/ lunes 9 de marzo de 2020

El general Cárdenas en Cuernavaca

Las vueltas que da la vida

En un lugar cargado de historia hoy día llamado Internado Palmira, tuvo un día su modesta casa, el mejor presidente que México ha tenido, sí, el general Lázaro Cárdenas del Río. En ese momento su predio se llamaba Rancho Tingüindin. Ahí también, bajo una sencilla palapa se firmó el decreto de expropiación petrolera, que a decir de don Luis Echeverría Álvarez, cuando lo entrevisté hace casi diez años, ese fue el acto cumbre de la Revolución Mexicana. El lugar, por su cercanía al rio Apatlaco era propicio para la siembre tanto de caña de azúcar como de árboles frutales, entre otros cultivos. Era otra época muy diferente a la que le sucedió a Cárdenas, tiempos de funcionarios con verdadera vocación de servicio y que por lo tanto no buscaban su enriquecimiento personal sino el estar cerca de su pueblo. Busco al Dr. Francisco Magdaleno Vega, quien a sus espléndidos 95 años, me cuenta con su lucidez habitual, lo que fue conocer al general Cárdenas: “Llegué a Palmira en 1939, cuando este lugar estaba muy alejado de la ciudad de Cuernavaca, solo lo rodeaba población rural, hoy la ciudad avanzó tanto, que ya el Internado colinda con el municipio de Temixco. Veníamos de Michoacán, de dónde éramos, tenía yo en ese entonces 14 años de edad y llegué con mis padres y mi hermano mayor, el profesor Dolores Magdaleno. El motivo de nuestra llegada es que mi hermano acudió al llamado de Cárdenas, quien preocupado por acrecentar entre los hijos de los campesinos el amor a la tierra y al mismo tiempo dotarlos de educación primaria, planeó crear un internado cuyos alumnos con el tiempo fueran maestros. Al general fue fascinante conocerlo y aunque yo era un chamaco, él se tomaba el trabajo de platicar con todos. Realmente nos dio un ejemplo increíble, cuando estaba en Palmira, todos los días, a las seis de la mañana, iniciaba con un plan de desarrollo físico en la alberca de la propiedad con sus colaboradores más cercanos, yo no sé cómo soportaba el agua que siempre era fría y mucho más en invierno. A mí por ejemplo, un día me preguntó: -¿Verdad que vas a ser agrónomo de grande? –Yo, en mi ingenuidad, le respondí, -no mi general, voy a ser médico. El general se rió a carcajadas y le encantó mi espontaneidad, aunque mi mamá a solas me reprendió. Pero yo firme en mi vocación que es la que he seguido toda la vida. Y es que como Cárdenas quiso tanto a México, siempre estaba pensando en cómo mejorarlo. Las veces que visitaba Palmira, buscaba cómo acercarse a los hombres que tenían diversas ocupaciones en el rancho, tanto en las fosas zootécnicas o en cualquier otro lugar y aunque tuvo tantas preocupaciones a nivel nacional e incluso internacional, -con la expropiación México recibió fuerte castigo desde dentro y fuera del país-, sin embargo él buscaba la forma de que los trabajadores le plantearan sus propias preocupaciones. Todas para él eran importantes. Así era el general Cárdenas, jamás se separó de sus trabajadores al grade de que cuando se trató de, pues, valga la expresión, de hacerles un obsequio personal les repartió 25 hectáreas. Ninguno de ellos era profesionista, eran hombres sencillos que trabajaban en la fosa zootécnica, en las zonas agrícolas o que estaban al cuidado de los animales. Y así se hizo Palmira. La que con el tiempo se convirtió en el Internado para niñas Palmira. Y me siento muy orgulloso, continuó narrando el Dr. Magdaleno Vega, de que a ese programa educativo -con orientación socialista-, se integró mi hermano dando clases desde el primero hasta el sexto año de primaria. Y quiero decirle que a mí en lo personal, el ejemplo del general me impulsó a seguir con su tónica. Fui director médico de la ciudad de El Mante en Tamaulipas, y de muchos otros lugares y en todos ellos me di la oportunidad de recorrer cada ejido llevando salud a los pobladores más alejados de los centros urbanos. Ya llevaba dentro de mí la gran semilla que me plantó el general Cárdenas, no obstante había quien no quería seguir con el ejemplo que tuvimos, a mí por ejemplo en Xicotencatl, en Tamaulipas, el único hotel al llegar yo a trabajar allí, me negó el hospedaje teniendo vacío casi todo el inmueble, no obstante, siempre encontré apoyo en los trabajadores que sí me permitieron desarrollar la labor social implementada por don Lázaro Cárdenas, al que jamás olvidaron. Y hasta la próxima.

En un lugar cargado de historia hoy día llamado Internado Palmira, tuvo un día su modesta casa, el mejor presidente que México ha tenido, sí, el general Lázaro Cárdenas del Río. En ese momento su predio se llamaba Rancho Tingüindin. Ahí también, bajo una sencilla palapa se firmó el decreto de expropiación petrolera, que a decir de don Luis Echeverría Álvarez, cuando lo entrevisté hace casi diez años, ese fue el acto cumbre de la Revolución Mexicana. El lugar, por su cercanía al rio Apatlaco era propicio para la siembre tanto de caña de azúcar como de árboles frutales, entre otros cultivos. Era otra época muy diferente a la que le sucedió a Cárdenas, tiempos de funcionarios con verdadera vocación de servicio y que por lo tanto no buscaban su enriquecimiento personal sino el estar cerca de su pueblo. Busco al Dr. Francisco Magdaleno Vega, quien a sus espléndidos 95 años, me cuenta con su lucidez habitual, lo que fue conocer al general Cárdenas: “Llegué a Palmira en 1939, cuando este lugar estaba muy alejado de la ciudad de Cuernavaca, solo lo rodeaba población rural, hoy la ciudad avanzó tanto, que ya el Internado colinda con el municipio de Temixco. Veníamos de Michoacán, de dónde éramos, tenía yo en ese entonces 14 años de edad y llegué con mis padres y mi hermano mayor, el profesor Dolores Magdaleno. El motivo de nuestra llegada es que mi hermano acudió al llamado de Cárdenas, quien preocupado por acrecentar entre los hijos de los campesinos el amor a la tierra y al mismo tiempo dotarlos de educación primaria, planeó crear un internado cuyos alumnos con el tiempo fueran maestros. Al general fue fascinante conocerlo y aunque yo era un chamaco, él se tomaba el trabajo de platicar con todos. Realmente nos dio un ejemplo increíble, cuando estaba en Palmira, todos los días, a las seis de la mañana, iniciaba con un plan de desarrollo físico en la alberca de la propiedad con sus colaboradores más cercanos, yo no sé cómo soportaba el agua que siempre era fría y mucho más en invierno. A mí por ejemplo, un día me preguntó: -¿Verdad que vas a ser agrónomo de grande? –Yo, en mi ingenuidad, le respondí, -no mi general, voy a ser médico. El general se rió a carcajadas y le encantó mi espontaneidad, aunque mi mamá a solas me reprendió. Pero yo firme en mi vocación que es la que he seguido toda la vida. Y es que como Cárdenas quiso tanto a México, siempre estaba pensando en cómo mejorarlo. Las veces que visitaba Palmira, buscaba cómo acercarse a los hombres que tenían diversas ocupaciones en el rancho, tanto en las fosas zootécnicas o en cualquier otro lugar y aunque tuvo tantas preocupaciones a nivel nacional e incluso internacional, -con la expropiación México recibió fuerte castigo desde dentro y fuera del país-, sin embargo él buscaba la forma de que los trabajadores le plantearan sus propias preocupaciones. Todas para él eran importantes. Así era el general Cárdenas, jamás se separó de sus trabajadores al grade de que cuando se trató de, pues, valga la expresión, de hacerles un obsequio personal les repartió 25 hectáreas. Ninguno de ellos era profesionista, eran hombres sencillos que trabajaban en la fosa zootécnica, en las zonas agrícolas o que estaban al cuidado de los animales. Y así se hizo Palmira. La que con el tiempo se convirtió en el Internado para niñas Palmira. Y me siento muy orgulloso, continuó narrando el Dr. Magdaleno Vega, de que a ese programa educativo -con orientación socialista-, se integró mi hermano dando clases desde el primero hasta el sexto año de primaria. Y quiero decirle que a mí en lo personal, el ejemplo del general me impulsó a seguir con su tónica. Fui director médico de la ciudad de El Mante en Tamaulipas, y de muchos otros lugares y en todos ellos me di la oportunidad de recorrer cada ejido llevando salud a los pobladores más alejados de los centros urbanos. Ya llevaba dentro de mí la gran semilla que me plantó el general Cárdenas, no obstante había quien no quería seguir con el ejemplo que tuvimos, a mí por ejemplo en Xicotencatl, en Tamaulipas, el único hotel al llegar yo a trabajar allí, me negó el hospedaje teniendo vacío casi todo el inmueble, no obstante, siempre encontré apoyo en los trabajadores que sí me permitieron desarrollar la labor social implementada por don Lázaro Cárdenas, al que jamás olvidaron. Y hasta la próxima.

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