/ lunes 18 de enero de 2021

Las peligrosas precampañas

Entre la ambición de algunos actores políticos por mantener o hacerse de cargos de elección popular y la necesidad evidente de cambiar la desastrosa ruta que el estado lleva en materia económica, política, de seguridad pública, educativa y social, estamos en etapa de precampaña en plena pandemia.

La precampaña es ese invento de los partidos políticos que les permite a sus figurines y figurones hacer proselitismo adelantado con el pretexto de conseguir una candidatura que ya tienen bastante amarrada. El sujeto va y se registra para una supuesta contienda interna, decidida de antemano en el 70 por ciento de los casos, en un ejercicio de simulación de una democracia interna que, dicen, fortalecerá la candidatura que se anunciará “en cuanto las leyes lo permitan”. Son ejercicios verdaderamente innecesarios cuyo aporte al folclor político resulta interesante, pero que se vuelven sumamente irresponsables los tiempos de pandemia por los que nos toca transitar.

Cierto que en otros sistemas de partidos son totalmente justificadas. En los Estados Unidos, por ejemplo, donde sólo hay tres opciones políticas (republicana, demócrata o independiente), las “primarias” sirven para decantar la oferta y garantizar un proceso de selección que ofrezca garantías más a los partidos que a los ciudadanos; pero en el caso de Morelos, donde más de 20 organizaciones políticas con registro pueden postular a los escasos liderazgos locales, uno consideraría que quien no encuentre acomodo en el suyo, fácilmente puede ir y postularse por otro con menor oferta de cuadros, o hasta fundar el propio si se es lo bastante previsor.

En los hechos, las precampañas incrementan la movilidad social (sin importar si se hacen con medidas sanitarias), y por ese sencillo hecho deberían estar prohibidas; no sólo eso, en el caso de Morelos, la mayor parte de los partidos no parecen muy proclives a respetar las medidas sanitarias, no protegen a sus militantes ni a los medios que les ofrecen cobertura (excepciones las hay, como el caso de Fuerza por México que hasta pruebas Covid hizo a los reporteros).

Y claro, habrá justificaciones como el problema de acceso a las tecnologías que padece gran parte de la población, la enorme desconfianza en los procesos que vuelve prácticamente imposibles ejercicios sencillos como las votaciones electrónicas, y la idea soberbia de que los partidos deben congregar enormes masas de personajes para mostrar fuerza personal, parecieran forzar a los partidos a un ejercicio de exposición que consideran debe iniciar antes de las campañas, una suerte de propaganda ad nauseam que les permitiría posicionarse a fuerza en la mente de los electores sin necesidad de hacer propuesta alguna.

La fuerza de los jingles y slogans siempre será menor a la de ideas y propuestas, a pesar de la infalibilidad demostrada de algunas cancioncitas publicitarias, la comunicación de una plataforma electoral debiera tener mayor impacto y ser la preferida en el plan de campaña, hacerlo volvería innecesarias las precampañas y abonaría a la racionalidad política, pero parece que resultaría un mal negocio.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Entre la ambición de algunos actores políticos por mantener o hacerse de cargos de elección popular y la necesidad evidente de cambiar la desastrosa ruta que el estado lleva en materia económica, política, de seguridad pública, educativa y social, estamos en etapa de precampaña en plena pandemia.

La precampaña es ese invento de los partidos políticos que les permite a sus figurines y figurones hacer proselitismo adelantado con el pretexto de conseguir una candidatura que ya tienen bastante amarrada. El sujeto va y se registra para una supuesta contienda interna, decidida de antemano en el 70 por ciento de los casos, en un ejercicio de simulación de una democracia interna que, dicen, fortalecerá la candidatura que se anunciará “en cuanto las leyes lo permitan”. Son ejercicios verdaderamente innecesarios cuyo aporte al folclor político resulta interesante, pero que se vuelven sumamente irresponsables los tiempos de pandemia por los que nos toca transitar.

Cierto que en otros sistemas de partidos son totalmente justificadas. En los Estados Unidos, por ejemplo, donde sólo hay tres opciones políticas (republicana, demócrata o independiente), las “primarias” sirven para decantar la oferta y garantizar un proceso de selección que ofrezca garantías más a los partidos que a los ciudadanos; pero en el caso de Morelos, donde más de 20 organizaciones políticas con registro pueden postular a los escasos liderazgos locales, uno consideraría que quien no encuentre acomodo en el suyo, fácilmente puede ir y postularse por otro con menor oferta de cuadros, o hasta fundar el propio si se es lo bastante previsor.

En los hechos, las precampañas incrementan la movilidad social (sin importar si se hacen con medidas sanitarias), y por ese sencillo hecho deberían estar prohibidas; no sólo eso, en el caso de Morelos, la mayor parte de los partidos no parecen muy proclives a respetar las medidas sanitarias, no protegen a sus militantes ni a los medios que les ofrecen cobertura (excepciones las hay, como el caso de Fuerza por México que hasta pruebas Covid hizo a los reporteros).

Y claro, habrá justificaciones como el problema de acceso a las tecnologías que padece gran parte de la población, la enorme desconfianza en los procesos que vuelve prácticamente imposibles ejercicios sencillos como las votaciones electrónicas, y la idea soberbia de que los partidos deben congregar enormes masas de personajes para mostrar fuerza personal, parecieran forzar a los partidos a un ejercicio de exposición que consideran debe iniciar antes de las campañas, una suerte de propaganda ad nauseam que les permitiría posicionarse a fuerza en la mente de los electores sin necesidad de hacer propuesta alguna.

La fuerza de los jingles y slogans siempre será menor a la de ideas y propuestas, a pesar de la infalibilidad demostrada de algunas cancioncitas publicitarias, la comunicación de una plataforma electoral debiera tener mayor impacto y ser la preferida en el plan de campaña, hacerlo volvería innecesarias las precampañas y abonaría a la racionalidad política, pero parece que resultaría un mal negocio.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx