/ jueves 11 de marzo de 2021

Cuauh, frentes y desgaste...

Al gobierno del estado parecen encantarle los frentes abiertos. Llegado al poder por medio de la disputa, ha mantenido múltiples frentes abiertos, todos ellos atendibles desde sus orígenes, y prolonga los asuntos aunque muy a menudo esto signifique condenarse a la repetición. Probablemente por ello, durante la administración de Cuauhtémoc Blanco, y desde un par de años antes, los conflictos se extienden hasta reventar y se acaba culpando a los demás, a todos los otros que, para un gobierno polarizante en esencia, son adversarios de su proyecto.

Hay muchos testimonios de testigos sobre pleitos menores, amenazas, advertencias, insinuaciones, de Cuauhtémoc Blanco contra quienes él considera rivales, enemigos, adversarios, o sencillamente fuera de su círculo. En efecto, el gobernador es un hombre de carácter duro, no acostumbrado a las formas políticas tradicionales. El mismo ha repetido no ser político y probablemente de ahí venga su estilo lejano de los adornos tradicionales que la diplomacia obliga en la política. Esta personalidad, en la mímesis que experimentan los gabinetes con sus titulares, se ha impreso en prácticamente todas las áreas del gobierno estatal.

Alcaldes y diputados aguantan de una u otra forma las formas de Cuauhtémoc porque, a final de cuentas reconocen que es el mandatario estatal quien tiene la mejor relación con el presidente, López Obrador, y en esta administración eso parece significar mucho más que cualquiera de las tradiciones políticas o de relaciones públicas. Pocos han sido los que se han atrevido a alzar la voz al gobernador: Agustín Alonso, alcalde de Yautepec; Francisco Villalobos, de Cuernavaca -quien ha moderado mucho su discurso en las últimas semanas; y los diputados José Casas y Tania Valentina. El resto toleran, no por falta de valor, dicen, sino por prudencia y cálculo político. Los castigos en la política local actual significan perder candidaturas, ser marginados en las asignaciones de obras y de recursos públicos, y no pocas veces hasta campañas de desprestigio.

El problema es que ese equilibrio impuesto ha generado excesivas presiones sociales al gobierno del estado, los frentes abiertos en la política, en lo laboral, en la gestión de recursos, en la dotación de servicios, se siguen acumulando y comprometen los últimos tres años de la administración de Cuauhtémoc Blanco.

La política de mantener frentes abiertos, administrar los conflictos y polarizar a los adversarios; junto a la atomización de las opciones políticas, anticipan resultados electorales que obligarán a construir mayorías mediante acuerdos de largo alcance; so pena de mantener al estado secuestrado por los intereses más económicos que políticos y sociales de burócratas de alto nivel. La probabilidad de que Cuauhtémoc Blanco carezca de respaldo suficiente en la próxima legislatura es muy alta. El apoyo que ha recibido el gobernador de parte de sus aliados de Morena sigue siendo más bien simbólico (lo que parece favorecerlos electoralmente); y ya entrados en la segunda parte del gobierno, es muy probable que la mayoría de los políticos decida salvar sus carreras personales que respaldar a un Ejecutivo cuyos niveles de aprobación son tan bajos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernava

Al gobierno del estado parecen encantarle los frentes abiertos. Llegado al poder por medio de la disputa, ha mantenido múltiples frentes abiertos, todos ellos atendibles desde sus orígenes, y prolonga los asuntos aunque muy a menudo esto signifique condenarse a la repetición. Probablemente por ello, durante la administración de Cuauhtémoc Blanco, y desde un par de años antes, los conflictos se extienden hasta reventar y se acaba culpando a los demás, a todos los otros que, para un gobierno polarizante en esencia, son adversarios de su proyecto.

Hay muchos testimonios de testigos sobre pleitos menores, amenazas, advertencias, insinuaciones, de Cuauhtémoc Blanco contra quienes él considera rivales, enemigos, adversarios, o sencillamente fuera de su círculo. En efecto, el gobernador es un hombre de carácter duro, no acostumbrado a las formas políticas tradicionales. El mismo ha repetido no ser político y probablemente de ahí venga su estilo lejano de los adornos tradicionales que la diplomacia obliga en la política. Esta personalidad, en la mímesis que experimentan los gabinetes con sus titulares, se ha impreso en prácticamente todas las áreas del gobierno estatal.

Alcaldes y diputados aguantan de una u otra forma las formas de Cuauhtémoc porque, a final de cuentas reconocen que es el mandatario estatal quien tiene la mejor relación con el presidente, López Obrador, y en esta administración eso parece significar mucho más que cualquiera de las tradiciones políticas o de relaciones públicas. Pocos han sido los que se han atrevido a alzar la voz al gobernador: Agustín Alonso, alcalde de Yautepec; Francisco Villalobos, de Cuernavaca -quien ha moderado mucho su discurso en las últimas semanas; y los diputados José Casas y Tania Valentina. El resto toleran, no por falta de valor, dicen, sino por prudencia y cálculo político. Los castigos en la política local actual significan perder candidaturas, ser marginados en las asignaciones de obras y de recursos públicos, y no pocas veces hasta campañas de desprestigio.

El problema es que ese equilibrio impuesto ha generado excesivas presiones sociales al gobierno del estado, los frentes abiertos en la política, en lo laboral, en la gestión de recursos, en la dotación de servicios, se siguen acumulando y comprometen los últimos tres años de la administración de Cuauhtémoc Blanco.

La política de mantener frentes abiertos, administrar los conflictos y polarizar a los adversarios; junto a la atomización de las opciones políticas, anticipan resultados electorales que obligarán a construir mayorías mediante acuerdos de largo alcance; so pena de mantener al estado secuestrado por los intereses más económicos que políticos y sociales de burócratas de alto nivel. La probabilidad de que Cuauhtémoc Blanco carezca de respaldo suficiente en la próxima legislatura es muy alta. El apoyo que ha recibido el gobernador de parte de sus aliados de Morena sigue siendo más bien simbólico (lo que parece favorecerlos electoralmente); y ya entrados en la segunda parte del gobierno, es muy probable que la mayoría de los políticos decida salvar sus carreras personales que respaldar a un Ejecutivo cuyos niveles de aprobación son tan bajos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernava