Promete Andrés Manuel López Obrador, en el ánimo revisionista de quien busca reescribir la historia nacional en un solo sexenio, que habrá de revisar el caso de la termoeléctrica de la región oriente del estado para determinar si operará o no. Ya el jefe de la oficina de la gubernatura, José Manuel Sanz Olvera, había adelantado que la planta habrá de operar en tanto se han invertido alrededor de 20 mil millones de pesos en su edificación y equipamiento; pero eso a los opositores al proyecto de Huexca no parece importarles mucho.
“Nunca la pedimos y nunca la vamos a dejar trabajar” advirtió Jorge Zapata González, quien para reforzar la creencia en boga en los argumentos de autoridad es nieto del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata Salazar, y aprovechó para la advertencia justo la ceremonia en que el gobierno federal declaró formalmente al 2019 como el Año de Emiliano Zapata.
Igual que el caso de la termoeléctrica debe haber un centenar de proyectos que sufrirán del ánimo revisionista de grupos sociales que, bien o mal informados, y por vías legales o no tanto, decidan ir contra grandes obras bajo un argumento que pudiera considerarse legítimo (“la gente lo quiere así”), pero que resulta extraordinariamente peligroso en tanto la gente a menudo quiere cosas que son imposibles o absolutamente irracionales (como tener los mejores servicios sin pagar impuestos). El problema es que desde antes de asumir el poder, el presidente López Obrador convenció a la gente de que la historia puede ser reescrita bajo la lógica de la hiperdemocracia, ese esquema que usa la irracionalidad popular (una de las desviaciones terribles de la propaganda), para cancelar decisiones que, aunque impopulares, resultan las correctas: construir un aeropuerto, por ejemplo. Y si funciona para un aeropuerto, en la lógica popular se percibe como que deberá funcionar para otros muchos proyectos, entre ellos, la termoeléctrica.
Bien que López Obrador se haya comprometido a revisar la situación y encontrar medidas paliativas para que el funcionamiento de la termoeléctrica no tenga afectaciones graves a las poblaciones aledañas y al medio ambiente, que se hable de medidas de mitigación. Lo deseable es que el revisionismo no signifique la cancelación de la historia reciente, sino la construcción de alternativas para que el desarrollo no resulte tan caro en los mediano y largo plazos.
Es responsabilidad ahora del gobierno estatal comunicar adecuadamente los beneficios de la termoeléctrica, las medidas de mitigación que habrán de proponerse en los siguientes treinta días, y el esquema bajo el que habrá de trabajar la planta que ayudará a solucionar los problemas de energía de la región ofreciendo electricidad más barata en términos de producción y menos contaminante. Pero también es deseable que empiece a considerarse la promoción de alternativas limpias para la generación de energía. La crisis de las gasolinas y las lucha contra la termoeléctrica son dos señales de la urgencia de considerar nuevas fuentes de generación energética; para ello, por cierto, habrá que invertir en ciencia, en tecnología, y sobre todo, en comunicación para promover las alternativas energéticas no sólo como una obligación con el medio ambiente, también como opciones baratas y responsables en términos industriales y domésticos. El escenario de este fin de semana nos demuestra que son acciones que no pueden esperar.
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