/ miércoles 12 de julio de 2023

El PRI desaparece del escenario político

Cada día se torna más precaria la situación política del PRI. Después de su derrota electoral en el Edomex del 2023, ha entrado directamente en un proceso de desintegración política, al recibir la renuncia de 4 de los 13 senadores que integraban la fracción del partido tricolor en la Cámara Alta.

Previamente habían renunciado al PRI decenas de militantes y dirigentes políticos en los estados de Sinaloa e Hidalgo. Esta entidad durante mucho tiempo fue plaza fuerte de uno de los grupos priístas más antiguos poderosos del país, y fue gobernado por Miguel Ángel Osorio Chong, exsecretario de Gobernación. Junto con este personaje,se fueron los senadores Nuvia Mayorga, Eruviel Ávila, exgobernador del Estado de México y Claudia Ruiz Massieu, sobrina del expresidente Carlos Salinas.

En medio de disputas por candidaturas, y ante la ausencia de una autoridad política centralizada que pudiera funcionar al estilo del antiguo partido oficial, el tricolor está viviendo sus últimas etapas. El partido, fundado por Plutarco Elías Calles en 1929 --con el fin de unificar bajo una sola dirección política a decenas de grupos herederos de la revolución mexicana—pudo conjuntar los esfuerzos de las diversas corrientes bajo las siglas de Partido Nacional Revolucionario (PNR).

A través de su historia, el PRI funcionó como oficina del gobierno para apoyar la llegada al poder de los candidatos oficiales. Siempre sirvió como instrumento central del Presidente de la República para consolidar los avances y conquistas de la Revolución Mexicana (Reforma Agraria, educación popular, Expropiación Petrolera).

El PRI fue diseñado además para funcionar como pieza central del estado corporativo que le permitió permanecer en el poder por varias décadas. Fue creado por Lázaro Cárdenas durante su periodo–1934-1940—y funcionó a la perfección por lo menos hasta 1988, ocasión en que el PRI fue rebasado por la votación popular. La clase campesina fue incorporada en masa al partido oficial a través de la CNC (Confederación Nacional Campesina) que manejaba un lenguaje y símbolos extraídos de la tradición soviética (Comisariados ejidales, himnos como “El Agrarista”, etc.) para difundir el espíritu de transformación en el seno de una sociedad que comenzaba a perder el ímpetu revolucionario de los primeros tiempos.

La clase obrera fue incorporada bajo el mismo esquema, con la participación decisiva de la CTM (Confederación de Trabajadores de México) fundada por Vicente Lombardo Toledano y manejada después de Fidel Velázquez y sus socios. Lo mismo ocurrió con la CNOP (Confederación Nacional de Organizaciones Populares) organismo donde cabían lo mismo gerentes de bancos que boleros o vendedores de billetes de lotería.

Las centrales corporativas ejercieron con éxito la función de incorporar en masa a segmentos completos de la población mexicana a la estructura política del partido oficial. Los líderes de cada sector sirvieron como vínculo entre la base social y la dirección política del aparato oficial. Estos dirigentes intermedios, a cambio de su servicio eran recompensados con cargos de representación pública tanto en el nivel federal como de los estados, de manera que iban ascendiendo peldaños a lo largo de su carrera.

Este aparato funcionó como una aceitada máquina electoral durante 40 años, hasta que la rebelión neocardenistallevó a las estructuras de control priísta a la crisis en 1988, de la que se recuperó hacia finales del siglo. Iniciando la presente centuria, el PRI fue derrotado por el PAN, pero una vez concluido este período –2000-2012--el partido tricolor recuperó el poder con Enrique Peña Nieto a la cabeza. Finalmente, la derrota de 2018 a manos de la izquierda aceleró la crisis orgánica que padece en la actualidad.

En marzo de 2020 –en plena pandemia—Claudio X. González, al frente de un grupo de empresarios creó un organismo corporativo llamado “Va por México”, en cuyo seno quedaron agrupados –sin consulta con las bases—los partidos PRI, PAN y PRD. Este partido es fácil de controlar por la simple razón de que la correa de transmisión sigue en manos de “Los Chuchos”, tribu que desplazó a las demás y actualmente usa los despojos para mantener su precario registro.

El PAN no ha resentido tanto el nuevo régimen corporativo empresarial por la sencilla razón que su sistema está en manos de los “cadeneros” –como los llamó Felipe Calderón—grupo que tiene el control completo de sus afiliados y militancia. Para el PRI, el establecimiento de controles externos ha sido más difícil, porque la cultura tradicional priísta ha consistido en la obediencia a la disciplina partidaria pero aplicada mediante la negociación. En la situación actual, los líderes empresariales del PRIAN carecen de oficio político, despojan a los grupos priístas de sus aspiraciones e introducen la frustración y la rebeldía de la mayor parte.

El PRI fue formado desde sus orígenes en la cultura del reparto de cargos públicos, decididos por negociación, y esta política mantuvo el equilibrio interno porque los dirigentes les otorgaban recompensas de manera adecuada. Ese es el sentido de la disciplina tradicional del tricolor: los que ganan una contienda interna no se llevan todo, mientras quienes la pierden no se quedan sin nada. Por el contrario, los actuales empresarios manejan esos partidos como si fueran sus oficinas comerciales.

Esta dinámica no fue prevista por los empresarios, por los “intelectuales orgánicos” ni por los jefes actuales del PRIAN. Este año lleva prioridad el PAN en la designación de los candidatos en 2024, como lo estableció el pacto del 2023: al PRI le correspondió encabezar la coalición en 2023,y al PAN le corresponde conducir el proceso actual.

El futuro inmediato de los priístas es que ya no podrán aspirar a cargos públicos de importancia. El PAN los está desplazando de todas las posiciones. Los militantes de un partido como el tricolor, acostumbrados a vivir dentro del presupuesto, se encuentran de pronto con que la organización a que pertenecen (Va por México) los desplaza y los deja sin esperanza de ascender en la escala política.

El antiguo papel protagónico de sus dirigentes políticos dentro de la estructura partidaria ha sido sustituido por empresarios ambiciosos, sin experiencia política ni electoral, que solo usan a su partido como masa de maniobra para cumplir sus designios de regresar a su pasado de privilegios. Los priístas eran sujetos de su propia carrera política. Hoy el PRIAN los ha convertido en objeto de manipulación. Por eso emigran.

Cada día se torna más precaria la situación política del PRI. Después de su derrota electoral en el Edomex del 2023, ha entrado directamente en un proceso de desintegración política, al recibir la renuncia de 4 de los 13 senadores que integraban la fracción del partido tricolor en la Cámara Alta.

Previamente habían renunciado al PRI decenas de militantes y dirigentes políticos en los estados de Sinaloa e Hidalgo. Esta entidad durante mucho tiempo fue plaza fuerte de uno de los grupos priístas más antiguos poderosos del país, y fue gobernado por Miguel Ángel Osorio Chong, exsecretario de Gobernación. Junto con este personaje,se fueron los senadores Nuvia Mayorga, Eruviel Ávila, exgobernador del Estado de México y Claudia Ruiz Massieu, sobrina del expresidente Carlos Salinas.

En medio de disputas por candidaturas, y ante la ausencia de una autoridad política centralizada que pudiera funcionar al estilo del antiguo partido oficial, el tricolor está viviendo sus últimas etapas. El partido, fundado por Plutarco Elías Calles en 1929 --con el fin de unificar bajo una sola dirección política a decenas de grupos herederos de la revolución mexicana—pudo conjuntar los esfuerzos de las diversas corrientes bajo las siglas de Partido Nacional Revolucionario (PNR).

A través de su historia, el PRI funcionó como oficina del gobierno para apoyar la llegada al poder de los candidatos oficiales. Siempre sirvió como instrumento central del Presidente de la República para consolidar los avances y conquistas de la Revolución Mexicana (Reforma Agraria, educación popular, Expropiación Petrolera).

El PRI fue diseñado además para funcionar como pieza central del estado corporativo que le permitió permanecer en el poder por varias décadas. Fue creado por Lázaro Cárdenas durante su periodo–1934-1940—y funcionó a la perfección por lo menos hasta 1988, ocasión en que el PRI fue rebasado por la votación popular. La clase campesina fue incorporada en masa al partido oficial a través de la CNC (Confederación Nacional Campesina) que manejaba un lenguaje y símbolos extraídos de la tradición soviética (Comisariados ejidales, himnos como “El Agrarista”, etc.) para difundir el espíritu de transformación en el seno de una sociedad que comenzaba a perder el ímpetu revolucionario de los primeros tiempos.

La clase obrera fue incorporada bajo el mismo esquema, con la participación decisiva de la CTM (Confederación de Trabajadores de México) fundada por Vicente Lombardo Toledano y manejada después de Fidel Velázquez y sus socios. Lo mismo ocurrió con la CNOP (Confederación Nacional de Organizaciones Populares) organismo donde cabían lo mismo gerentes de bancos que boleros o vendedores de billetes de lotería.

Las centrales corporativas ejercieron con éxito la función de incorporar en masa a segmentos completos de la población mexicana a la estructura política del partido oficial. Los líderes de cada sector sirvieron como vínculo entre la base social y la dirección política del aparato oficial. Estos dirigentes intermedios, a cambio de su servicio eran recompensados con cargos de representación pública tanto en el nivel federal como de los estados, de manera que iban ascendiendo peldaños a lo largo de su carrera.

Este aparato funcionó como una aceitada máquina electoral durante 40 años, hasta que la rebelión neocardenistallevó a las estructuras de control priísta a la crisis en 1988, de la que se recuperó hacia finales del siglo. Iniciando la presente centuria, el PRI fue derrotado por el PAN, pero una vez concluido este período –2000-2012--el partido tricolor recuperó el poder con Enrique Peña Nieto a la cabeza. Finalmente, la derrota de 2018 a manos de la izquierda aceleró la crisis orgánica que padece en la actualidad.

En marzo de 2020 –en plena pandemia—Claudio X. González, al frente de un grupo de empresarios creó un organismo corporativo llamado “Va por México”, en cuyo seno quedaron agrupados –sin consulta con las bases—los partidos PRI, PAN y PRD. Este partido es fácil de controlar por la simple razón de que la correa de transmisión sigue en manos de “Los Chuchos”, tribu que desplazó a las demás y actualmente usa los despojos para mantener su precario registro.

El PAN no ha resentido tanto el nuevo régimen corporativo empresarial por la sencilla razón que su sistema está en manos de los “cadeneros” –como los llamó Felipe Calderón—grupo que tiene el control completo de sus afiliados y militancia. Para el PRI, el establecimiento de controles externos ha sido más difícil, porque la cultura tradicional priísta ha consistido en la obediencia a la disciplina partidaria pero aplicada mediante la negociación. En la situación actual, los líderes empresariales del PRIAN carecen de oficio político, despojan a los grupos priístas de sus aspiraciones e introducen la frustración y la rebeldía de la mayor parte.

El PRI fue formado desde sus orígenes en la cultura del reparto de cargos públicos, decididos por negociación, y esta política mantuvo el equilibrio interno porque los dirigentes les otorgaban recompensas de manera adecuada. Ese es el sentido de la disciplina tradicional del tricolor: los que ganan una contienda interna no se llevan todo, mientras quienes la pierden no se quedan sin nada. Por el contrario, los actuales empresarios manejan esos partidos como si fueran sus oficinas comerciales.

Esta dinámica no fue prevista por los empresarios, por los “intelectuales orgánicos” ni por los jefes actuales del PRIAN. Este año lleva prioridad el PAN en la designación de los candidatos en 2024, como lo estableció el pacto del 2023: al PRI le correspondió encabezar la coalición en 2023,y al PAN le corresponde conducir el proceso actual.

El futuro inmediato de los priístas es que ya no podrán aspirar a cargos públicos de importancia. El PAN los está desplazando de todas las posiciones. Los militantes de un partido como el tricolor, acostumbrados a vivir dentro del presupuesto, se encuentran de pronto con que la organización a que pertenecen (Va por México) los desplaza y los deja sin esperanza de ascender en la escala política.

El antiguo papel protagónico de sus dirigentes políticos dentro de la estructura partidaria ha sido sustituido por empresarios ambiciosos, sin experiencia política ni electoral, que solo usan a su partido como masa de maniobra para cumplir sus designios de regresar a su pasado de privilegios. Los priístas eran sujetos de su propia carrera política. Hoy el PRIAN los ha convertido en objeto de manipulación. Por eso emigran.