/ miércoles 10 de agosto de 2022

Nuevos liderazgos, nuevos pendientes

¿Es que entonces qué quieren?, reclama el político que cree ser de la nueva generación frente a la observación, muy justa, por cierto, de que si bien los rostros en los directorios de la “clase política” son nuevos, las formas y fondos de la práctica siguen siendo exactamente los mismos, lo que provoca una mayor separación entre el político y la sociedad a la que se supone sirve. Y la respuesta es muy simple pero escapa a la visión de los servidores públicos y representantes populares; si los rostros son nuevos, se esperaría que las prácticas y el diseño de políticas públicas también lo fuera.

En efecto, hay nuevos liderazgos en Morelos (y en el país). Se ha jubilado por deseo u obligación la generación de políticos que vivió junto a la sociedad el nacimiento de la democracia mexicana, esa que empezó en las postrimerías del siglo XX y mostró una cabal salud hasta el 2012. Lo que tenemos hoy en la política es el resultado de una colección de fenómenos que se asocian a la alta calidad de la democracia y la bajísima calidad de la política. Algunos rostros son producto de la preparación para gobernar y la constancia (aguantar vara, pues) durante toda su juventud; otros son más bien el efecto de una serie de circunstancias anómalas en el escenario público.

Como es costumbre, la sociedad tiene no el ideal de político que quisiera (hombres y mujeres honestos, con buen juicio, visión prospectiva, comprometidos con el bien común, sabios en su materia y capaces de reclutar equipos de especialistas en las otras, inteligentes, simpáticos, humildes), sino debe seleccionar de un conjunto de sujetos aquellos con menos defectos, o con los defectos que puede tolerar. Así hay algunos que han resultado mejor evaluados que otros en lo que va del sexenio actual: José Luis Urióstegui, Rodrigo Arredondo, Rafael Reyes, Juan Ángel Flores, parecen ser la nueva apuesta de liderazgos en la política morelense y cada uno de ellos merecería un tratamiento aparte; sin embargo, y esto debe reconocerse, salvo algunas pinceladas, sus prácticas son bastante similares a las de la generación que les antecedió.

Cierto que muy probablemente estemos hablando en cada uno de los casos de personas mucho más honestas y talentosas que sus antecesores. Urióstegui es sin duda un mejor político que Francisco Villalobos; Rodrigo Arredondo supera mucho a Jesús Corona; Rafael Reyes es, por mucho, mejor alcalde que Manolo Agüero; y por supuesto que Juan Ángel Flores tiene más talento y mejores resultados que Alfonso Sotelo. Los resultados y el respaldo popular de cada uno lo indican pero aún con ello no se ve un aporte novedoso a la práctica política y los temas de los políticos se siguen alejando de los ciudadanos.

Urióstegui en la oposición, y Arredondo, Reyes y Flores en Morena, parecen liderazgos bastante posicionados entre la clase política. Pero eso no les alcanza para permear en la sociedad que está ávida de soluciones para los viejos rezagos que padece el estado, pero también para los nuevos temas de la agenda pública que parecen entenderse bastante poco en Morelos. Asuntos como el cambio climático, la convivencia con las minorías, las ciudades inteligentes, la nueva movilidad, el impulso a la ciencia y tecnología, la satisfacción ciudadana con los servicios públicos, son temas que de novedad han pasado a urgencias y se empalman con la pobreza, inseguridad, falta de desarrollo económico, desigualdad de oportunidades que en Morelos se han agravado en las dos últimas décadas. Esos nuevos temas, y eso preocupa, aparecen poco y tímidamente en la proyección de los gobiernos municipales (y son grandes omisiones en el las que hace el gobierno estatal).

Las nuevas carreras políticas de esos evidentes nuevos liderazgos pueden sucumbir fácilmente si no incorporan esos temas novedosos con propuestas integrales para solucionarlos, básicamente porque hoy son los temas que preocupan a la clase media, cuya influencia en los procesos democráticos es innegable.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


¿Es que entonces qué quieren?, reclama el político que cree ser de la nueva generación frente a la observación, muy justa, por cierto, de que si bien los rostros en los directorios de la “clase política” son nuevos, las formas y fondos de la práctica siguen siendo exactamente los mismos, lo que provoca una mayor separación entre el político y la sociedad a la que se supone sirve. Y la respuesta es muy simple pero escapa a la visión de los servidores públicos y representantes populares; si los rostros son nuevos, se esperaría que las prácticas y el diseño de políticas públicas también lo fuera.

En efecto, hay nuevos liderazgos en Morelos (y en el país). Se ha jubilado por deseo u obligación la generación de políticos que vivió junto a la sociedad el nacimiento de la democracia mexicana, esa que empezó en las postrimerías del siglo XX y mostró una cabal salud hasta el 2012. Lo que tenemos hoy en la política es el resultado de una colección de fenómenos que se asocian a la alta calidad de la democracia y la bajísima calidad de la política. Algunos rostros son producto de la preparación para gobernar y la constancia (aguantar vara, pues) durante toda su juventud; otros son más bien el efecto de una serie de circunstancias anómalas en el escenario público.

Como es costumbre, la sociedad tiene no el ideal de político que quisiera (hombres y mujeres honestos, con buen juicio, visión prospectiva, comprometidos con el bien común, sabios en su materia y capaces de reclutar equipos de especialistas en las otras, inteligentes, simpáticos, humildes), sino debe seleccionar de un conjunto de sujetos aquellos con menos defectos, o con los defectos que puede tolerar. Así hay algunos que han resultado mejor evaluados que otros en lo que va del sexenio actual: José Luis Urióstegui, Rodrigo Arredondo, Rafael Reyes, Juan Ángel Flores, parecen ser la nueva apuesta de liderazgos en la política morelense y cada uno de ellos merecería un tratamiento aparte; sin embargo, y esto debe reconocerse, salvo algunas pinceladas, sus prácticas son bastante similares a las de la generación que les antecedió.

Cierto que muy probablemente estemos hablando en cada uno de los casos de personas mucho más honestas y talentosas que sus antecesores. Urióstegui es sin duda un mejor político que Francisco Villalobos; Rodrigo Arredondo supera mucho a Jesús Corona; Rafael Reyes es, por mucho, mejor alcalde que Manolo Agüero; y por supuesto que Juan Ángel Flores tiene más talento y mejores resultados que Alfonso Sotelo. Los resultados y el respaldo popular de cada uno lo indican pero aún con ello no se ve un aporte novedoso a la práctica política y los temas de los políticos se siguen alejando de los ciudadanos.

Urióstegui en la oposición, y Arredondo, Reyes y Flores en Morena, parecen liderazgos bastante posicionados entre la clase política. Pero eso no les alcanza para permear en la sociedad que está ávida de soluciones para los viejos rezagos que padece el estado, pero también para los nuevos temas de la agenda pública que parecen entenderse bastante poco en Morelos. Asuntos como el cambio climático, la convivencia con las minorías, las ciudades inteligentes, la nueva movilidad, el impulso a la ciencia y tecnología, la satisfacción ciudadana con los servicios públicos, son temas que de novedad han pasado a urgencias y se empalman con la pobreza, inseguridad, falta de desarrollo económico, desigualdad de oportunidades que en Morelos se han agravado en las dos últimas décadas. Esos nuevos temas, y eso preocupa, aparecen poco y tímidamente en la proyección de los gobiernos municipales (y son grandes omisiones en el las que hace el gobierno estatal).

Las nuevas carreras políticas de esos evidentes nuevos liderazgos pueden sucumbir fácilmente si no incorporan esos temas novedosos con propuestas integrales para solucionarlos, básicamente porque hoy son los temas que preocupan a la clase media, cuya influencia en los procesos democráticos es innegable.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx