/ martes 5 de octubre de 2021

El día que Javier mató a sus hijos

Queridos lectores, estamos en otoño y además estrenando mes: Octubre. Aprovechando que se acercan los días en los cuales nos visitan nuestros muertos, les quiero comentar que durante el presente periodo estaré escribiendo acerca de absolutas vivencias de horror, que para nada se alejan de la realidad que vivimos en la actualidad. Dejaré la ficción y prometo que cada uno de estos relatos les dará un soplo de reflexión.

Haré un retroceso en el tiempo para contar la historia de Javier Covarrubias González. Un mexicano que como cualquier otro, tenía una vida familiar tranquila. El joven de 20 años trabajaba en una marisquería ubicada en el mercado de Ticomán, en la delegación Gustavo A. Madero. Lugar donde conoció a la mujer de sus sueños, Irma Merino Osorio.

Como un cuento de amor, la juvenil pareja decidió vivir en unión libre y compartir el sustento, la vida y el techo.

La convivencia diaria permitió a Irma ir descubriendo la personalidad de Javier, quien lejos de mostrarse como una persona violenta, por el contrario, ella lo concebía como a un chico tierno, detallista, caballeroso y amoroso. Aunque en ocasiones se revelaba reservado, poco sociable y en especial, hábil para mentir.

Después llegaron los hijos: Darien Isaí, de dos años y siete meses e Isis Liliana de año y medio de edad. Y en medio de una supuesta normalidad, ocurre una tragedia en este hogar.

Era 18 de mayo de 2010. Esa mañana el sol irradiaba como nunca en la ciudad de México. Parecía la ocasión ideal para dar un paseo con los niños. Así que Javier salió con ellos al parque Tepeyac, localizado sobre Avenida de las Torres y Eva Sámano en la colonia Santa Isabel Tola.

Javier se sentó sobre una piedra mientras Darien jugaba a sus espaldas. Luego atrajo a Isis hacia su pecho, le cubrió la nariz y la boca con una mano hasta asfixiarla. Tras haber logrado su cometido. Llamó al niño y lo asesinó del mismo modo.

Una vez que perpetró el doble homicidio. El padre de estos menores decidió meter a una bolsa negra el cuerpo de Darien, cavar un hoyo y sepultarlo ahí. A la inocente Isis la introdujo en una maleta que dejó sobre avenida Insurgentes, en las inmediaciones del parque.

Desde luego Javier intentó tapar sus crímenes. Primero con el argumento de que se los habían robado en Tepito. En medio de una crisis nerviosa y al ver que no era creíble dicha versión, soltó la segunda coartada. Esta consistía en que los había dejado con una mujer en prenda por un supuesto adeudo de 25 mil pesos.

Pero la mentira siempre sale a la luz. Una persona encontró el cadáver de uno de los infantes envuelto en una bolsa de plástico en el mismo parque donde realizó sus fechorías, situado en la delegación Gustavo A. Madero.

En ese instante, ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, Javier confesó la verdad: “yo los maté porque ya no podía con todo lo que tenía encima, escuela, trabajo, mantener a mi familia, pagar renta, comida, pasajes, leche…”

/// Dicen que todo se paga en el mundo terrenal ///

Javier fue sentenciado a 100 años de cárcel por el delito de homicidio calificado en razón de parentesco. No obstante, la jueza Carlota Guadalupe Mosco Vilchis resolvió imponerle un pago de 83 mil 804 pesos por concepto de indemnización a la madre de los menores y seis mil 888 pesos por concepto de gastos funerarios.

Pero entonces ¿quién es Javier? ¿quién fue su padre?, ¿quién fue su madre?, ¿qué ocurrió en sus vínculos esenciales para que decidiera dar muerte a sus dos hijos?

Decidí indagar en ello, pero confieso que obtuve pocos datos personales. Según lo que manifestó Irma, él era originario de Hidalgo. Estudió hasta la secundaria. Sobre su infancia expuso que su madre lo maltrataba mucho, al grado de recibir golpes. Además de que fue obligado a trabajar a muy corta edad.

Empero, los resultados sicológicos y psiquiátricos evidenciaron que se trataba de un individuo mitómano que estaba en condiciones para comprender lo que hacía.

“Eso era algo que ya traía en la cabeza desde hace tiempo; no fue porque no tuviera para mantenerlos” remató Javier Covarrubias a las autoridades.

/// Las enfermedades mentales son una bomba de tiempo ///

Médicos y especialistas en problemas mentales refieren que las personas que padecen trastornos de personalidad, trastornos psicóticos, esquizofrenia, bipolaridad, entre otros, poseen afecciones que impactan su pensamiento, sentimientos, estados de ánimo y comportamientos.

Cómo saber qué componente contribuyó a que Javier matara a sus pequeños. Existen varios factores que detonaron esta conducta: sus genes e historial familiar, su experiencia de vida, como estrés o si sufrió de abuso durante la infancia, otros de tipo biológico como desequilibrios químicos en su cerebro, consumo de drogas o alcohol e incluso tener pocos amigos y sentirse solo o aislado.

Este fue un suceso real. Uno que nos remite a afirmar que somos seres humanos frágiles, llenos de complejos, contrariedades. Enfrentados a la capacidad o bien a la incapacidad para afrontar los problemas de la vida diaria. Y en este juego cada quien decide si pide ayuda por voluntad o continúa simulando que en su entorno todo es maravilla y perfección. Tan apremiante es la comunicación y expresión constante de ideas y sentimientos. Créanme, el escape no se encuentra en un cosmos material. Hay arte, hay naturaleza, hay ciencia, hay tanto por hacer. Solo los invito a meditar que cada pieza que ocupa un espacio en el planeta es insuperable. Y las salidas para tener una vida de bienestar están ahí, sólo hablen, externen. Digan. Griten necesito ayuda, antes de cometer una locura.

Queridos lectores, estamos en otoño y además estrenando mes: Octubre. Aprovechando que se acercan los días en los cuales nos visitan nuestros muertos, les quiero comentar que durante el presente periodo estaré escribiendo acerca de absolutas vivencias de horror, que para nada se alejan de la realidad que vivimos en la actualidad. Dejaré la ficción y prometo que cada uno de estos relatos les dará un soplo de reflexión.

Haré un retroceso en el tiempo para contar la historia de Javier Covarrubias González. Un mexicano que como cualquier otro, tenía una vida familiar tranquila. El joven de 20 años trabajaba en una marisquería ubicada en el mercado de Ticomán, en la delegación Gustavo A. Madero. Lugar donde conoció a la mujer de sus sueños, Irma Merino Osorio.

Como un cuento de amor, la juvenil pareja decidió vivir en unión libre y compartir el sustento, la vida y el techo.

La convivencia diaria permitió a Irma ir descubriendo la personalidad de Javier, quien lejos de mostrarse como una persona violenta, por el contrario, ella lo concebía como a un chico tierno, detallista, caballeroso y amoroso. Aunque en ocasiones se revelaba reservado, poco sociable y en especial, hábil para mentir.

Después llegaron los hijos: Darien Isaí, de dos años y siete meses e Isis Liliana de año y medio de edad. Y en medio de una supuesta normalidad, ocurre una tragedia en este hogar.

Era 18 de mayo de 2010. Esa mañana el sol irradiaba como nunca en la ciudad de México. Parecía la ocasión ideal para dar un paseo con los niños. Así que Javier salió con ellos al parque Tepeyac, localizado sobre Avenida de las Torres y Eva Sámano en la colonia Santa Isabel Tola.

Javier se sentó sobre una piedra mientras Darien jugaba a sus espaldas. Luego atrajo a Isis hacia su pecho, le cubrió la nariz y la boca con una mano hasta asfixiarla. Tras haber logrado su cometido. Llamó al niño y lo asesinó del mismo modo.

Una vez que perpetró el doble homicidio. El padre de estos menores decidió meter a una bolsa negra el cuerpo de Darien, cavar un hoyo y sepultarlo ahí. A la inocente Isis la introdujo en una maleta que dejó sobre avenida Insurgentes, en las inmediaciones del parque.

Desde luego Javier intentó tapar sus crímenes. Primero con el argumento de que se los habían robado en Tepito. En medio de una crisis nerviosa y al ver que no era creíble dicha versión, soltó la segunda coartada. Esta consistía en que los había dejado con una mujer en prenda por un supuesto adeudo de 25 mil pesos.

Pero la mentira siempre sale a la luz. Una persona encontró el cadáver de uno de los infantes envuelto en una bolsa de plástico en el mismo parque donde realizó sus fechorías, situado en la delegación Gustavo A. Madero.

En ese instante, ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, Javier confesó la verdad: “yo los maté porque ya no podía con todo lo que tenía encima, escuela, trabajo, mantener a mi familia, pagar renta, comida, pasajes, leche…”

/// Dicen que todo se paga en el mundo terrenal ///

Javier fue sentenciado a 100 años de cárcel por el delito de homicidio calificado en razón de parentesco. No obstante, la jueza Carlota Guadalupe Mosco Vilchis resolvió imponerle un pago de 83 mil 804 pesos por concepto de indemnización a la madre de los menores y seis mil 888 pesos por concepto de gastos funerarios.

Pero entonces ¿quién es Javier? ¿quién fue su padre?, ¿quién fue su madre?, ¿qué ocurrió en sus vínculos esenciales para que decidiera dar muerte a sus dos hijos?

Decidí indagar en ello, pero confieso que obtuve pocos datos personales. Según lo que manifestó Irma, él era originario de Hidalgo. Estudió hasta la secundaria. Sobre su infancia expuso que su madre lo maltrataba mucho, al grado de recibir golpes. Además de que fue obligado a trabajar a muy corta edad.

Empero, los resultados sicológicos y psiquiátricos evidenciaron que se trataba de un individuo mitómano que estaba en condiciones para comprender lo que hacía.

“Eso era algo que ya traía en la cabeza desde hace tiempo; no fue porque no tuviera para mantenerlos” remató Javier Covarrubias a las autoridades.

/// Las enfermedades mentales son una bomba de tiempo ///

Médicos y especialistas en problemas mentales refieren que las personas que padecen trastornos de personalidad, trastornos psicóticos, esquizofrenia, bipolaridad, entre otros, poseen afecciones que impactan su pensamiento, sentimientos, estados de ánimo y comportamientos.

Cómo saber qué componente contribuyó a que Javier matara a sus pequeños. Existen varios factores que detonaron esta conducta: sus genes e historial familiar, su experiencia de vida, como estrés o si sufrió de abuso durante la infancia, otros de tipo biológico como desequilibrios químicos en su cerebro, consumo de drogas o alcohol e incluso tener pocos amigos y sentirse solo o aislado.

Este fue un suceso real. Uno que nos remite a afirmar que somos seres humanos frágiles, llenos de complejos, contrariedades. Enfrentados a la capacidad o bien a la incapacidad para afrontar los problemas de la vida diaria. Y en este juego cada quien decide si pide ayuda por voluntad o continúa simulando que en su entorno todo es maravilla y perfección. Tan apremiante es la comunicación y expresión constante de ideas y sentimientos. Créanme, el escape no se encuentra en un cosmos material. Hay arte, hay naturaleza, hay ciencia, hay tanto por hacer. Solo los invito a meditar que cada pieza que ocupa un espacio en el planeta es insuperable. Y las salidas para tener una vida de bienestar están ahí, sólo hablen, externen. Digan. Griten necesito ayuda, antes de cometer una locura.