existe en una contienda electoral. Sin embargo, para muchos no parece que haya sido así.


El tiempo ha sido un factor determinante para concluir o desarrollar procesos o ideas. Por ejemplo, para algunos independientes no alcanzó el tiempo para recabar las firmas necesarias que les permitieran sostener sus aspiraciones.


Durante las precampañas, el periodo de registros e incluso en ya en campaña, el tiempo no ha alcanzado para reportar los gastos e incluso, pareciera que fue corto para quienes registraron hasta el final sus candidaturas.


Otro aspecto interesante ha sido el tiempo en los debates. Tanto en los nacionales como en los locales, una de las principales críticas ha sido el poco tiempo que se tienen para exponer ideas, confrontar o debatir propuestas.


Me gustaría detenerme en este aspecto porque se comenta mucho que durante los debates el tiempo se desperdicia por el protagonismo de los moderadores o porque los candidatos se concentran en ataques y descalificaciones personales.


Sin embargo, en el caso de los debates el tiempo ha sido “controlado” debido a una necesidad o a una estrategia. Una necesidad porque los candidatos no responden la pregunta concreta y no administran sus segundos, de ahí que los moderadores tengan que acotar y centrarlos, derivando su moderación en un rol más protagónico en un formato que ha venido cambiando y que en la práctica lo fueron conociendo.


Por otro lado, en la mayoría de los casos, el primer debate fue usado como una necesidad para liberar todo tipo de señalamientos, descalificaciones y ataques contra los punteros en las encuestas. Nada de esto era una sorpresa, pero el principal afectado fue el ciudadano por la calidad del tiempo de los debates.


El que los candidatos hayan preferido consumir gran parte de su tiempo en descalificar y defenderse, no es del todo malo. Sin embargo, tampoco queda claro en el imaginario social después de varios ejercicios cual es la información relevante que ha servido para tomar una decisión.


Los debates como ejercicios democráticos son necesarios, pero siguen siendo insuficientes. El tiempo se acorta y una cuarta parte de los encuestados sigue expresando indecisión. La democracia nuevamente está a contra tiempo….

El actual proceso electoral ha sido criticado en todas y cada una de sus fases. Desde el inicio ha sido así y todo indica que el final, sea cual sea el resultado, también tendrá una carga de inconformidad, crítica y desencuentros.


Para los titulares del INE y el Tribunal Electoral, quienes recientemente fueron entrevistados, las instituciones electorales están preparadas para dar respuesta a los resultados que definirán a los titulares de los próximos cargos de elección popular.


Entre múltiples aspectos y vicisitudes, el actual proceso ha tenido una característica interesante a destacar: el uso del tiempo. Hay quienes piensan que el tiempo es el único recurso “parejo” que existe en una contienda electoral. Sin embargo, para muchos no parece que haya sido así.


El tiempo ha sido un factor determinante para concluir o desarrollar procesos o ideas. Por ejemplo, para algunos independientes no alcanzó el tiempo para recabar las firmas necesarias que les permitieran sostener sus aspiraciones.


Durante las precampañas, el periodo de registros e incluso en ya en campaña, el tiempo no ha alcanzado para reportar los gastos e incluso, pareciera que fue corto para quienes registraron hasta el final sus candidaturas.


Otro aspecto interesante ha sido el tiempo en los debates. Tanto en los nacionales como en los locales, una de las principales críticas ha sido el poco tiempo que se tienen para exponer ideas, confrontar o debatir propuestas.


Me gustaría detenerme en este aspecto porque se comenta mucho que durante los debates el tiempo se desperdicia por el protagonismo de los moderadores o porque los candidatos se concentran en ataques y descalificaciones personales.


Sin embargo, en el caso de los debates el tiempo ha sido “controlado” debido a una necesidad o a una estrategia. Una necesidad porque los candidatos no responden la pregunta concreta y no administran sus segundos, de ahí que los moderadores tengan que acotar y centrarlos, derivando su moderación en un rol más protagónico en un formato que ha venido cambiando y que en la práctica lo fueron conociendo.


Por otro lado, en la mayoría de los casos, el primer debate fue usado como una necesidad para liberar todo tipo de señalamientos, descalificaciones y ataques contra los punteros en las encuestas. Nada de esto era una sorpresa, pero el principal afectado fue el ciudadano por la calidad del tiempo de los debates.


El que los candidatos hayan preferido consumir gran parte de su tiempo en descalificar y defenderse, no es del todo malo. Sin embargo, tampoco queda claro en el imaginario social después de varios ejercicios cual es la información relevante que ha servido para tomar una decisión.


Los debates como ejercicios democráticos son necesarios, pero siguen siendo insuficientes. El tiempo se acorta y una cuarta parte de los encuestados sigue expresando indecisión. La democracia nuevamente está a contra tiempo….

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