/ viernes 5 de abril de 2024

La ciencia detrás del juego

Por Yesenia López Sánchez

En la actualidad, hablar de educación y tecnología no puede ser de forma fragmentada debido a que poseen una relación sumamente estrecha, por lo tanto, el propósito de este artículo es explorar la fascinante conexión entre la gamificación, la neurociencia y su impacto en la forma en que aprendemos. Por ello, cabe mencionar que actualmente los alumnos requieren desarrollar habilidades tales como el manejo de las tics, pensamiento crítico, trabajo colaborativo y resolución de conflictos, entre otras, por lo que, para poder hacer esto posible, se requiere de la implementación de las tecnologías de la información y la comunicación, así como la inclusión de elementos lúdicos para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Por lo tanto, la tarea docente consiste en innovar la práctica educativa para generar en los alumnos interés, curiosidad, motivación, considerando la gamificación (aprender usando elementos y técnicas del juego que van más allá de hacer el aprendizaje entretenido) como herramienta prioritaria.

La gamificación según Foncubierta y Rodríguez (2014) se refiere a la técnica o técnicas que el profesor emplea en el diseño de una actividad, tarea o proceso de aprendizaje (sean de naturaleza analógica o digital) introduciendo elementos del juego (insignias, límite de tiempo, puntuación, dados, etc.) y/o su pensamiento (retos, competición, etc.) con el fin de enriquecer esa experiencia de aprendizaje, dirigir y/o modificar el comportamiento de los alumnos en el aula.

Lo anterior se puede resumir como la aplicación de elementos de juego en contextos no lúdicos, en donde destaca una conexión intrínseca entre la gamificación y la neurociencia. Recordando que Einstein ya afirmaba que “el juego es la forma más elevada de la investigación” y destacando que el elemento de diversión relacionado con el juego aumenta la motivación, el interés y la responsabilidad por alcanzar el logro de un objetivo.

Además, la pedagogía basada en la neurociencia se sustenta en principios derivados en resultados relevantes de la investigación sobre el cerebro para que sean la base del diseño de estrategias didácticas para el desarrollo de la cognición y de las funciones superiores que, a la vez que facilitan los procesos de aprendizaje profundo en el aula, favorecen la visión de la educación integral de las personas. De hecho, con el apoyo de las neurociencias se ha comprendido que “el proceso de aprendizaje involucra todo el cuerpo y el cerebro, quien actúa como una estación receptora de estímulos y se encarga de seleccionar, priorizar, procesar información registrar, evocar, emitir respuestas motoras, consolidar capacidades, entre otras miles de funciones”, según lo comenta Pherez.

Por otro lado, la gamificación se integra profundamente en la estructura de nuestro pensamiento y aprendizaje al incorporar elementos intrínsecos de los juegos pues transforma la motivación y el compromiso de los estudiantes. La estructura de desafíos y recompensas crea un ambiente de aprendizaje dinámico y participativo. Los estudiantes se sienten motivados a superar obstáculos, alcanzar metas y recibir recompensas tangibles o virtuales.

Cabe mencionar, que lo anterior abona para generar en el alumno aprendizaje significativo, el cual le permitirá afrontar las problemáticas de su contexto y a su vez lograr una transformación social.

Recordando que Latorre (2017) señala que el aprendizaje significativo es “el que puede relacionar los conocimientos nuevos con los conocimientos previos del estudiante y esto le permite asignar significado a lo aprendido y poderlo utilizar en otras situaciones de la vida” es que cuando aplicamos estos principios a la educación mediante la gamificación, se observa un cambio en la dinámica del aula. Los estudiantes, motivados por el deseo de alcanzar objetivos y recibir recompensas, participan activamente en el proceso de aprendizaje. Esta activación de la dopamina no solo mejora la retención de información, sino que también establece una conexión emocional positiva con el contenido de estudio y se genera un aprendizaje significativo en el alumno.

Además, la equidad en el acceso y la participación debe ser una consideración central al implementar estrategias de gamificación pues no todos los estudiantes pueden tener acceso a la tecnología necesaria o a experimentar la gamificación de la misma manera. Por ello es fundamental abordar estas disparidades para garantizar que todos los estudiantes puedan beneficiarse de manera equitativa

En conclusión, la ciencia detrás del juego y la gamificación abren una ventana emocionante hacia la comprensión de cómo nuestras mentes responden a los elementos lúdicos. Desde la activación de la dopamina hasta la estimulación de la plasticidad cerebral, la gamificación se revela como una estrategia educativa que va más allá de la superficie, moldeando la estructura misma de nuestro pensamiento. La aplicación exitosa de la gamificación en diversos contextos educativos y su impacto positivo en la motivación y el compromiso, destacan su relevancia continua en la evolución del aprendizaje. Sin embargo, es imperativo abordar los desafíos y consideraciones éticas para garantizar una implementación efectiva y equitativa.

Al comprender la ciencia detrás del juego, nos encontramos en una posición única para no solo mejorar los métodos educativos existentes, sino también para explorar nuevas posibilidades en la intersección entre la tecnología, la neurociencia y el aprendizaje. La gamificación, lejos de ser solo una tendencia, es una herramienta que puede cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje y la trascendencia de los contenidos en su vida cotidiana.

YESENIA LÓPEZ SÁNCHEZ es estudiante de Doctorado en el Centro Universitario Humanista en Educación (CUHE).

Por Yesenia López Sánchez

En la actualidad, hablar de educación y tecnología no puede ser de forma fragmentada debido a que poseen una relación sumamente estrecha, por lo tanto, el propósito de este artículo es explorar la fascinante conexión entre la gamificación, la neurociencia y su impacto en la forma en que aprendemos. Por ello, cabe mencionar que actualmente los alumnos requieren desarrollar habilidades tales como el manejo de las tics, pensamiento crítico, trabajo colaborativo y resolución de conflictos, entre otras, por lo que, para poder hacer esto posible, se requiere de la implementación de las tecnologías de la información y la comunicación, así como la inclusión de elementos lúdicos para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Por lo tanto, la tarea docente consiste en innovar la práctica educativa para generar en los alumnos interés, curiosidad, motivación, considerando la gamificación (aprender usando elementos y técnicas del juego que van más allá de hacer el aprendizaje entretenido) como herramienta prioritaria.

La gamificación según Foncubierta y Rodríguez (2014) se refiere a la técnica o técnicas que el profesor emplea en el diseño de una actividad, tarea o proceso de aprendizaje (sean de naturaleza analógica o digital) introduciendo elementos del juego (insignias, límite de tiempo, puntuación, dados, etc.) y/o su pensamiento (retos, competición, etc.) con el fin de enriquecer esa experiencia de aprendizaje, dirigir y/o modificar el comportamiento de los alumnos en el aula.

Lo anterior se puede resumir como la aplicación de elementos de juego en contextos no lúdicos, en donde destaca una conexión intrínseca entre la gamificación y la neurociencia. Recordando que Einstein ya afirmaba que “el juego es la forma más elevada de la investigación” y destacando que el elemento de diversión relacionado con el juego aumenta la motivación, el interés y la responsabilidad por alcanzar el logro de un objetivo.

Además, la pedagogía basada en la neurociencia se sustenta en principios derivados en resultados relevantes de la investigación sobre el cerebro para que sean la base del diseño de estrategias didácticas para el desarrollo de la cognición y de las funciones superiores que, a la vez que facilitan los procesos de aprendizaje profundo en el aula, favorecen la visión de la educación integral de las personas. De hecho, con el apoyo de las neurociencias se ha comprendido que “el proceso de aprendizaje involucra todo el cuerpo y el cerebro, quien actúa como una estación receptora de estímulos y se encarga de seleccionar, priorizar, procesar información registrar, evocar, emitir respuestas motoras, consolidar capacidades, entre otras miles de funciones”, según lo comenta Pherez.

Por otro lado, la gamificación se integra profundamente en la estructura de nuestro pensamiento y aprendizaje al incorporar elementos intrínsecos de los juegos pues transforma la motivación y el compromiso de los estudiantes. La estructura de desafíos y recompensas crea un ambiente de aprendizaje dinámico y participativo. Los estudiantes se sienten motivados a superar obstáculos, alcanzar metas y recibir recompensas tangibles o virtuales.

Cabe mencionar, que lo anterior abona para generar en el alumno aprendizaje significativo, el cual le permitirá afrontar las problemáticas de su contexto y a su vez lograr una transformación social.

Recordando que Latorre (2017) señala que el aprendizaje significativo es “el que puede relacionar los conocimientos nuevos con los conocimientos previos del estudiante y esto le permite asignar significado a lo aprendido y poderlo utilizar en otras situaciones de la vida” es que cuando aplicamos estos principios a la educación mediante la gamificación, se observa un cambio en la dinámica del aula. Los estudiantes, motivados por el deseo de alcanzar objetivos y recibir recompensas, participan activamente en el proceso de aprendizaje. Esta activación de la dopamina no solo mejora la retención de información, sino que también establece una conexión emocional positiva con el contenido de estudio y se genera un aprendizaje significativo en el alumno.

Además, la equidad en el acceso y la participación debe ser una consideración central al implementar estrategias de gamificación pues no todos los estudiantes pueden tener acceso a la tecnología necesaria o a experimentar la gamificación de la misma manera. Por ello es fundamental abordar estas disparidades para garantizar que todos los estudiantes puedan beneficiarse de manera equitativa

En conclusión, la ciencia detrás del juego y la gamificación abren una ventana emocionante hacia la comprensión de cómo nuestras mentes responden a los elementos lúdicos. Desde la activación de la dopamina hasta la estimulación de la plasticidad cerebral, la gamificación se revela como una estrategia educativa que va más allá de la superficie, moldeando la estructura misma de nuestro pensamiento. La aplicación exitosa de la gamificación en diversos contextos educativos y su impacto positivo en la motivación y el compromiso, destacan su relevancia continua en la evolución del aprendizaje. Sin embargo, es imperativo abordar los desafíos y consideraciones éticas para garantizar una implementación efectiva y equitativa.

Al comprender la ciencia detrás del juego, nos encontramos en una posición única para no solo mejorar los métodos educativos existentes, sino también para explorar nuevas posibilidades en la intersección entre la tecnología, la neurociencia y el aprendizaje. La gamificación, lejos de ser solo una tendencia, es una herramienta que puede cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje y la trascendencia de los contenidos en su vida cotidiana.

YESENIA LÓPEZ SÁNCHEZ es estudiante de Doctorado en el Centro Universitario Humanista en Educación (CUHE).