/ miércoles 22 de septiembre de 2021

La persecución no científica

Los científicos estaban relegados a sus laboratorios y a páginas especiales en los medios de comunicación. Si algo bueno podríamos sacar de los desastres naturales que ha enfrentado la humanidad en los años recientes, es una honesta preocupación de muchos por la información que la ciencia genera en beneficio de la población. Los preocupados por la ciencia no son mayoría, ésa está ocupada aún en las creencias mágico-religiosas que (a veces disfrazadas de pseudociencia) ofrecen respuestas regularmente falsas o por lo menos muy cuestionables para casi todos los fenómenos.

La mayoría aún cree en supercherías como el zodiaco o los cristales mágicos, pero la fe en la ciencia se ha fortalecido en los últimos años, más por cuestiones de supervivencia que por una mejora profunda en el conocimiento popular. Probablemente en donde sí hay una mayoría es en la convicción de que los científicos y su actividad son indispensables no sólo para el desarrollo de las sociedades, sino para la toma de decisiones que a la larga resultan cuestiones de vida o muerte.

No es espontáneo, la tecnologización de la mayoría de las actividades humanas ha hecho ir a la ciencia para buscar respuestas a preguntas tan domésticas como complejas. Y también los científicos han mejorado sus formas de comunicación con la gente, se acercan más a los medios de comunicación, divulgan mejor sus avances y descubrimientos y fijan posiciones importantes respecto al impacto de políticas públicas en el entorno y la sociedad. A lo mejor sólo es coincidencia, pero esta nueva actitud de los científicos parece ocurrir al tiempo en que más mujeres se incorporan a las tareas de investigación.

Probablemente sea esa nueva ampliación de deberes auto asignados lo que ha molestado tanto a un régimen que, fundado en complacer a su base votante (más o menos como programa de música de banda) prefiere imaginar y difundir mundos alternos a la realidad, en que cuestiones como los impulsos del mercado, la aeronáutica, comportamientos turísticos, ecosistemas, y la realidad en general, obedece a los impulsos y deseos de un grupo que es un solo hombre, y no a la azarosísima realidad (esa que los científicos saben explicar muy bien en función de variables intervinientes y todas esas cosas con nombres seductores). Y aunque a final de cuentas, la administración de Andrés Manuel López Obrador no es la primera, y desgraciadamente tampoco será la última que descrea y sospeche de los científicos, lo cierto es que sí es la única hasta ahora que se ha enfrentado directamente a los investigadores con toda la fuerza del estado.

El embate que para otro académico, Enrique Graue, rector de la UNAM es un despropósito inconcebible, incluye acusar a 31 investigadores pertenecientes al Foro Consultivo Científico y Tecnológico, entre ellos algunos morelenses, por presunta delincuencia organizada al haber usado financiamiento del Conacyt que la Suprema Corte de Justicia de la Nación consideró ya legal. Es decir, el gobierno, o parte de él, persigue a quienes hacen ciencia, ampliando la lista de ingredientes para construir un país donde nadie quisiera vivir. Por fortuna hay jueces honestos que niegan órdenes de aprehensión sin sustancia.



@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Los científicos estaban relegados a sus laboratorios y a páginas especiales en los medios de comunicación. Si algo bueno podríamos sacar de los desastres naturales que ha enfrentado la humanidad en los años recientes, es una honesta preocupación de muchos por la información que la ciencia genera en beneficio de la población. Los preocupados por la ciencia no son mayoría, ésa está ocupada aún en las creencias mágico-religiosas que (a veces disfrazadas de pseudociencia) ofrecen respuestas regularmente falsas o por lo menos muy cuestionables para casi todos los fenómenos.

La mayoría aún cree en supercherías como el zodiaco o los cristales mágicos, pero la fe en la ciencia se ha fortalecido en los últimos años, más por cuestiones de supervivencia que por una mejora profunda en el conocimiento popular. Probablemente en donde sí hay una mayoría es en la convicción de que los científicos y su actividad son indispensables no sólo para el desarrollo de las sociedades, sino para la toma de decisiones que a la larga resultan cuestiones de vida o muerte.

No es espontáneo, la tecnologización de la mayoría de las actividades humanas ha hecho ir a la ciencia para buscar respuestas a preguntas tan domésticas como complejas. Y también los científicos han mejorado sus formas de comunicación con la gente, se acercan más a los medios de comunicación, divulgan mejor sus avances y descubrimientos y fijan posiciones importantes respecto al impacto de políticas públicas en el entorno y la sociedad. A lo mejor sólo es coincidencia, pero esta nueva actitud de los científicos parece ocurrir al tiempo en que más mujeres se incorporan a las tareas de investigación.

Probablemente sea esa nueva ampliación de deberes auto asignados lo que ha molestado tanto a un régimen que, fundado en complacer a su base votante (más o menos como programa de música de banda) prefiere imaginar y difundir mundos alternos a la realidad, en que cuestiones como los impulsos del mercado, la aeronáutica, comportamientos turísticos, ecosistemas, y la realidad en general, obedece a los impulsos y deseos de un grupo que es un solo hombre, y no a la azarosísima realidad (esa que los científicos saben explicar muy bien en función de variables intervinientes y todas esas cosas con nombres seductores). Y aunque a final de cuentas, la administración de Andrés Manuel López Obrador no es la primera, y desgraciadamente tampoco será la última que descrea y sospeche de los científicos, lo cierto es que sí es la única hasta ahora que se ha enfrentado directamente a los investigadores con toda la fuerza del estado.

El embate que para otro académico, Enrique Graue, rector de la UNAM es un despropósito inconcebible, incluye acusar a 31 investigadores pertenecientes al Foro Consultivo Científico y Tecnológico, entre ellos algunos morelenses, por presunta delincuencia organizada al haber usado financiamiento del Conacyt que la Suprema Corte de Justicia de la Nación consideró ya legal. Es decir, el gobierno, o parte de él, persigue a quienes hacen ciencia, ampliando la lista de ingredientes para construir un país donde nadie quisiera vivir. Por fortuna hay jueces honestos que niegan órdenes de aprehensión sin sustancia.



@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx