/ domingo 18 de octubre de 2020

2021 no es Cuauh contra Graco

Si hace un año los partidarios del PES hubieran intentado revivir la figura de Graco Ramírez y la existencia de una presunta corriente de políticos ligados con él para hacerse de posiciones candidaturas en todos los partidos y desde ahí poner el pie a Cuauhtémoc Blanco y sus planes para el estado, es probable que alguien aún les hubiera creído. A fin de cuentas, es una estrategia idéntica a la que en el plano federal usa el lopezobradorismo para enfrentar las críticas y a los rivales políticos de cuatroté.

El problema es que en Morelos, por más vínculos que buscaran establecerse entre personajes políticos de antaño y el ex gobernador convertido en el villano favorito, no parece haber una corriente que pudiera identificarse como graquista. Si a ello sumamos que el respaldo ciudadano a Cuauhtémoc Blanco es muy inferior al que tiene el presidente de la República y la ruptura evidente entre los actores políticos morelenses que integraron la coalición que ganó las elecciones en el 2018, reducir la elección del 2021 a un enfrentamiento entre el presente y el pasado inmediato es absurdo.

En el 2021 serán muchos los grupos políticos que buscarán regidurías, alcaldías y diputaciones locales y federales. Todo indica que ninguno de esos grupos logrará ser mayoría absoluta, por lo que pueden considerarse todos minoritarios aunque con considerable fuerza por región. Siendo Morelos un estado pequeño con poca oxigenación, pero gran fragmentación política, es fácil trazar vínculos entre prácticamente todos los que hoy buscan candidaturas. Pero el nexo no necesariamente es de simpatía o subordinación. Pensar que Jorge Meade, por ejemplo, tiene mayor cercanía política con Graco Ramírez que el haber coincidido en tiempo en el servicio público es una percepción forzada. A Julio Espín igual se le podría vincular con Graco Ramírez que con Guillermo del Valle, Maricela Sánchez, Rosalina Mazari; y así podríamos trazar líneas entre todos los aspirantes a cargos públicos, incluso podrían establecerse, por cierto entre funcionarios y ex funcionarios de la administración de Cuauhtémoc Blanco o diputados de la actual legislatura, con Graco Ramírez, Marco Adame, Sergio Estrada Cajigal, ninguna de estas relaciones significaría, sin embargo, una conspiración, o siquiera la existencia de una corriente política única, de haber sido así, difícilmente el lopezobradorismo habría conseguido victorias tan holgadas en Morelos en el 2018.

El problema en la comunicación desde el poder empieza en el diagnóstico. La memoria de Graco Ramírez parece mucho más viva en funcionarios del gobierno estatal y sus simpatizantes que en la gente, preocupada ahora por las crisis de seguridad, económica, sanitaria y la corrupción. La elección no será entre Cuauhtémoc Blanco y Graco Ramírez, sino entre cientos de actores cercanos, por ejemplo, a los senadores Ángel García Yáñez y Lucía Meza Guzmán, a grupos partidistas, como los de Rabindranath Salazar, Amado Orihuela, Jorge Meade Ocaranza, Marco Adame Castillo (no necesariamente liderados por ellos), a las dirigencias de los partidos, y a muy pocos ciudadanos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Si hace un año los partidarios del PES hubieran intentado revivir la figura de Graco Ramírez y la existencia de una presunta corriente de políticos ligados con él para hacerse de posiciones candidaturas en todos los partidos y desde ahí poner el pie a Cuauhtémoc Blanco y sus planes para el estado, es probable que alguien aún les hubiera creído. A fin de cuentas, es una estrategia idéntica a la que en el plano federal usa el lopezobradorismo para enfrentar las críticas y a los rivales políticos de cuatroté.

El problema es que en Morelos, por más vínculos que buscaran establecerse entre personajes políticos de antaño y el ex gobernador convertido en el villano favorito, no parece haber una corriente que pudiera identificarse como graquista. Si a ello sumamos que el respaldo ciudadano a Cuauhtémoc Blanco es muy inferior al que tiene el presidente de la República y la ruptura evidente entre los actores políticos morelenses que integraron la coalición que ganó las elecciones en el 2018, reducir la elección del 2021 a un enfrentamiento entre el presente y el pasado inmediato es absurdo.

En el 2021 serán muchos los grupos políticos que buscarán regidurías, alcaldías y diputaciones locales y federales. Todo indica que ninguno de esos grupos logrará ser mayoría absoluta, por lo que pueden considerarse todos minoritarios aunque con considerable fuerza por región. Siendo Morelos un estado pequeño con poca oxigenación, pero gran fragmentación política, es fácil trazar vínculos entre prácticamente todos los que hoy buscan candidaturas. Pero el nexo no necesariamente es de simpatía o subordinación. Pensar que Jorge Meade, por ejemplo, tiene mayor cercanía política con Graco Ramírez que el haber coincidido en tiempo en el servicio público es una percepción forzada. A Julio Espín igual se le podría vincular con Graco Ramírez que con Guillermo del Valle, Maricela Sánchez, Rosalina Mazari; y así podríamos trazar líneas entre todos los aspirantes a cargos públicos, incluso podrían establecerse, por cierto entre funcionarios y ex funcionarios de la administración de Cuauhtémoc Blanco o diputados de la actual legislatura, con Graco Ramírez, Marco Adame, Sergio Estrada Cajigal, ninguna de estas relaciones significaría, sin embargo, una conspiración, o siquiera la existencia de una corriente política única, de haber sido así, difícilmente el lopezobradorismo habría conseguido victorias tan holgadas en Morelos en el 2018.

El problema en la comunicación desde el poder empieza en el diagnóstico. La memoria de Graco Ramírez parece mucho más viva en funcionarios del gobierno estatal y sus simpatizantes que en la gente, preocupada ahora por las crisis de seguridad, económica, sanitaria y la corrupción. La elección no será entre Cuauhtémoc Blanco y Graco Ramírez, sino entre cientos de actores cercanos, por ejemplo, a los senadores Ángel García Yáñez y Lucía Meza Guzmán, a grupos partidistas, como los de Rabindranath Salazar, Amado Orihuela, Jorge Meade Ocaranza, Marco Adame Castillo (no necesariamente liderados por ellos), a las dirigencias de los partidos, y a muy pocos ciudadanos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx