/ miércoles 27 de marzo de 2024

Dignidad de la mujer en el trabajo doméstico (I)

Uno de los derechos laborales más recientemente visibilizado en su justa dimensión es el llamado trabajo del hogar o doméstico. Es hasta el presente siglo que viene dignificando esta actividad económica que tiene un origen ancestral. Efectivamente, y para no ir muy lejos en la época colonial se extendió la práctica de dedicar a las mujeres indígenas y afrodescendientes, principalmente, a las tareas domésticas y servidumbre. Esta forma de explotación no sólo no mejoró en los siguientes siglos, sino que fue estigmatizada como una actividad que denigraba a quienes la realizaban.

Era común, que en las grandes ciudades realizaran trabajo doméstico personas de comunidades indígenas que generalmente lo desempeñaban más allá de tiempo completo, toda vez que se quedaban a vivir en los hogares de sus empleadores/as. Lo que traía como consecuencia que trabajarán prácticamente todo el día, incluso por la noche si era necesario. Las trabajadoras domésticas, que en su gran mayoría eran mujeres recibían una compensación, alojamiento, alimentación, vestido y educación cuya cantidad y calidad variaban según la “generosidad” o “benevolencia” de los “patrones”. La mayoría de las veces se comenzaba a realizar este trabajo desde muy temprana edad y eran los padres quienes convenían las condiciones de trabajo con los patrones. En estas condiciones a las que se sumaba la discriminación y las mujeres vivieron hasta el siglo XX.

A fines del siglo XX inicia una primera etapa en la que buscaba reconocer el valor del trabajo doméstico y por tanto de quienes lo realizaban. En 1988 en el Congreso de trabajadoras del hogar celebrado en Bogotá se estableció el 30 de marzo de cada año como día internacional de las trabajadoras del hogar que luchan por la reivindicación de sus derechos laborales. En la Cumbre de Beijing- Conferencia Mundial de la Mujer- celebrada en 1995 por ONUMUJERES fue reconocido dicho valor comenzado un camino difícil, lento y complicado por el reconocimiento de los derechos laborales que se fueron dando en los Consensos de Quito (2007), Brasilia (2010) y Santo Domingo (2013). En 2011, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 189 firmado por 30 países del mundo para garantizar derechos y protección social a las trabajadoras del hogar.

Aún cuando se han dado avances importantes en una nueva concepción más digna del trabajo doméstico existen infinidad de resistencias. En México hay 2.5 millones de personas ocupadas en el trabajo doméstico de las cuales 9 de cada 10 son mujeres y el 69.5% no recibió ningún tipo de prestación laboral, señala el INEGI. En la próxima comentamos los detalles del caso.

Uno de los derechos laborales más recientemente visibilizado en su justa dimensión es el llamado trabajo del hogar o doméstico. Es hasta el presente siglo que viene dignificando esta actividad económica que tiene un origen ancestral. Efectivamente, y para no ir muy lejos en la época colonial se extendió la práctica de dedicar a las mujeres indígenas y afrodescendientes, principalmente, a las tareas domésticas y servidumbre. Esta forma de explotación no sólo no mejoró en los siguientes siglos, sino que fue estigmatizada como una actividad que denigraba a quienes la realizaban.

Era común, que en las grandes ciudades realizaran trabajo doméstico personas de comunidades indígenas que generalmente lo desempeñaban más allá de tiempo completo, toda vez que se quedaban a vivir en los hogares de sus empleadores/as. Lo que traía como consecuencia que trabajarán prácticamente todo el día, incluso por la noche si era necesario. Las trabajadoras domésticas, que en su gran mayoría eran mujeres recibían una compensación, alojamiento, alimentación, vestido y educación cuya cantidad y calidad variaban según la “generosidad” o “benevolencia” de los “patrones”. La mayoría de las veces se comenzaba a realizar este trabajo desde muy temprana edad y eran los padres quienes convenían las condiciones de trabajo con los patrones. En estas condiciones a las que se sumaba la discriminación y las mujeres vivieron hasta el siglo XX.

A fines del siglo XX inicia una primera etapa en la que buscaba reconocer el valor del trabajo doméstico y por tanto de quienes lo realizaban. En 1988 en el Congreso de trabajadoras del hogar celebrado en Bogotá se estableció el 30 de marzo de cada año como día internacional de las trabajadoras del hogar que luchan por la reivindicación de sus derechos laborales. En la Cumbre de Beijing- Conferencia Mundial de la Mujer- celebrada en 1995 por ONUMUJERES fue reconocido dicho valor comenzado un camino difícil, lento y complicado por el reconocimiento de los derechos laborales que se fueron dando en los Consensos de Quito (2007), Brasilia (2010) y Santo Domingo (2013). En 2011, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 189 firmado por 30 países del mundo para garantizar derechos y protección social a las trabajadoras del hogar.

Aún cuando se han dado avances importantes en una nueva concepción más digna del trabajo doméstico existen infinidad de resistencias. En México hay 2.5 millones de personas ocupadas en el trabajo doméstico de las cuales 9 de cada 10 son mujeres y el 69.5% no recibió ningún tipo de prestación laboral, señala el INEGI. En la próxima comentamos los detalles del caso.