Podría llamarse “tacos Doña Gris”, pero su negocio no tiene nombre. La gente, sin embargo, lo conoce como “los tacos del bancomer” porque cada mañana ella y su hija se instalan afuera de esta sucursal bancaria, donde atienden a la gente que busca un buen taco de arroz. Hay quienes dicen que son los mejores de Cuautla. Aquí llegan abogados, comerciantes, reporteros, funcionarios públicos y hasta trabajadores de otros negocios de comida.
“Gracias a Dios les ha gustado, tratamos que sean de calidad, que no lleven mucha grasa, y lo hacemos todo con limpieza; todo es fresco, hasta el de huevo, que está acabado de hervir”, relata Griselda Beristain, las manos y mente detrás de estos tacos.
El origen
Como todo negocio, el de Griselda alberga una historia que no muchos conocen. El suyo surgió hace ya dieciocho años, luego de que su esposo, que hasta entonces trabajaba en una paletería, tuviera que dejar el local en el que laboraba. Él buscó otro empleo y ella, con cuatro hijos que mantener, se preguntó qué podía hacer para tener con qué responderle a los niños cada vez que le pedían algo. Y empezó a hacer tacos.
“Salíamos a las calles y los niños pedían, y dijimos vamos a vender algo de comida, porque acá se juntaba la gente y no había que comer”, recuerda.
Fue su madre quien le aconsejó que llevara sus tacos afuera del banco, que ahí seguro vendería. Y no pudo darle un mejor consejo porque, desde entonces, es aquí donde llega cada mañana con el arroz y los guisados que prepara meticulosamente en casa. Es muy exigente.
El día a día
Para quien pasa aquí a almorzar, o para quien encarga que le lleven los tacos a su trabajo, el asunto inicia cuando los pide y termina cuando los paga, pero las cosas van mucho más allá. Es un proceso largo, que inicia cada día antes de que salga el sol y concluye horas después de que Griselda y Maricruz, su hija, se retiren a casa. Hay que buscar los ingredientes. Y, como ya lo decíamos, esta madre de familia es muy exigente.
“Hay carniceros que me ofrecen el pollo más barato, pero frío, y a mí no me gusta así, yo quiero pollo fresco”, explica, pero ese es sólo uno de los aspectos que toma en cuenta a la hora de comprar. Con casi dos décadas de experiencia en esto, Griselda no es una mujer que se deje engañar por sus proveedores, pero, sobre todo, tampoco le gusta engañarse a sí misma. Sus clientes, además, son muy leales.
“Hay gente se va a Estados Unidos y regresa preguntando si todavía sigo vendiendo aquí”, dice orgullosa. Los clientes, por cierto, siguen llegando. Se sientan, comen, pagan y se retiran. A veces platican con ellas. Hablan de su día. Se van tranquilos.
La pandemia
Acostumbrada a trabajar sin descanso, Griselda y Maricruz no esperaban que las primeras vacaciones que tomarían en el negocio serían en casa, y causadas por una pandemia que sorprendió a todo el mundo. Desde luego, la contingencia sanitaria del Covid-19 también obligó a esta familia a guardarse en el hogar, pero el trabajo no cesó.
“Creo que la situación estuvo difícil para todos; en nuestro caso, logramos salir adelante gracias a que un arquitecto nos contrató para preparar la comida para él y sus trabajadores”, relata Maricruz.
Durante los días difíciles, madre e hija siguieron cocinando, pero esta vez focalizando sus esfuerzos en preparar alimentos para un grupo de trabajadores que, desde Zacatecas, llegaron a trabajar temporalmente a Cuautla. Una vez que había probado los tacos de arroz, el arquitecto que los trajo no dudó en buscarlas para contratarlas el tiempo que estuvieran aquí.
“Fue la primera vez que nos aventuramos a algo así, pero tomamos la decisión de hacerlo; estuvimos dos meses trabajando de esta manera y eso fue lo que nos ayudó a tener algo en casa”, recuerda Maricruz.
Una nueva oportunidad
Además de ser una fiel ayudante de su madre, Maricruz Malfavón es licenciada en administración, una faceta que salió a relucir en tiempos de pandemia. Hace sólo un par de semanas, hija y madre volvieron a tomar una decisión: además de seguir preparando los tacos de arroz, emprendieron un nuevo proyecto de preparación de platillos que la gente pueda recoger un sitio específico: su hogar. Este sí tiene nombre; se llama “dulceysalado.mor” y, por ahora, se enfoca en la preparación de chiles en nogada, típico de las fiestas mexicanas, tartas de higo con miel y pistaches y aguachile, por mencionar algunos.
“Durante la pandemia la gente dejó de salir a comer en otros lugares, y nuestro servicio se enfoca en preparar alimentos que puedan degustar en su hogar”, explica Maricruz, para quien el comercio es algo que aprendió a hacer des muy joven.
“Desde muy chica, cuando teníamos la paletería, me ha gustado el comercio”, reconoce.
“Sí se puede”
Hay quienes dicen que en Cuautla no hay oportunidades. Griselda no lo cree así. Para ella, lo único que hace falta para trabajar es tener ganas de hacerlo. Su negocio es una prueba de ello: apoyada por sus hijos y su esposo, encontró en los tacos de arroz no sólo la respuesta que buscaba para darle a sus hijos una niñez adecuada, sino que, junto con su esposo, Luis Malfavón Murillo, lograron darles educación universitaria.
“Aquí la gente no se muere de hambre; sólo se muere de hambre quien no trabaja, pero gracias a Dios aquí en Cuautla todo es bueno: el agua, el clima, todo es muy rico aquí en Cuautla, pero hay gente que no aprecia lo que tiene”, expresa, antes de invitarnos a su casa a comer en una próxima ocasión.
Los tacos de arroz
También llamados “tacos acorazados”, el origen de este platillo ha sido discutido: mientras que los cuautlenses dicen que surgió en Cuautla, los cuernavacenses señalan que fue en Cuernavaca. Sin embargo, hay una versión que pone a cada sitio en su lugar.
De acuerdo con el portal Cocina Fácil, los tacos de arroz aparecieron por el año 1908 de la mano de Felicita Sánchez, una mujer habitante de Cuautla que empezó a vender arroz y huevos hervidos envueltos en doble tortilla. Buscaba una forma de sustentar la crianza de su hijo y fue en la antigua estación del ferrocarril interoceánico (justo enfrente del lugar donde Griselda vende los suyos) donde este platillo empezó a hacerse conocido. Al ser una comida barata, no fue difícil ganarse a los viajeros.
Tiempo después la receta se esparció en la zona y aparecieron tacos de carne en chile rojo o verde, pollo, chorizo y chiles rellenos. Sin embargo, el negocio de Felicitas no desapareció. En cambio, aquel hijo siguió sus pasos y probó suerte en Cuernavaca, lugar donde recibieron el apellido de “acorazados”.
¿Por qué acorazado?
Se cree que el apelativo se debe a la doble tortilla con la que se preparan y a la analogía que esta envoltura guarda con la coraza de los buques de guerra, un fuselaje fuerte al que se le conoce como acorazado, el barco más grande de las flotas, que representó la cúspide del poderío marítimo entre 1875 y la Segunda Guerra Mundial/Emmanuel Ruiz
El menú
En los tacos del bancomer se encuentran los clásicos de huevo, milanesa, longaniza y torta de papa, pero también hay lugar para la innovación. Este es el menú:
- Huevo
- Torta de papa
- Torta de espinaca
- Torta de nopal
- Torta de pollo
- Jalapeño relleno de queso
- Queso capeado
- Rollito de jamón
- Salchicha rellena de queso
- Longaniza
- Milanesa de pollo y puerco
- Chile poblano relleno de queso
- Chile poblano relleno de picadillo
- Manita de cerdo capeada
- Pieza de pollo
Aquí la gente no se muere de hambre; sólo se muere de hambre quien no trabaja, pero gracias a Dios aquí en Cuautla todo es bueno
Griselda Beristain, comerciante
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