/ martes 13 de agosto de 2019

Partidos y oxigenación

El PRI cambió de dirigencia nacional pero apostó a continuar la línea política que le costó la derrota electoral el 2018 y ser condenado al ostracismo. El PRD cuarteado y sin posibilidades de supervivencia mantiene un debate interno entre refundarse o de plano extinguirse liberando a sus pocos fieles para incorporarse a opciones políticas que ofrezcan, por lo menos, alguna chamba en la burocracia media. El PAN enfrenta un cisma que se profundizaría si la mancuerna Zavala-Calderón logra su registro como partido político y sus dirigencias estatales mantienen el engolosinamiento con cargos públicos. La crisis de los tres grandes se profundiza por la falta de espacios de poder para pagar supuestas lealtades y permite la consolidación del proyecto político de Morena, heredero de los vicios de partido único y al que la circunstancia le ayuda mucho más que su proyecto de gobierno para mantener su competitividad electoral.

La circunstancia en el ambiente político se ha enrarecido tanto que lo único que tienen hoy los partidos es dinero. De hecho, PRI y PAN podrían reconstruirse con los más de 900 millones de pesos que podrán ejercer en el 2020, de acuerdo con el proyecto de financiamiento del Instituto Nacional Electoral. En eso llevarían una enorme ventaja que les permitiera subsistir otro proceso electoral si es que logran ofrecer algo diferente a los electores. Los partidos de nueva creación, en eso tienen una enorme desventaja, el monto de su financiamiento siempre es menor (menos del cinco por ciento de la bolsa total de los partidos) y se atomiza de acuerdo al número de nuevos registros que el INE otorgue. Así, con todo y la incorporación de talentos que pudieran lograr, México Libre, por ejemplo tendría mucho menos de la quinta parte de los recursos que Acción Nacional lo que dificultaría enormemente sus posibilidades de contienda. Un diseño del sistema político mexicano que ofrece ventajas indiscutibles a los partidos añejos y a los que logran triunfos electorales, lo que de sí lo vuelve injusto.

La oportunidad que, en el espectro político tendrían partidos emergentes para reposicionarse ante la crisis de ideas, proyectos, credibilidad, organización, ética, que padecen PRI, PAN, PRD y hasta Morena (cuyo usufructo del poder oculta una propuesta política severamente anquilosada); se ve limitada muy seriamente por el desequilibrio en el financiamiento público. Las cantidades que recibirán en el 2020 Morena (casi 1654 millones), PAN (908.79), PRI (856), son ampliamente superiores a las que tendrán el PRD (casi 419 millones), el PVEM (casi 400) y el PT (371); que a su vez serán mayores a las que pudieran obtener los partidos de nueva creación.

Con un esquema de financiamiento así, y con el estilo cada vez más vacuo y mediático de las campañas políticas, lo que termina mandando es el dinero por encima de la propuesta política. Ese esquema permite que los partidos tradicionales cometan toda serie de abusos y tropelías confiados de que, un resultado electoral moderadamente bueno (aún cuando sean derrotados), les valdrá acceder a financiamientos que los colocan en una posición de competencia muy superior a la de sus rivales.

Lo cierto es que ni Morena, ni el PAN, ni el PRI, tienen por el momento aliciente alguno para modificar su comportamiento político. El financiamiento excesivo a esos partidos ha impedido la oxigenación del sistema político mexicano, sin permitir que nuevas ideas, cuadros, estrategias, puedan ocupar posiciones más que como comparsas, asociaciones perversas.

Dirán algunos que Morena empezó siendo un partido emergente y en poco tiempo logró el posicionamiento que lo llevó a la presidencia; pero tendrían que reconocer que lo consiguió con un candidato fuerte que provenía de otro partido, del que se llevó estructura, operadores, estrategias y hasta fuentes de financiamiento alterno.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El PRI cambió de dirigencia nacional pero apostó a continuar la línea política que le costó la derrota electoral el 2018 y ser condenado al ostracismo. El PRD cuarteado y sin posibilidades de supervivencia mantiene un debate interno entre refundarse o de plano extinguirse liberando a sus pocos fieles para incorporarse a opciones políticas que ofrezcan, por lo menos, alguna chamba en la burocracia media. El PAN enfrenta un cisma que se profundizaría si la mancuerna Zavala-Calderón logra su registro como partido político y sus dirigencias estatales mantienen el engolosinamiento con cargos públicos. La crisis de los tres grandes se profundiza por la falta de espacios de poder para pagar supuestas lealtades y permite la consolidación del proyecto político de Morena, heredero de los vicios de partido único y al que la circunstancia le ayuda mucho más que su proyecto de gobierno para mantener su competitividad electoral.

La circunstancia en el ambiente político se ha enrarecido tanto que lo único que tienen hoy los partidos es dinero. De hecho, PRI y PAN podrían reconstruirse con los más de 900 millones de pesos que podrán ejercer en el 2020, de acuerdo con el proyecto de financiamiento del Instituto Nacional Electoral. En eso llevarían una enorme ventaja que les permitiera subsistir otro proceso electoral si es que logran ofrecer algo diferente a los electores. Los partidos de nueva creación, en eso tienen una enorme desventaja, el monto de su financiamiento siempre es menor (menos del cinco por ciento de la bolsa total de los partidos) y se atomiza de acuerdo al número de nuevos registros que el INE otorgue. Así, con todo y la incorporación de talentos que pudieran lograr, México Libre, por ejemplo tendría mucho menos de la quinta parte de los recursos que Acción Nacional lo que dificultaría enormemente sus posibilidades de contienda. Un diseño del sistema político mexicano que ofrece ventajas indiscutibles a los partidos añejos y a los que logran triunfos electorales, lo que de sí lo vuelve injusto.

La oportunidad que, en el espectro político tendrían partidos emergentes para reposicionarse ante la crisis de ideas, proyectos, credibilidad, organización, ética, que padecen PRI, PAN, PRD y hasta Morena (cuyo usufructo del poder oculta una propuesta política severamente anquilosada); se ve limitada muy seriamente por el desequilibrio en el financiamiento público. Las cantidades que recibirán en el 2020 Morena (casi 1654 millones), PAN (908.79), PRI (856), son ampliamente superiores a las que tendrán el PRD (casi 419 millones), el PVEM (casi 400) y el PT (371); que a su vez serán mayores a las que pudieran obtener los partidos de nueva creación.

Con un esquema de financiamiento así, y con el estilo cada vez más vacuo y mediático de las campañas políticas, lo que termina mandando es el dinero por encima de la propuesta política. Ese esquema permite que los partidos tradicionales cometan toda serie de abusos y tropelías confiados de que, un resultado electoral moderadamente bueno (aún cuando sean derrotados), les valdrá acceder a financiamientos que los colocan en una posición de competencia muy superior a la de sus rivales.

Lo cierto es que ni Morena, ni el PAN, ni el PRI, tienen por el momento aliciente alguno para modificar su comportamiento político. El financiamiento excesivo a esos partidos ha impedido la oxigenación del sistema político mexicano, sin permitir que nuevas ideas, cuadros, estrategias, puedan ocupar posiciones más que como comparsas, asociaciones perversas.

Dirán algunos que Morena empezó siendo un partido emergente y en poco tiempo logró el posicionamiento que lo llevó a la presidencia; pero tendrían que reconocer que lo consiguió con un candidato fuerte que provenía de otro partido, del que se llevó estructura, operadores, estrategias y hasta fuentes de financiamiento alterno.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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