Algo tiene Graco Ramírez que basta una declaración suya para que se arme un desaguisado en la política morelense. Probablemente la suma de rechazos al ex mandatario es tal que, como Carlos Salinas en su tiempo, se ha convertido en el villano favorito de Morelos.
Poco le ayuda la soberbia que reconocen incluso algunos de sus ex colaboradores, pero mucho menos la cantidad de expedientes de corrupción de los que se acusa a más de 30 funcionarios de su administración.
El ritmo siempre lento de los procesos jurídicos contra la corrupción ha favorecido una serie de especulaciones que tienen como punto en común la idea de que el encarcelamiento de Graco Ramírez será una promesa incumplida por su sucesor, Cuauhtémoc Blanco, quien reitera casi a diario su voluntad por perseguir y castigar a quien le antecedió en el cargo y con quien tuvo problemas y enfrentamientos constantes desde 2016.
Desde mayo Cuauhtémoc Blanco advertía que “alguien”, protege a Graco Ramírez, ahora ya lo sabe el gobernador y adelanta que si no se encarcela al personaje de marras, dirá “quién lo está protegiendo”. Ayer el amigo Cipriano Sotelo Salgado, quien ha sido consejero jurídico y abogado de Cuauhtémoc Blanco en varios asuntos jurídicos personales y políticos, denunciaba también esa protección que, dice, viene desde la Fiscalía, y adelantaba que será difícil enjuiciar a Ramírez porque supone se protegió y utilizó a otros ex funcionarios para actos de corrupción.
Mientras tanto, Graco Ramírez trabaja asesorando proyectos en diferentes partes del país. Calculador, decidió que se aparición pública fuera muy lejos de Morelos, pero muy cerca de la política, en Baja California donde presume Ramírez amistad con el nuevo gobernador, Jaime Bonilla, quien a su vez sería uno de los hombres de confianza de Andrés Manuel López Obrador de acuerdo con los comentaristas políticos. No sería la primera vez que Graco mande mensajes del tipo. El ex gobernador gusta de generar especulaciones sobre su relaciones y su poder como un instrumento simbólico porque en esa política vivió toda su carrera. Si esas relaciones le ayudan o no es algo que sólo él mismo sabe, pero es incuestionable su habilidad para mandar mensajes de ese tipo.
En Morelos, sin embargo, la política parece haber evolucionado a prácticas mucho más instrumentales desde antes de que Cuauhtémoc Blanco llegara a la gubernatura; así que acá parecen mucho más importantes las denuncias, alrededor de 40, contra la administración de Ramírez, a la que se ha hecho ver como un imperio de corrupción sin que hasta el momento se haya concluido un solo proceso. La lentitud con que han avanzado los procesos, particularmente los dos o tres que involucran directamente al mandatario puede ser un motivo de sospecha, pero habrá que reconocerse que la Fiscalía Anticorrupción pocas veces había tenido tanta carga de trabajo para resolver denuncias. Aunque el avance en tiempos de medios de comunicación parece casi nulo, tendrían que reconocerse la vinculación a proceso de ex secretarios del gabinete y de otros funcionarios menores. Tratándose de procesos diferentes, sin embargo, es una exageración derivar que con base en esos resultados, Graco Ramírez podría llevado a juicio y mucho menos, encarcelado.
La urgencia de reivindicación de la sociedad morelense, lastimada por la inseguridad, la aparente corrupción, la soberbia, el alejamiento de las necesidades sociales que protagonizó el gobierno de Graco Ramírez, convierte en imperativa la solución rápida a los expedientes sobre las presuntas irregularidades en su administración. La sociedad necesita la reconciliación, aunque esa idea parezca imposible, la política local requiere también de recuperar la confianza y eso será posible sólo cuando empiece a sancionarse a quienes son culpables de corrupción.
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