Se disculpó: “sacaron de contexto mis palabras”, pero Hugo Eric Flores, el delegado federal de los programas de bienestar puesto por Andrés Manuel López Obrador en Morelos significa continuar el diferendo contra Morena, y la probabilidad de uso electoral de los programas sociales de bienestar de los que él mismo es responsable en el estado.
Ha reabierto una pugna con el partido que “quiere todo”, según él mismo dice, probablemente por experiencia.
Lo cierto es que el distanciamiento entre Morena y el PES sigue al grado de poner en riesgo la posibilidad de repetir la coalición en las próximas elecciones porque la memoria y la sucesión de eventos desde la nominación de Cuauhtémoc Blanco Bravo a la candidatura del conglomerado para la gubernatura de Morelos ha sido una suma de desencuentros y afrentas.
Cuando Rabindranath Salazar Solorio cedió la candidatura a gobernador, disciplinado con López Obrador, se prometía, suponía, especulaba y hasta planeaba que Salazar Solorio habría de ser el delegado de los programas federales en Morelos, lo que le permitiría, gracias al modelo de entrega de apoyos que ya se había delineado desde el gobierno federal, crear una base extraordinaria susceptible de alguna manipulación electoral y convertirse en el incuestionable candidato y luego ser ungido gobernador como sucesor de Cuauhtémoc Blanco. Pero el triunfo de Blanco Bravo elevó la autovaloración del PES que, con Hugo Eric Flores aún al frente, se quedaría pronto sin registro, pero mantendría una fuerza electoral (decían ellos) en Morelos. Así se buscó, y logró que Flores Cervantes fuera nombrado delegado federal y nuevamente se haría a un lado a Rabindranath Salazar y con ello se marginaría nuevamente al equipo extenso que le acompañaba entonces a la casi ignominia.
No paró ahí el asunto, Morena tuvo el mayor número de votos para diputados en Morelos por lo que consideraba su derecho hacerse de los espacios de gobierno en el Congreso; y aportó también el mayor número de votos para gobernador al candidato Cuauhtémoc Blanco, lo que les hizo soñar con un gobierno en el que se incluyera a parte del equipo de Rabindranath Salazar. El círculo cercano del gobernador hizo ver lo peligroso que tal sería para el proyecto del PES y el del gobierno del estado, y el gabinete se integró con apenas dos miembros de Morena (de los que queda sólo uno ahora), y ninguno de ellos siquiera cercano al equipo que suponía haber cedido la candidatura al gobierno estatal. También se acordó con el PT y otras minorías para que el PES tuviera la Mesa Directiva del Congreso, lo que costó marginar a Morena de los órganos de gobierno importantes en el Legislativo. Y se creó o mantuvo el distanciamiento del gobierno estatal con los presidentes municipales de Morena.
La andanada se suponía terminada cuando al gobierno estatal le hicieron falta los votos de Morena para construir mayorías, se diseñaron nuevos acuerdos que llevaron a Alejandra Flores a la presidencia de la Junta Política y se volvieron a tender puentes con los alcaldes, excepto con el de Cuernavaca. El gobierno estatal parecía dispuesto a avanzar en la construcción de acuerdos, pero la memoria es mucha y la confianza entre las partes está perdida, si es que alguna vez existió.
Si a esta pequeña antología sumamos las verdades incuestionables que dijo el espontáneo Hugo Eric antes del arrepentimiento demostrado en su comunicado de la tarde de ayer (que podría leerse como “qué poca de quien me grabó, pero siempre puedo hacer precisiones”); que Morena es un partido de tribus y que los programas sociales pueden tener un uso electoral que logre que el PES gane las elecciones sin necesidad de coaligarse con Morena, la segunda vuelta del pleito intestino entre los que pretendían juntos hacer historia continuará por mucho tiempo.
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