A partir de este 1 de marzo, ya nadie podrá utilizar el nombre de “Gabanes de Hueyapan” sin una autorización previa o sin pagar los derechos correspondientes de la protección que ofrece la Indicación Geográfica Protegida otorgada este 28 de febrero por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), en un evento que fue encabezado por el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo; la vocera del Concejo Municipal Indígena, Guillermina Maya Rendón; y el director general del IMPI, José Sánchez Pérez.
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La medida, según explicó Sánchez Pérez, protege a los productores locales y asegura que los productos vendidos bajo este nombre cumplen con ciertos estándares de calidad y están realmente confeccionados en el municipio indígena.
Nadie, a partir del primero de marzo, podrá utilizar el nombre de Gabanes de Hueyapan, si antes no hay una autorización o se pagan los derechos correspondientes de la protección.
El evento se llevó a cabo en las instalaciones del módulo de Educación Media Superior a Distancia (EMSaD) del Colegio de Bachilleres del Estado de Morelos, lugar al que también asistió la titular de la Secretaría de Desarrollo Económico y del Trabajo, Ana Cecilia Rodríguez González, quien destacó que la obtención de la protección es un punto de partida hacia nuevas formas de comercialización.
¿Qué es la Indicación Geográfica Protegida?
La Indicación Geográfica Protegida (IGP) es un título que se utiliza en productos que provienen de un lugar geográfico concreto y que tienen cualidades o una reputación especifica de ese lugar. Para recibir la protección que ofrece la IGP, los productos deben cumplir ciertos requisitos.
“A pesar de que en otras zonas geográficas se encuentren productos del mismo género, la IGP asegura que el nombre del lugar que complementa la identificación del producto va acompañado de características particulares y exclusivas”, explicó el gobierno del estado en un comunicado.
Erigido como municipio indígena desde 2019, Hueyapan ha preservado el uso del gabán como vestimenta tradicional desde hace varios siglos. En una región próxima al volcán Popocatépetl, donde predominan las bajas temperaturas, los pobladores aprendieron a abrigarse confeccionando estas prendas, tejidas con lana de borrego y entintadas con semillas, flores e insectos que crecen en el monte, como la grana cochinilla, de la que se obtienen los tonos rojos.
